Por qué Trump y Harris ignoran al Estado más grande y seducen a sus insignificantes vecinos
El peculiar sistema electoral de Estados Unidos, según el cual el candidato que obtiene el mayor número de votos en un estado se lleva todos los delegados en disputa (a excepción de Maine y Nebraska, que tienen un sistema proporcional), crea situaciones paradójicas que, cada cuatro años, reabren el debate sobre la justicia de un proceso electoral conocido como “winners take all”. (Un debate que, por cierto, avivan los perdedores y desprecian los ganadores y que dura, como diría Sabina, lo mismo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks).
Dentro de esta situación un tanto anómala hay una norma que, sobre el papel, debería aportar un poco de cordura: el reparto de delegados por estados es proporcional a su población para garantizar que el voto de todos los estadounidenses vale lo mismo… o no. Porque incluso aquí se produce una contradicción que en la práctica crea votantes de primera y votantes de segunda, al menos a los caprichosos ojos de los candidatos.
El mejor ejemplo es lo que cada elección viven los ciudadanos de California, el estado que más delegados reparte (54, seguido por los 40 de Texas y los 30 de Florida) pero cuyos votantes son, curiosamente, invisibles ante los políticos por el simple hecho de que aquí todo el pescado está vendido. No merece la pena, por tanto, perder ni un minuto del preciado tiempo de un candidato.
Las encuestas dan por segura la victoria demócrata en California con apenas margen para la sorpresa. Los Angeles Times, la ABC, el New York Times o Real Clear Politics mantienen desde hace semanas a Trump anclado en el 35%, con una expectativa para su rival que oscila entre el 57 y el 60%. La más benévola hacia el republicano le otorga una desventaja de 40 a 47% (Emerson College), y la más adversa, la del Public Publicy Institute of California (PPIC), ensancha la distancia a 60%-29%.
Ante este panorama, los californianos ya tienen asumido que no habrá en su estado grandes mítines ni una labor de apostolado político significativa. Para los votantes más comprometidos con un partido, sin embargo, su misión es otra muy distinta: remangarse para conseguir votos en dos estados vecinos más pequeños, Arizona (11 delegados) y Nevada (tan solo 6), incluidos entre los 7 llamados “swing states” o “estados péndulo”, los únicos en los que hay baile en el ganador de una elección a otra y en los que cada voto cuenta.
Por ello, en el cuartel general del Partido Demócrata y el Partido Republicano en Los Ángeles la actividad es estos días frenética para movilizar a los seguidores en la caza de votos en Arizona y Las Vegas.
“¡Californiano! Tus vecinos de Nevada y Arizona te necesitan. ¿Podrías viajar a estos estados clave para ir tocando puerta por puerta?”.
Este es el primer mensaje que se encuentran los votantes demócratas del estado más poblado de EEUU (y algo muy parecido los republicanos), a quienes sus candidatos no les piden que hagan apostolado en su barrio, en su colegio, en su familia, sino algo más necesario: que se monten en un coche o un autobús, o se enganchen al teléfono, para conseguir los votos decisivos para conquistar la Casa Blanca.
Los demócratas, por ejemplo, tienen un sistema perfectamente engrasado para que prácticamente cada día haya seguidores que persiguen a votantes dudosos de los dos estados.
Las fórmulas son variadas: están, por un lado, los “phone banks”, esa práctica tan americana de coger un listado de teléfonos y llamar uno a uno para preguntar a quien coge el teléfono si va a votar y, en caso de que esté en duda, animarle a que lo haga por Kamala Harris.
Los bancos de llamadas pueden ser “virtuales” (cada uno desde casa) o en las sedes del partido. Los hay prácticamente a diario, en San Francisco, en Los Ángeles, en Oakland, y los voluntarios que hablan español están especialmente valorados.
Otra fórmula son los “carpools”, expediciones en coche para ir a Las Vegas, capital de Nevada (5 horas de trayecto), o Phoenix, capital de Arizona (8), y recorrer las calles para ir tocando las puertas de las casas al más puro estilo “a puerta fría” de los vendedores de enciclopedias.
Para aquellos que lo deseen, el partido pone también a su disposición autobuses que hacen ese mismo recorrido durante toda la noche para, en un amor sin límites a la causa, dedicar el día a ese recorrido domiciliario.
Todas las encuestas dicen que serán estos votantes de los estados bisagras los que elijan quién será el próximo presidente de los Estados Unidos. Si es así, el esfuerzo de los californianos, ya sean republicanos o demócratas, habrá merecido la pena en caso de que su candidato haya sido el ganador de las elecciones.