Huyeron con las llaves de casa en el bolsillo. Hoy, un año después del inicio del genocidio israelí en Gaza, esas llaves ya no abren nada. El edificio de los Krayem es ahora un montón de escombro, un solar peligroso que parece no importar a nadie. Como toda Palestina, devorada vilmente ante la pasividad internacional. Desde la distancia lloran a su patria y a todos sus familiares y amigos que quedaron atrapados en esa ratonera, a merced de unos asesinos que han perdido toda vergüenza. Los Krayem son los miembros de la única familia que salió de Gaza con destino a la provincia. Un año después de aquella llegada a la carrera agradecen la hospitalidad de Petrer, la localidad que les ha acogido, pero miran con desánimo el futuro cercano, bloqueado por las ayudas que dejarán de recibir el próximo mes pese a su esfuerzo exprés por integrarse.