¿Por qué parece que está enfado con el mundo? ¿Por qué ya no muestra cariño? ¿Cuándo empezó a volverse narcisista? ¿Y frente a su exasperante lentitud? Estas, y mil preguntas más que asaltan cada día a los padres en su convivencia con un adolescente son las que ha intentado responder Diana Al Azem en su último libro, ' Quiero entenderte' (Plataforma Editorial ). Que si tiene demasiados amigos o muy pocos, si ha dejado de ser obediente o si lo estamos sobreprotegiendo, cómo decirle que no, hasta dónde establecer límites, cómo gestionar su relación con las pantallas y con los estudios… Y, sobre todo, cómo aprender a gestionar nuestra propia sensación de culpa en tantas y tantas situaciones cotidianas. Al Azem ( adolescenciapositiva.com ) con serenidad, con empatía, con paciencia y aceptación, nos ofrece respuestas a todas nuestras preguntas, y muchas más. Este libro, con humor y amor, sin juzgar, con tolerancia y comprensión, tiene como objetivo ayudar a los padres no solo a entender, sino a conectar con sus hijos adolescentes, ofreciendo un cambio de mirada para aplicar en situaciones concretas y cotidianas. ¿Es posible que haya armonía en casa durante la adolescencia? Es posible tener momentos de armonía, pero no nos engañemos, la adolescencia es una etapa retadora donde surgen momentos de discusión, las cuales no hay que ver como algo negativo, sino como una oportunidad de aprendizaje, de poner en práctica la buena comunicación y el diálogo y de conocer a nuestros hijos. Los adolescentes parece que están siempre enfadados, con el ceño fruncido sin motivo aparente. ¿Cuándo debemos preocuparnos? No pasa nada. Pero es básico que los padres sigan mostrando seguridad y no le empiecen a mirar 'raro', sabiendo que su hijo está en una fase y que es normal que se encuentre así. Lo que pueden decirle a su adolescente es: 'es normal que estés así, pero yo estoy aquí para lo que necesites'. Porque lo más importante de todo es que si le pasa algo, sepa que puede acudir a ti . Mientras esos enfados no lleven a una violencia en el hogar , o se generalicen en todos los ámbitos (escuela, amistades, familia, etc) no tenemos porqué preocuparnos. En el caso de que así fuese, entonces tendríamos que recurrir a ayuda profesional que nos pueda orientar. Los padres también tenemos que aceptar que, igual que no llegamos a explicarles las Matemáticas de 2º de la ESO y lo aceptas y dejas en manos de un profesional, tampoco pasa nada por no llegar siempre a la mente de nuestros hijos. Un asunto que parece que sucede a menudo en la adolescencia es que se pierde el contacto físico entre los padres y los adolescentes. ¿Por qué? Alejarse de los padres es una más de las características de esta etapa, recordemos que empiezan a formar su propio círculo y poco a poco van despegando del hogar. Esto les lleva, en muchas ocasiones, a no mostrar sus sentimientos o tener gestos de cariño hacia los padres. Lo importante es no alarmarse, ya que nuestra preocupación podría transformarse en presión hacia ellos y producir el efecto contrario al deseado. Es más el dolor o el malestar que tenemos los padres por estar en una situación así, que lo que les pasa a ellos. Por eso es importante entender la adolescencia, y no volvernos tan obsesivos con el: 'ya no me quiere', 'ya no me busca'... ¿Qué pueden hacer los progenitores? ¿Es posible restaurar esa pérdida de contacto físico? Es una situación que tiene vuelta atrás. Lo que ocurre es que ese miedo de los padres ante un hijo que no se muestra cariñoso muchas veces hace como digo el efecto contrario y nos hace comportarnos de una manera más intensa con ellos que nos hace entrar en modo reproche con el: 'ya no me abrazas' o 'ya no me das un beso'. Lo mejor es tomarlo con naturalidad. Además, hay formas de retomar poquito a poco, de ir aproximándonos a ellos. Pedir permiso para dar un abrazo puede ser una buena forma de acercarse a ellos y, además, es una manera excelente de que ellos aprendan a poner límites si algo les incomoda y no están abiertos a recibir nuestro gesto o lo que es más importante, de personas ajenas. También es importante recalcar que ese acercamiento físico no tiene por qué ser un beso o un abrazo. Puede consistir en sentarse a ver una peli que le apetezca o jugar a ese video juego que tanto le gusta, que puede dar lugar a una palmadita en la espalda, un «choca esos cinco» que permita poco a poco recuperar esa conexión con ellos, volver a retomar esa mirada a los ojos, ese lenguaje corporal de cercanía. Para todo esto, es importante que vean que estamos relajados. Es muy útil tirar de humor, aunque soy consciente de que es algo difícil si cuando llegamos a casa después de un día frenético estamos cansados del trabajo, de nuestra pareja, de la casa, de ellos… A veces no somos conscientes de que la situación no invita mucho a que se acerquen. Otros parecen estar siempre cansados... ¿Es normal? Sí, lo es. Pero ojo, que sea normal no quiere decir que tengamos que conformarnos con ello. Está bien entender que durante esta etapa los ritmos circadianos cambian, necesitan más horas de sueño, dedican mucho tiempo en la escuela, actividades extraescolar, deportes... y claro, estas actividades requieren mucha energía, por lo que no es de extrañar que cuando se les pide sentarse a la mesa a comer, lo hagan a duras penas. Mi recomendación en este caso es una buena dosis de paciencia , pero también hablar con ellos sobre lo que les pasa, escucharles y tratar de comprender qué les hace comportarse de este modo. Así podremos dar una mejor respuesta a su lentitud. Por último, ¿cuál es el error más común que ves que cometen los padres en esta etapa vital de sus hijos? Creo que los padres de hoy en día tratan de educar de la misma manera que sus padres lo hicieron con ellos. No ponerse en la piel del adolescente cuando nosotros hemos pasado ya por eso, es uno de los errores más comunes. Si entendemos lo que están pasando nuestros hijos, aprenderemos a conectar mejor con ellos. Hay una frase que me gusta mucho usar y es esta: 'la autoridad sin oídos es autoritarismo'. Parece que los padres de hoy están como necesitados que que sus hijos escuchen y obedezcan. Sin embargo, creo que tenemos que escuchar más a los hijos y hablar menos, es decir, intentar ver a la persona que tenemos delante.