El despacho de Juan Cano ( Córdoba , 1939) está lleno de papeles bien ordenados y en la mesa auxiliar hay un ejemplar de la revista 'Time' de 2023 que da cuenta de los mejores inventos y productos del año, y que incluye los aguacates de la variedad 'Luna' que comercializa Eurosemillas , la firma que él fundó en 1969 con cien mil pesetas prestadas y que hoy está formada por 26 empresas dedicadas a la comercialización de productos vegetales innovadores, presentes en cuarenta países y a punto de abrirse camino en India . «No quiero parecer un señorito, que los detesto», bromea Cano ante el fotógrafo cuando posa para su cámara. -¿Por qué no le gustan los señoritos? -El señorito es una figura que tiene mucha más carga negativa que positiva. Y que conste que a veces yo los he tenido que defender en tierra ajena. Y es verdad que hay muchas formas de ser señorito. Yo hice la milicia universitaria en Cataluña, y allí los defendí, porque allí también hay un espíritu señoril, pero de otra manera. El señorito es una persona que marca una distancia social con el de al lado muy negativa. El señorito le da mucha importancia a su ego personal, a su vanidad, a su satisfacción personal, que a veces no tienen por qué ser malas, porque pueden ser una motivación para hacer más cosas. El señorito tiene que saber que lo que hay que buscar es el éxito empresarial, el valor añadido, la creación de puestos de trabajo y equipos humanos que anden solos como el Barcelona ahora, que da gusto verlo jugar porque están conjuntados. -Porque una empresa sin su factor humano compenetrado no va a ningún sitio, ¿no? -Mire, yo creo que la esclavitud existe hoy en día. -¿Sí? -Sí. Porque yo me figuro a una persona que todos los días tiene que levantarse a la misma hora, que tiene que ir al mismo sitio, que tiene que picar en el mismo lugar, y que además resulta que trabaja en un tema que no le gusta y además con compañeros con los que no está a gusto, pero que aguanta por las obligaciones que tiene que asumir. ¿Toda una vida así? Son las nuevas formas de esclavitud. Niño de la posguerra, su padre, pequeño agricultor, se mudó a San Lorenzo para que sus hijos pudieran estudiar en los Salesianos. Del Bachillerato con los de Don Bosco pasó a la Universidad de Sevilla a hacer Ingeniería agrícola, y después se puso a trabajar en Córdoba en una cooperativa algodonera al tiempo que estudiaba Empresariales en ETEA, que acababa de inaugurarse. -La formación ha sido clave en su carrera. -Sí, me parece algo básico, tanto desde el punto de vista del desarrollo personal como profesional. -ETEA fue un revulsivo para los agricultores cordobeses y andaluces: nació con el propósito de aplicar la ciencia allí donde había poco más que costumbres. -Ahora la sociedad es más dispersa, pero en esos momentos, en sus inicios, el cincuenta por ciento de la economía era agrícola, cuando hoy no llega ni al cinco por ciento. Como decía un amigo mío, el mejor regadío que hay es el de las cabezas. Yo vi claro que la formación era fundamental. Tuve una iniciativa con un grupo de empresarios de Córdoba de desarrollar las escuelas familiares para agricultores, y hoy en la provincia hay dos escuelas de ingenieros agrónomos, una es la pública y otra la privada de Almodóvar, Torrealba. He tenido, además, la suerte en la vida de formar parte de iniciativas de este tipo: una de ellas fue, como digo, el desarrollo nacional e internacional de las escuelas familiares agrarias, de las que he estado muchos años como presidente en España y de todo el mundo. Yo pertenecí al Comité Económico y Social de la Unión Europea y compartía experiencias con muchas nacionalidades, y absolutamente todos los franceses habían pasado por las escuelas familiares agrarias, y aquí estábamos pensando no en la formación sino en la colocación, porque aquí se hablaba no del puesto de trabajo, sino de la colocación: todo el mundo quería colocarse en un puesto público, porque se pensaba que era la garantía. -A un empresario como usted eso debe entristecerle. -Hombre, es que yo pienso que los dos pilares de la sociedad son la libertad y el bienestar. -Cuando ABC y la Fundación Caja Rural del Sur le dieron en marzo de este año el Premio Simón de Rojas Clemente usted dijo en su discurso justamente eso, y añadía que «el bienestar era responsabilidad de los empresarios». -Sí. El bienestar lo genera el valor añadido, y valor añadido lo genera el mundo empresarial, sin entrar en si la empresa sea pública o privada. Vuelvo a la formación: uno es amigo de alguien porque una afinidad; quien fue fundador de Asaja Sevilla y también su presidente me habló cuando estaba pasando la Transición de que estaba pensando en poner una escuela de negocios en Sevilla, que es la Fundación San Telmo, y formé parte de su primer patronato, en el año ochenta, y ahora soy el último mohicano, porque soy el único que queda de ese grupo inicial. San Telmo ha sido un éxito. Una empresa tiene éxito cuando aporta una novedad, porque una novedad se vende en cualquier lado. -¿Aporta más a la sociedad la empresa que el Gobierno? -Mucho más. Vemos que los países en los que el PIB depende de las empresas públicas son de segundo nivel, mientras que en los que tirán del PIB las privadas, pues están en primer nivel. Eso no tiene duda. El fracaso máximo fue el comunismo. Sigo con la formación: colegios privados en Córdoba sólo había de religiosos: estaban los Salesianos, los Maristas, La Salle y El Carmen, eso era lo que había. Y un grupo de amigos desarrollamos aquí la primera iniciativa del primer colegio privado, que son los de Fomento, poniendo cada uno de nosotros las primeras cien mil pesetas, e hicimos un acuerdo para que la formación espiritual la hiciera el Opus Dei. Estábamos Pepe Navarro, Federico Die y hoy hay doscientos colegios con esa filosofía de que los dueños son los padres. Para todo es fundamental la iniciativa privada. Lo público y lo privado se complementan perfectamente. -¿Izquierda o derecha? -Lo importante es tener una clase política adecuada. -¿Y la tenemos? -No. Hay deficiencias significativas en la izquierda y en la derecha. Aquí lo que se lleva es la marginación de unos y de otros, cuando estamos en una sociedad multicultural… Si la diversidad es buena, necesaria y conveniente: la diversidad enriquece. Si yo tengo íntimos amigos que son de izquierda. Íntimos. -Porque usted es de derechas. -No sé si soy de izquierdas o de derechas. Lo que creo es que hay muchas cosas de la derecha que me gustan, principios básicos, pero en la derecha echo de menos a personas que tengan más sensibilidad social. Hay cosas que me gustaría que la derecha hiciera de otra manera, también en Córdoba. Siempre he sido muy crítico con Córdoba. -¿Con sus políticos? -No, con Córdoba en general: con los políticos, con los empresarios… Soy más crítico con quien más tiene, porque quien más tiene es también quien más posibilidades tiene. A los empresarios de Córdoba les llamo propietarios: hay más de ellos que empresarios. -¿En qué se diferencia un propietario de un empresario? -En que un propietario no asume riesgos y un empresario sí. Y lo que únicamente genera el beneficio es el riesgo. -¿Qué es el dinero para usted? ¿En qué medida le hace feliz? -Si le digo lo que pienso de verdad sobre ese tema usted me diría que soy un vanidoso. Pero sí le diré que nunca, nunca he contado el dinero. Ni ahora ni cuando era empleado de una cooperativa: yo solamente me cabreaba a final de mes cuando recogía el sobre, porque pensaba que era injusto: de las veinticuatro horas del día le echaba a eso dieciséis, y había otros que le echaban mucho menos y les pagaban lo mismo. -Entonces no sabe usted cuánto dinero tiene. -No lo sé, no lo sé. Esas formalidades están en manos de mi hija, que es mi mano derecha. Yo hago la misma vida que cuando tenía veinte o treinta años, vivo en la misma casa y el coche que tengo es de 2006, no lo he cambiado desde entonces. -CECO y Asaja acaban de vivir procesos de renovación de sus cúpulas directivas. Qué papel les concede a esas organizaciones patronales. -Primero: son totalmente necesarias. Y segundo: son manifiestamente mejorables. Muchos de estos de estos dirigentes empresariales que hay… Chapó. Pero otros… En general, a las asociaciones empresariales les faltan empresarios en cabeza y les sobran cuadros en cabeza. La mayoría de las asociaciones están en manos de los cuadros. Esto tiene su explicación: hay casos de empresarios que han sido presidentes de patronales y que han pagado las consecuencias de un político que se ha cebado con ellos: indudablemente, el cuadro es más independiente de los políticos que el empresario, pero no conoce tan bien sus problemas.