Jannik Sinner comparece hoy como gran favorito para levantar la copa plateada del US Open, el último Grand Slam de la temporada. El italiano, número uno del mundo, lo era antes de que comenzaran a sufrir las zapatillas en el cemento azul y verde de Nueva York. Y lo fue todavía más cuando las sorpresas de Carlos Alcaraz y Novak Djokovic -el español cayó en segunda ronda, el serbio en tercera- le limpiaron el cuadro. El último obstáculo para Sinner es Taylor Fritz , un estadounidense que hasta esta semana nunca había pasado de cuartos de final de un grande y que tiene por delante una tarea hercúlea e histórica: doblegar al rocoso italiano y romper la sequía pertinaz en el tenis masculino del país norteamericano. Mientras las chicas se han hartado de ganar Grand Slams -sobre todo con Serena Williams, pero también Sloane Stephens y, más recientemente, Coco Gauff-, en categoría masculina no catan victoria desde el US Open de 2003 con Andy Roddick. Sinner tiene este domingo (20.00 horas, Movistar) la oportunidad de confirmarse, con Alcaraz, como la cara del cambio de guardia en el mundo del tenis. Después de la dictadura del 'Big Three', los tres grandes, Novak Djokovic, Rafael Nadal y Roger Federer, esta temporada es la materialización de los nuevos tiempos: el murciano ha ganado Roland Garros y Wimbledon en este 2024, mientras que el de San Cándido se impuso en Australia y podría quedarse con el último Grand Slam. Sinner tendrá en contra al público estadounidense, que llenará la Arthur Ashe, cerca de 24.000 personas a favor de Fritz en la cancha de tenis más grande del mundo. Además, el italiano jugará bajo la sombra de su episodio de dopaje . Una semana antes del torneo, se reveló que había dado positivo en dos pruebas, con una separación de una semana, en marzo. La sustancia era clostebol, un esteroide anabolizante en forma de spray. La cantidad de sustancia prohibida encontrada en el italiano era mínima y el tenista adujo que había sido contaminado por su masajista, al haberlo tratado sin guantes después de utilizar la sustancia, facilitada por el preparador físico, para curarse un corte. En la caja del spray, adquirido en Italia, hay una etiqueta que advierte que el clostebol es 'doping' para deportistas. Sinner despidió de forma inmediata a los dos miembros de su equipo implicados, y el número 1 del mundo fue exonerado por una comisión independiente. El dopaje del de San Cándido ha sido un asunto incómodo en Nueva York. Se ha hablado poco de ello, pero ha sobrevolado el torneo. Con otros deportistas, no se tuvo la misma consideración. Quien más peso tiene en el circuito, sí se refirió a ello. «Vemos que hay una falta de protocolos estandarizados y claros», dijo Djokovic durante la competición. «Entiendo cómo se sienten algunos jugadores que han cuestionado si a ellos se les trata igual». «Creo que hay más detrás de esto que mucha gente no sabe», se limitó a decir Alcaraz de forma incierta. Más claro fue Nick Kyrgios antes de que comenzara el torneo: «Ya fuera accidental o planeado, si das dos veces positivo por una sustancia prohibida deberías estar fuera dos años». Otros, como la leyenda local Andre Agassi, fueron más compresivos con Sinner: «Si vas a usar trampas para mejorar tu rendimiento, no te pones una millonésima de un gramo en tu cuerpo a propósito. Vas a tratar de tener un beneficio de esa sustancia si ese es tu objetivo». Todo eso quedará de lado cuando Sinner y Fritz comparezcan en la central de Nueva York. El estadounidense ha defendido que, con independencia del resultado, su presencia en la final es una muestra de que el tenis masculino nacional está de vuelta. «Nos da esperanza y muestra que estamos llamando a la puerta de ganar un Grand Slam. Tenemos esta generación de cuatro o cinco de nosotros que estamos en ese nivel», dijo en referencia a su rival en la semifinal, Frances Tiafoe, y otros como Tommy Paul y Ben Shelton. Fritz es el estilete de esa generación: fue el primero en ganar un Masters 1.000, el primero en meterse en 'top ten' y el primero en llegar, al menos, a la final de un grande. Este año vive su mejor temporada: ha llegado a cuartos en Australia y en Wimbledon, a octavos en Roland Garros, y consiguió el bronce olímpico -con Paul- en París.