La apariencia de la medida es contribuir a la ortodoxia fiscal que exige Bruselas y ayudar a enderezar el déficit público , que ese sí que va como un cohete. La verdad es que solo es una burda extorsión para meter en vereda de una vez por todas a la gran empresa, a ese poderoso tejido industrial que sortea las exigencias de La Moncloa e intervenir su toma de decisiones efectuando un butrón legislativo en sus cuentas de resultados. Si no pasan por el aro por las buenas, lo harán por las malas, es la consigna. Y mientras el Levante español se ahogaba en una catástrofe que hace añicos el alma, el Congreso consumaba el golpe, ajeno a cualquier límite...
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