Enric Mas desperdicia el Picón Blanco
A Enric Mas le cuesta mirar hacia delante. Puede lanzar un ataque, pero es incapaz de sostenerlo. Siempre pensando en lo que hacen los demás en lugar de en lo que debe hacer él. Necesitaba distanciar a O’Connor para alcanzar la segunda plaza de la Vuelta, pero cada vez que atacaba miraba hacia atrás pidiendo la ayuda de Roglic o de Carapaz. Una manera de correr que recuerda a la de Nairo Quintana años atrás, cuando movía «las alitas» para pedir relevos. Ni el esloveno ni el ecuatoriano estaban dispuestos a ayudar a Mas. Roglic ya tenía el maillot de líder y la pelea de Carapaz es con el propio Enric.
Roglic, además, bastante tenía con aguantar. Varios de sus compañeros tuvieron que retirarse por culpa de una intoxicación alimentaria. Entre ellos, Daniel Felipe Martínez, uno de sus hombres de confianza cuando la carretera se empina. Después, acudió a la conferencia de prensa con mascarilla. No era cosa de malgastar fuerzas ni de asumir riegos a sólo un día de la que debe ser su cuarta victoria final en la Vuelta. Ese era su objetivo al comenzar la carrera en Lisboa y ese parece el final de la carrera. Sólo la enfermedad o cualquier desgracia de otro tipo pueden hacer que el domingo pierda la ventaja de dos minutos y dos segundos que tiene sobre O’Connor. Es el más fuerte de la carrera y el mejor contrarrelojista.
Entre miradas por el retrovisor y dudas a Mas, que no es ninguna de esas dos cosas, se le escapó la posibilidad de ganar la etapa porque Dunbar, que ya había ganado en Padrón, volaba hacia su segunda victoria. Mientras, a Enric le daba vueltas la cabeza buscando un apoyo que no llegaba. Se trataba de no tener que pelear con O’Connor por el segundo puesto del podio en la contrarreloj de Madrid, pero sólo le recortó siete segundos en la meta y otros diez en bonificaciones. Nueve segundos los separan ahora, pero no hay certezas de que el corredor de Movistar sea nueve segundos mejor que el australiano contra el crono.
Mas sólo sostuvo su tirón cuando atacó Landa e hizo peligrar su segundo puesto en la etapa. Parecía que Mikel iba a ser capaz de atrapar a Dunbar y llevarse una victoria que esperaba toda la afición vasca que inundaba las cunetas del ascenso al Picón Blanco. Ya desde antes del comienzo del puerto en la localidad de Espinosa de los Monteros se hacían notar.
Pero Landa, que había puesto a trabajar a su equipo igual que en el ascenso a los Lagos de Covadonga, obtuvo el mismo resultado que entonces. Nada. Pero a Mikel no le vale con ir en el grupo a ver qué pasa. Mikel lo intenta, aunque la mayoría de las veces no le sale.
Landa estaba lejos del podio y sólo le valía despedirse con una victoria en las carreteras por las que él acostumbra a entrenar. Era como correr en casa y quería quitarse en el Picón Blanco la amargura de lo sucedido en Maeztu, donde pasó de ser quinto a décimo en la general. Para Mikel el ciclismo es diversión, es espectáculo. Los números no quedan en el recuerdo. En el recuerdo quedan las victorias. Como la de Dunbar, aunque fuera porque a los primeros de la general no les preocupaba. Y a Mas le preocupaba todo lo demás.