Un economista es el primer sacerdote del budismo zen en Costa Rica
El primer contacto de Bodhi Murillo con el budismo zen se produjo cuando entró a la universidad, en los años 70. Su papá compró una gran cantidad de libros de diferentes tradiciones para entender mejor el mundo. En medio de toda esa información, había un texto sobre el zen, una de las varias escuelas de budismo. El joven leyó este texto y comenzó a interesarse. Así, emprendió un camino que lo llevó a convertirse, en setiembre pasado, en el primer sacerdote de esta escuela en Costa Rica.
Para ese entonces, el joven Carlos Murillo estaba lejos de cambiar su nombre a Bodhi y apenas daba sus primeros pasos como estudiante de Economía en la Universidad de Costa Rica (UCR). De vez en cuando, tomaba clases de yoga en un centro ubicado frente a la casa de estudios, pero eso no estaba tan relacionado con la filosofía que después guiaría su vida.
Poco tiempo después, en un viaje a El Salvador, encontró otro libro sobre budismo zen en una tienda de textos usados y lo compró.
“En ese entonces, solo leía, no sabía cómo seguir. No tenía nadie con quien compartirlo (...). Mis compañeros eran de izquierda, hippies, revolucionarios. Y yo estaba ahí, porque también era parte de eso, pero había también un interés por el budismo que no era muy común”, rememoró. Él además era el vegetariano del grupo.
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Un encuentro más cercano con el budismo
Un viernes de 1974, cuando se dirigía a clases, al final de la tarde, un afiche captó su atención. Esa noche habría una charla sobre zen en la Biblioteca Nacional. Aquel hecho fue revelador. “En vez de irme a clases, me fui a la biblioteca”, enfatizó.
La charla la daba un maestro zen de origen estadounidense, Phillip Kapleau, quien se había formado en Japón y estuvo cerca de 15 años practicando. Así, Murillo tuvo contacto con su primer roshi, una palabra japonesa que significa “maestro”.
Roshi Kapleau había establecido un centro budista en Rochester, Nueva York, y llegó a tener muchos estudiantes. Justamente, algunos de ellos se vinieron a vivir a Costa Rica y lo habían invitado a impartir la charla en la UCR.
Al día siguiente, se dio un taller de cómo meditar y Murillo no perdió la oportunidad. El embajador de Japón en Costa Rica también asistió y ofreció su casa para que los interesados pudiera reunirse a meditar. Se levantó una lista y a las personas las llamaban para informarles de las meditaciones.
Las sedes iban rotando hasta que se encontró una casa de alquiler en el centro de San José. Phillip Kapleau dirigió esa sede, pero sus ocupaciones en varios centros del mundo tornaron sus vistas a Costa Rica poco frecuentes; enviaba estudiantes avanzados a liderar las meditaciones. Así, el grupo de costarricenses fue aprendiendo a hacer los petates, los cojines y las diferentes ceremonias.
“Hacíamos retiros de cinco o cuatro días e íbamos aprendiendo más sobre esta tradición. Yo estuve ahí desde el primer día”, rememoró.
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Un economista budista
Todo esto transcurría mientras Murillo era estudiante a tiempo completo de Economía. Una vez que se graduó y comenzó a trabajar, tenía más oportunidad de viajar a Rochester para retiros con su maestro. Lo hizo una vez al año durante un tiempo.
El budismo lo compaginó con su carrera de economista en la que trabajó durante décadas. Fue profesor e investigador en la Universidad Nacional (UNA), donde también dirigió por un tiempo la carrera y el posgrado. También, dio consultorías y fue viceministro de Comercio Exterior entre 1996 y 1997. “Tuve oportunidad de vivir plenamente mi carrera”, afirmó.
A su vez, apoyaba a una asociación ambientalista, jugaba tenis constantemente y compartía con familia y amigos, como cualquier otra persona.
Mientras tanto, viajaba con el grupo a retiros en Estados Unidos y a peregrinaciones a sitios importantes del budismo, como China e India.
“Cuando se planteó la posibilidad del sacerdocio, yo no lo andaba buscando. Yo confío en la maestra. Si ella ve una cualidad en mí, no voy a dudar de ella”, señaló.
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Una nueva guía y nuevas misiones en el budismo
Década y media después de esas primeras reuniones, Sunyana Gaef, una de las discípulas de Roshi Kapleau en Rochester, fue nombrada roshi y se le dieron las facultades de enseñar y formar.
“Es la heredera del dharma (enseñanzas) de Phillip Kapleau. Una compañera de nosotros la invitó. Eso fue hace 36 años y desde hace 36 años estamos bajo la guía de ella”, puntualizó Bodhi.
Cuando Roshi Gaef comenzó el trabajo en Costa Rica, la sede estaba ubicada en barrio La Granja, en San Pedro de Montes de Oca. En ese entonces, si querían hacer un retiro, debían buscar una casa de alquiler por unos días. Entonces, les puso el requisito de buscar una casa para que funcionaria como el centro.
La Casa Zen de Costa Rica está en Santo Domingo de Heredia desde hace 30 años. La roshi reside en Vermont, al norte de Estados Unidos, donde tiene su centro, pero se mantiene en contacto con el de Costa Rica.
“La casa era muy diferente. Era de una pareja en proceso de separación y, poco a poco, la hemos ido ampliando, poniendo la sala de meditación y haciéndola apta para retiros”, contó.
El grupo fue madurando cada vez más en el camino de la tradición budista zen. Algunos de ellos, junto con Murillo, fueron nombrados sacerdotes laicos hace unos 12 años. “Es un espíritu de servicio a la comunidad”, explicó.
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El primer sacerdote budista zen en Costa Rica
Un día, conversando con su maestra, ella vio que ya era tiempo de que Murillo tomara nuevas responsabilidades y formalizara el compromiso como “un sacerdote completo”. Esto implicaba preparación, un noviciado como tal, que incluía más estudios, más retiros, más reflexiones.
El proceso culminó en setiembre pasado, con una ceremonia de ordenación, tras la cual se dieron cambios: el primero, y tal vez más evidente, fue el nuevo nombre. Bodhi tradicionalmente se traduce como “sabiduría”.
“No es que yo sea sabio. El nombre representa cualidades que uno pueda tener y que uno aspira estar a la altura. Como sacerdote, la palabra clave es servir, eso hago”, explicó.
Pero también se adoptan otras costumbres. El cabello lo debe usar más corto, no necesariamente rapado, pero sí muy corto. Su vestimenta ahora es solo negra o azul oscura.
“Cuando meditamos, usamos túnicas. Son cafés, pero la del sacerdote es azul o negra, dependiendo de la actividad”, precisó.
Además, en ausencia de roshi, él es el líder y tiene más responsabilidades que cuando era sacerdote laico.
“El cambio ha sido muy sutil. Vea que son 50 años. El cambio ha ido etapa por etapa, de una forma suave, no dramática. Yo no dejé todo tirado para irme al Tíbet o algo así. Todo ha fluido a su ritmo", destacó.
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Sin embargo, el camino podría no acabar ahí. Su maestra ya anunció que el año entrante podría darle la responsabilidad de enseñar. Entonces, está en una transición a ser maestro para que él quede a cargo del centro en Costa Rica, un honor que muy pocas personas tienen.
“No es porque sean más sabios o espiritualmente más claros que los otros, es porque el maestro le ve a estas personas mayores facilidades para enseñar", aclaró.
A diferencia de otras tradiciones, el budismo zen no tiene una jerarquía, es más bien una relación maestro-estudiantes. Cuando se otorga permiso para enseñar, se hace con el estilo particular, es totalmente independiente y no le debe reportar a nadie. Se debe a su relación con sus estudiantes.
“Por eso es muy importante un buen entrenamiento, porque, si no, es un peligro. Una persona inmadura, sin la buena preparación, no va a saber guiar ni enseñar”, destacó.
La gran ventaja de un maestro en Costa Rica es que las enseñanzas se adaptan a una realidad y cultura nacional.
Vivir el budismo zen
Mientras vive el budismo, a Murillo también le toca aclarar mitos y recordar que esta no es una religión como las occidentales, donde hay una jerarquía y leyes estrictas.
“No hay un dios, un dogma o una estructura. Tampoco un comportamiento determinado. No hay nada bueno o malo per se. Todo depende de la intención, del contexto. No hay recetas. Es un trabajo de búsqueda de sí mismo“, expuso.
El budismo no es para todos, pero es algo que cada vez más personas buscan conocer.
“En los talleres que damos, viene toda clase de profesionales involucrados. Y se llenan, porque hay gente que quiere aprender. Tenemos católicos, evangélicos, personas que no creen. Es una práctica compatible con cualquier creencia o espiritualidad“, destacó.
La meditación budista zen se hace sentado, mirando a la pared. “Uno busca que no haya distracciones. Si veo algo muy bonito, flores o algo así, me distraigo. Con la pared, uno puede hacer un viaje a lo interno de uno mismo. Cuando uno se sienta a meditar y observa la mente, observa cómo funcionan los pensamientos, las emociones, el cuerpo”, describió.
“El trabajo es meditación en movimiento, si estamos concentrados en el propósito de estar atentos, presentes, conscientes. Aquí también se trabaja, por eso la casa está siempre ordenada, siempre limpia”, añadió.
Hoy, 50 años después de las meditaciones iniciales, Bodhi celebra no solo el sacerdocio, sino también que hay más espacios para quienes quieran acercarse.
“Cuando yo empecé a meditar, en los 70, no había un lugar para ir a meditar. Yo leía y decía ‘tengo que ir a Japón o a India’; hoy, cualquier costarricense puede venir aquí a Santo Domingo de Heredia. Y hay otras tradiciones también, hay budismo tibetano, y otras”, concluyó.