Ernest Hemingway escribe mucho a máquina, pero de pie, en su casa histórica de La Habana, porque las cosas importantes se cumplen de pie, como el boxeo, según un farde muy suyo. Paul Auster usa con vehemencia una escueta Olimpia SM9, porque no le gustan las computadoras, y sospecha, no inocentemente, que en Amazon está el enemigo. He aquí dos autores que fijan la vértebra de su vida en una máquina de escribir que es, en efecto, la osamenta viva del alfabeto, y un artefacto prehistórico, o casi, porque la máquina de escribir ya no se fabrica. En concreto, no se fabrica desde 2011, cuando la empresa Gobrey and Boyce, en India, puso a la venta los últimos 500 ejemplares....
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