Un siglo después del «desastre» seguimos hablando en España de lo que nuestro Ejército sufrió en Annual entre el 22 de julio y el 9 de agosto de 1921. Un sacrificio que le costó la vida a 13.000 españoles, según las cifras dadas por Sebastian Balfour. En abril, el periodista José María Incausa presentó en el Instituto Antonio Machado de Soria 'El Desastre de Annual leyendo novelas' , un ensayo en que desgrana la famosa derrota a través de lo que han escrito diferentes literatos. Un mes después, se homenajeaba en la localidad vallisoletana de Serrada a un oficial de Artillería Antonio Medina y Castro , que con solo 24 años dirigía a un grupo de 11 artilleros en defensa de una posición que fue asaltada por los rebeldes rifeños y falleció en combate. Aunque en las revisiones que solemos hacer en España de la actuación de los soldados españoles es siempre elogiosa, en el Desastre de Annual hubo algún caso puntual en el que no era oro todo lo que relucía. Y el encargado de sacarlo a luz fue precisamente Juan Picasso , en el famoso expediente que tuvo que realizar para depurar las responsabilidades militares. Un trabajo para el que el general necesitó nueve meses de intensa investigación y recopilación de todo tipo de fuentes documentales y orales, con las que destapó a varios falsos héroes que buscaron un reconocimiento que no se ganaron en el campo de batalla. Así lo advertía Picasso en su informe, por el que tantos enemigos se ganó entre la élite política y militar y tanto amor entre los españoles de a pie: «Los militares de cualquier clase no deben alegar por servicio distinguido el regular desempeño de su obligación, pues si tantos creen haberse comportado tan esforzadamente, no se comprende entonces la consumación de la catástrofe en las condiciones que los hechos relatan». Una crítica que venía a reflejar uno de los aspectos que más llamó la atención del general cuando comenzó su investigación. ¿Cómo podían haberle solicitado tantas condecoraciones y ascensos por méritos de guerra, si nadie dudada de que lo acaecido en aquel rincón de Marruecos fue una auténtica catástrofe plagada de malas decisiones? Hablamos de los que la mayoría de historiadores califican como la peor derrota militar de España en los siglos XX y XXI. En su artículo 'El expediente Picasso: La memoria de un inusual ejercicio de memoria' , Alfonso Iglesias la describe como «la mayor debacle jamás sufrida por un ejército colonial europeo en territorio africano». Lo cierto es que, en las más de 2.000 páginas del 'Expediente Picasso' , el Ejército no sale muy bien parado: «Hemos sido, como de costumbre, víctimas de nuestra falta de preparación, de nuestro afán de improvisarlo todo y de nuestro exceso de confianza [...]. Una patria no necesita un Ejército que se sacrifique, sino un Ejército que triunfe», concluía el general. Y con sus pesquisas, de hecho, consiguió que una gran cantidad de ascensos y condecoraciones fueran denegados, evitando el clientelismo y la picaresca de muchos miembros del Ejército, además de destapar los despropósitos, las deslealtades y algunos actos de cobardía que fueron disfrazados como heroicos por la prensa y que jamás sucedieron. Sin embargo, algunos consiguieron pasar ese filtro, como es el caso de seis soldados que se inventaron una hazaña, la defensa del pozo Tistutin, en la que se colocaron como protagonistas tras la masacre. Sus nombres: los cabos Jesús Arenzana y Rafael Lillo y los soldados Virgilio Rodríguez, Rafael Sordo, Emilio Muniesa y Jesús Martínez. El fraude se gestó en las entrevistas que Picasso realizó con el primero de los cabos, en las que describió con todo detalle cómo inutilizaron y escondieron sus propias armas para que no cayeran en manos del enemigo, cómo engañaron a los rifeños para que no les atacaran mientras había agua y cómo se escabulleron hasta la zona francesa, sorteando todo tipo de peligros, hasta ser descubiertos por dos rifeños a los que nuestro protagonista dio muerte. La prensa se hizo eco de la hazaña. 'Heroísmo inverosímil de dos cabos y cuatro soldados', titulaba 'El Año Político' . El relato aportado por esta publicación era el siguiente: «El Fiscal expone la brillante defensa del pozo número dos de Tistutin, en la que seis hombres llegaron al heroísmo defendiendo el fortín, en el que pusieron una improvisada bandera con un pañuelo con los colores nacionales. Del 28 de julio al 6 de agosto resistieron de modo inverosímil y, llegado el último extremo, se reunieron los seis defensores con su jefe, inutilizaron las armas y el motor del pozo y se internaron en la zona francesa después de haber pasado grandes peligros y penalidades». En febrero de 1922, el 'Mundo Gráfico' publicaba un retrato de Arenzana con la noticia de que había sido propuesta para la Cruz Laureada de San Fernando por su «heroica defensa». El diario 'El Sol' contaba lo ocurrido en un extenso artículo: «En la noche del 29 al 30, el pozo fue rudamente atacado por más de 70 moros, a los que resistieron y ahuyentaron, viendo por la mañana 38 cadáveres de hombres y 20 de caballos. El 30 por la mañana les atacaron de nuevo y les requirieron tres veces a que entregasen el fortín y el armamento, pero se negaron». Y añadía: «Arenzana, disfrazado de moro, fue a Tistutin, que los naturales saqueaban, y se proveyó de algunos víveres, volviendo al fortín sin tropiezos». ABC también se hizo eco del embuste, incluyendo una foto de Arenzana y refiriéndose a los elogios recibidos en el expediente Picasso. En otras ediciones, sin embargo, hablaba de «un número de enemigos que el cabo no pudo precisar en la oscuridad», pero el titular ( 'La epopeya brilla en las negruras del desastre' ) y el relato eran igual de épicos: «Resistieron de modo inverosímil y, llegados al último extremo, se reunieron los seis defensores con su jefe. Después le relevaron de toda responsabilidad, inutilizaron las armas y el motor del pozo y se internaron en la zona francesa. Todo ello después de haber pasado grandes peligros y penalidades». Los compañeros de Aranzana confirmaron su testimonio en los interrogatorios de Picasso y el general no dudó en destacar la supuesta hazaña como una de las más encomiables muestras de valor del desastre de Annual. De hecho, propuso a los dos cabos y los cuatro soldados para un ascenso. Tal y como apuntaba Paloma Aguilar Fernández en su libro 'Políticas de la memoria y memorias de la política' (Alianza, 2008), el hecho de que «mucha gente asuma como cierto algo que nunca ocurrió no lo hace más real, pero puede quedar para siempre en la memoria colectiva». A finales de 1922, sin embargo, la verdad salió finalmente a la luz: Arenzana Lillo y sus hombres se rindieron sin resistir cuando fueron atacados por los hombres de Abd el-Krim y hasta les pagaron 100 pesetas para que les llevasen a la zona francesa sanos y salvos. En ningún momento habían arriesgado sus vidas. Lo curioso de este episodio es que nuestro «héroe» fue quien confesó que todo lo que había contado era pura ficción, empujado al parecer por su mala conciencia ante los innumerables elogios que estaba recibiendo por sus superiores y por la prensa. Aranzana pidió declarar de nuevo con el fiscal togado del Consejo Supremo, quien reconstruyó la verdad. Según el libro 'Historia secreta de Annual' (Temas de Hoy, 1999), de Juan Pando, la declaración final fue esta: «El 28 de agosto, al verse solos y abandonados, viendo que era imposible la defensa, decidieron arreglarse lo mejor posible con el enemigo, quedando con el pozo los rifeños y los españoles prisioneros de éstos. Tuvieron que entregar el armamento al jefe Hammú, según confesión del mismo cabo». Como es de esperar, el hecho de que la mentira saliera a la luz tuvo mucha menos repercusión en la opinión pública que la historia ficticia. El Gobierno no consideró oportuno airear esta nueva humillación del Ejército, después de que ya se habían puesto públicamente unas cuantas medallas para intentar maquillar la masacre. No quería que la verdad llevara a los ciudadanos, ya de por sí muy cabreados con el Estado por haber llevado a sus hijos a una guerra suicida, a pensar que muchos de las otras hazañas también fueran mentira. Aún así, algunas noticias breves se ocuparon del asunto. Como 'La Libertad' , que el 23 de enero de 1924, publicaba la noticia con el siguiente titular: 'El consejo de guerra contra los que abandonaron el pozo número 2'. El artículo contaba después: «Se ha celebrado el juicio contra Jesús Arenzana y Rafael Líllo, que al surgir los sucesos del 21 estaban encargados de la defensa del pozo número de Tistutin después de haberse retirado a Monte Arruit el general Navarro, abandonaron su puesto y pasaron a la zona francesa. El fiscal pide para los dos encartados seis meses de prisión, mientras que el defensor solicita la absolución, fundándose en que sus defendidos agotaron todos sus recursos antes de evacuar el puesto». Al día siguiente, ABC apuntaba que «la versión que hicieron los procesados resultó falsa». Todavía hoy hay libros y páginas web especializadas en historia que relatan esta gesta como si hubiera ocurrido de verdad.