Algo huele mal en el imperio
Hay cierto olor fétido, una atmósfera viciada, de una costa a otra, cuando apenas restan tres semanas para las elecciones del 5 de noviembre en Estados Unidos. La violencia se expresa en discursos y en hechos aislados, pero reiterados.
Por tercera ocasión se informa del riesgo de un posible atentado contra el candidato republicano, el expresidente Donald Trump, por parte de individuos de quienes se ha dicho que tienen filiación republicana y cuyas motivaciones quedan encerradas en interrogantes sin respuesta.
El pasado sábado 12, Ven Miller, un hombre de Las Vegas miembro de un grupo antigubernamental de tendencia derechista, portando un arma cargada, fue detenido sin incidentes en un puesto de control para un mitin que celebraría Trump en Coachella. Aunque un comunicado del sheriff del condado californiano de Riverside dijo: «El Servicio Secreto de Estados Unidos considera que el incidente no afectó las operaciones de protección y que el expresidente Trump no estaba en peligro», basta la decisión para extender miedos y paranoias que catalizan a fanaticadas en las redes digitales y pudieran reactivar reacciones al estilo de lo ocurrido el 6 de enero de 2021.
Trump, a su vez, insulta, denigra o humilla a diestra y siniestra, sean rivales políticos, grupos étnicos o nacionales diversos, o segmentos poblacionales a los que provocadoramente trata con desprecio; mensajes que son repetidos por algunos de los miembros de su equipo, políticos o donantes.
Sigue clamando fraude en 2020, intriga e instiga a lo interno. También enarbola la falacia en este 2024, y si perdiera ya adelantó que son tramposas, también lo dijo su socio poderoso Elon Musk, las elecciones de este año serán las últimas de Estados Unidos si Donald Trump pierde. Y si las gana, el expresidente ha anunciado la persecución y los procesos legales contra algunas de las principales figuras del Partido Demócrata. No son pocos los que temen por el presente y el futuro de la democracia estadounidense en ese escenario.
Pero lo peor y verdaderamente peligroso asoma. El mes pasado, Trump lanzó otra falacia más, afirmó que había «grandes amenazas» contra su vida que «pueden o no involucrar» a Teherán. El bolo pudiera tener una repercusión catastrófica. Solo basta con saber que el diario The Washington Post informó que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha pedido al Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca que advierta a Irán que no intente asesinar a Donald Trump, o a cualquier otro exfuncionario estadounidense porque lo considerarán un acto de guerra y Teherán se enfrentará a «severas consecuencias».
La realidad tras esa confabulación de los supuestos rivales es evidente: ese es un mensaje que falsea los acontecimientos, los manipula, e intenta con ello justificar los planes que ahora mismo la Casa Blanca coordina con el Israel sionista y genocida para iniciar una guerra contra la nación persa.
El domingo último, el Pentágono anunció que Estados Unidos está desplegando una batería del Sistema de Defensa Terminal de Área a Gran Altitud (THAAD) en Israel y los cien efectivos que lo operarán. Es una muestra de apoyo a un Israel que está atacando a las fuerzas de paz de la ONU en Líbano y que ese mismo día quemóvivos a palestinos, al atacar sus tiendas de campaña en un campamento de refugiados, como parte del plan de limpieza étnica en el norte de Gaza.
Son muchos más en el mundo los preocupados por los vientos huracanados procedentes de ese Norte —tan revuelto y brutal como cuando fue calificado por José Martí— que traen tufillo a pólvora o a hongo nuclear, a la fetidez de la muerte por las guerras. Un hedor que no disminuye sea uno u otra quien ocupe la Casa Blanca, donde los poderes que representan parecen preferir los escenarios bélicos, las amenazas y chantajes, las sanciones unilaterales y las medidas de asfixia a los pequeños que se rebelan o a los grandes que pretenden derribar. Dibujan un panorama con los colores más sombríos de las tensiones permanentes para jugarse su posición hegemónica y de dominio sobre el planeta. Siempre el mismo propósito: la búsqueda y aseguramiento de superior lucro, sin importar la sangre que derramen.
Peligros y riesgos mayores, convencionales, nucleares, o de otros engendros de la porción malévola de la inteligencia artificial, nos acechan y emboscan. Para ser realistas, no solo proceden de Estados Unidos, se está extendiendo por el mundo un poder que se nos hizo creer que estaba extinguido y no es cierto, sale de los infiernos. El neofascismo va ganando terreno también mediante elecciones, porque incita, instiga el miedo al otro, al que no es igual por lugar de procedencia, color, creencia religiosa, cultura, criterio político…
Somos los verdaderos rehenes en una pesadilla que quieren convertir en terrible certeza.