El sector agroalimentario se configura como estratégico en la economía española. Según el informe 'Observatorio sobre el sector agroalimentario español en el contexto europeo', presentado por Cajamar el pasado mes de julio, aportó el pasado año 119.140 millones de euros (8,9% del PIB) y 2.394.353 empleos (11,3% del total). España es la huerta de Europa, y la granja, por sus distintos productos cárnicos. Pero la radiografía del sector muestra un periodo cercano de dificultades por circunstancias como el encarecimiento de las materias primas y la energía. Con la guerra de Ucrania de fondo, la producción tuvo que salvar muchos obstáculos en el camino. Y en este contexto complejo, el desafío es conseguir que sus procesos sean más sostenibles e innovadores. Ahora las cifras señalan que la recuperación es un hecho. Un reciente informe de CaixaBank Research detalla que durante el primer semestre de 2024, el Valor Añadido Bruto (VAB) del sector primario ha crecido un 7,6% interanual, más del doble que el PIB general de la economía española. La mejora de la producción agraria ha posibilitado que las exportaciones agroalimentarias hayan aumentado un 3,0% interanual, tras dos años consecutivos de retrocesos (–5,0% en 2022 y –8,9% en 2023). Más datos que avalan la importancia de este ámbito. Un estudio impulsado por la Comisión Agroalimentaria de la Cámara de España, 'Impacto del sector Agroalimentario en la economía española', publicado en marzo, presenta la contribución del sector en términos del valor de la producción, el VAB y el empleo. El sector genera 16 de cada 100 euros producidos por la economía española . Un 16,4% de la producción, un 13,1% del VAB y el 15,4% del empleo producido en España en 2021 dependió, directa o indirectamente, del sector agroalimentario, incluyendo tanto el sector primario (agricultura, ganadería, caza, pesca y acuicultura, silvicultura y explotación forestal) como la industria agroalimentaria (alimentación, bebidas y tabaco). Además, cada puesto de trabajo equivalente a tiempo completo creado genera al menos 1,5 puestos de trabajo adicionales en otras ramas productivas. Jaime Martín, fundador y CEO de la consultora Lantern, describe los diferentes espacios que abarca el sector agroalimentario: «Son distintas las piezas de la cadena de valor, que van desde el campo hasta la mesa. En el extremo final se sitúan las familias, con un impacto fundamental en el estilo de vida de la gente, la salud, la nutrición, con la derivada Horeca, que es la parte de la relación social fuera de casa, el turismo, la gastronomía. En medio se coloca la distribución, muy potente en España, muy profesionalizada. Y al principio, la producción ganadera y agrícola , donde España juega un papel muy relevante, especialmente en algunos ámbitos». Prueba de su importancia es que durante lo más crudo de la pandemia del Covid fue considerado sector estratégico. Los desafíos para su desarrollo y modernización resultan variados y complejos por la cadena de valor que afecta a distintos actores con muchas diferencias. Juan José Álvarez, secretario de Organización de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja), afirma que «los retos tienen dos frentes, en España y en la UE». «Aquí queremos que se le conceda al agricultor y al ganadero la importancia que merece, porque somos los garantes de la alimentación sana y sostenible de los ciudadanos», añade. El margen de maniobra de las distintas administraciones españolas con respecto a Bruselas se antoja con frecuencia muy estrecho. Las regulaciones europeas, con directivas de obligada aplicación, al menos tienen plazos para su puesta en marcha. La Política Agraria Común (PAC) marca las pautas y los tiempos desde los despachos de la Comisión Europea. Asaja y otras asociaciones pretenden, sostiene Álvarez, «una gran eliminación de la burocracia para agricultores y los ganaderos». «Otra de las peticiones es que haya un cumplimiento estricto de los acuerdos comerciales, con cláusulas espejo , para que tengamos las mismas condiciones que terceros países. No puede ser que la UE no controle que los estándares y parámetros (normas fitosanitarias, fertilizantes…) que se nos exigen sean también válidos para el resto de los países», apunta. Mantiene Álvarez que debe abordarse con toda la energía el reto del cambio climático: «Hay que adaptar las prácticas agrícolas, mejorar la sostenibilidad e incluir una mejora en la gestión del suelo para ir reduciendo las emisiones. Ponemos también el acento en que desde Europa tienen que promover la sostenibilidad ambiental, pero sin olvidar la rentabilidad del sector, su sostenibilidad económica». En este sentido, el CEO de la consultora Lantern alude a la armonía entre la inversión y el beneficio para no poner en peligro la supervivencia de la empresa a largo plazo: «Los productores tienen asumido que no es fácil trasladar los costes que implican la sostenibilidad medioambiental al consumidor. Ya ha sufrido la última parte de la cadena incrementos enormes y brutales por la inflación. Esto es una carrera de medio o largo plazo . Existe un punto de vista ético que se debe cumplir, y no se puede uno quedar en fuera de juego. La única manera de perdurar es generando una rentabilidad que permita innovar, atraer el mejor talento, cuidar de los empleados, tener buenos proveedores. Y eso solo se consigue cuando eres rentable». Una nueva normativa sobre la cadena alimentaria está en la agenda de los buenos deseos. «Una ley de la cadena justa –advierte Álvarez– sería un tercio para el productor, un tercio para la distribución y otro tercio para el vendedor. Lamentablemente esto no es así. Además, precisamos más controles para que se cumplan todos los parámetros y que no se compre a agricultores y ganaderos por debajo de los costes de producción. Hay un problema de precios agravado por la guerra de Ucrania, la sequía…». La foto fija de un sector muy fragmentado implica otro de los objetivos que se debe marcar la industria agroalimentaria, que es cómo lograr el equilibrio del escenario , recalca Jaime Martín: «Tenemos muchas pymes. No hemos conseguido crear apenas campeones nacionales que puedan competir con solvencia a nivel global. Deoleo es una de las excepciones». Otro desafío para el sector es la llamada 'guerra de los lineales', como explica Martín: «Ahora hay una lucha en la parte final de la cadena entre las marcas de distribución (MDD) y las marcas de fabricante. En España hay decenas de miles de empresas, algunas muy grandes, otras más pequeñas, que se dedican a la producción de alimentos y bebidas. Cada uno con un modelo de negocio distinto, pero el auge que está cogiendo la MDD de los lineales está obligando a replantearse la estrategia. Algunas marcas de fabricante van a tirar la toalla los próximos años y van a apostar por ser modelos industriales de producción de MDD, aunque otras apostarán por la marca y por la innovación». Resolver, en la medida de lo posible, el 'problema del agua' es otra de las reivindicaciones de Asaja, comenta Álvarez: «El Gobierno tiene que apostar de forma decidida por una política hidráulica con inversiones e infraestructuras, algo que no se realiza desde hace muchos años. Hay un déficit hídrico por una mala gestión de los recursos en las distintas cuencas. Se debe vertebrar un proceso de inversiones en el regadío para que se mantenga su importancia como sistema productivo».