Ahora que el fiscal general ―imputado por el Tribunal Supremo― se aferra a su cargo con la misma determinación de los trapecistas, convendría hacer hincapié en dos aspectos muy oportunos. En primer lugar, cuántas máculas y oprobios había acumulado antes de caer tan bajo y ―en segundo lugar― cuántas figuras de la política española dimitieron honrosamente por razones de menor importancia y trascendencia, con el agravante de que Álvaro García Ortiz no es un ministro del gobierno, aunque se comporta como tal. El nombramiento del actual Fiscal general del Estado fue polémico desde el primer momento, porque se trató de un cargo «heredado» de la exministra Dolores Delgado. Aquel vicio de origen fue refrendado por un veredicto del Consejo General... Ver Más