Falta de moral pública
Los periódicos han recogido en sus páginas el registro que ha realizado la UCO en la oficina del Fiscal General del Estado a instancias de la sala del Supremo responsable de la investigación en la causa abierta contra él.
La opinión pública ha recibido la noticia con la resignación que proporciona la acumulación de anomalías democráticas que se están viviendo. La izquierda está rota con el caso Ábalos y, ahora, con las denuncias contra Errejón.
El líder socialista ha convertido su afán por ostentar el poder, lo demás es irrelevante y sobra. Los carnés de ser de izquierdas los reparte el propio Sánchez y el uso partidista de las instituciones está justificado para seguir en Moncloa.
La tragedia de Valencia ha conmovido a la sociedad española que ha visto con dolor como más de 150 personas han perdido la vida.
De manera distinta se lo han tomado en las Cortes que, en plena catástrofe a los diputados les urgía mucho más aprobar la reforma de RTVE que le permite la entrada en el Consejo de Administración a los socios de Sánchez, que acudir a sus circunscripciones electorales para ponerse al servicio de los ciudadanos.
Solo una vez que hubieron votado la reforma, se decretó luto nacional en señal de respeto por las víctimas. Cuando en una coyuntura política importa más el nombramiento de un puñado de cargos que una emergencia nacional, es que los representantes públicos han perdido toda empatía con la sociedad y se carece de moral pública.
El decreto fue aprobado gracias a los votos del PSOE, Grupo Mixto, PNV, Bildu, los republicanos, Sumar y Junts, es decir, todos los que quieren una silla en la mesa del Consejo.
Pedro Sánchez continuó en la India, a pesar de que podría haber regresado en unas pocas horas y haber asumido la dirección de la gestión de la crisis desde el territorio, el Gobierno debería haber declarado estado de emergencia nacional asumiendo sus responsabilidades, pero no lo hizo, y por debajo de la mesa suenan las patadas en las espinillas intentando cargar de culpa al adversario.
El mal de la política española es la falta de moral pública. La mentira es una herramienta de trabajo cotidiana, la falta de coherencia es justificada por la oportunidad política del momento, los intereses y necesidades sociales han sido olvidados y hay una brecha enorme entre lo que siente la sociedad y el cinismo de sus representantes.