EL agua es como un toro bravo abochornado, impredecible, sediento de llevarse por delante lo que encuentre. Lo mejor es huirle a tiempo, no darle jamás la cara. Te lo dijeron hace unos días: «La lluvia siempre es un golpe de Estado; una toma, una conquista. La lluvia no negocia: impone, dicta, ordena, manda, ocupa. Baja la lluvia y nada se resiste a su avasallamiento». ¿Quién tiene la culpa de tanto desastre, de ese resumen que tiene título de novela ¡—valenciana, para más inri—, 'Cañas y barro'? Y sin contar la peor tragedia, la pérdida de cientos de vidas humanas. Horrible. Pedimos lluvia y nos llueve muerte. ¿Quién responde? Un cañaveral se repone en poco tiempo, los patos saben siempre...
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