En su país, la izquierda lo considera cínico, intrigante y corrupto; la derecha le ve cansado, débil y poco ambicioso. En el extranjero, casi todo el mundo le odia y desconfía de él. Y, sin embargo, nadie puede negar su maquiavélico dominio del juego sucio en la política, nacional e internacional. La historia moderna solamente ha producido dos figuras que se ajusten a esta descripción. La primera es el llamado Canciller de Hierro de Alemania, Otto von Bismarck . La segunda es el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu. Donde dice Bibi –su apodo y el título de su reciente autobiografía- léase Bibismarck. Netanyahu ha sido primer ministro durante casi catorce de los últimos quince años, menos de los diecinueve...
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