Normalidad. No hay palabra que refleje tanto y tan bien su personalidad. Hasta él mismo la utilizó en su impecable discurso de agradecimiento. Rodrigo Hernández Cascante (Madrid, 1996), simplemente Rodri, es desde el pasado lunes el mejor jugador del planeta. Así lo atestigua el Balón de Oro que recibió en el Theatre du Chatelet de París , en ausencia y lamento de Vinicius y del resto del madridismo. Y el suyo es exactamente eso, el triunfo de la normalidad. De las acciones bien hechas, sin estridencias y al ritmo adecuado. De la educación regida por valores inquebrantables. El éxito, en definitiva, de un tipo de jugador que parece de otra época, muy alejado del arquetipo actual y que el año...
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