«La erupción de La Palma es un espectáculo maravilloso, un reclamo turístico que podemos aprovechar». Las indecentes palabras de la entonces ministra Reyes Maroto –hoy apenas otro cordero pascual enviado por el PSOE al Ayuntamiento de la capital para su inevitable sacrificio político– supusieron una premonición de cómo el sanchismo encaró aquella catástrofe natural y en qué quedaron buena parte de todas esas promesas de socorro y amparo. Más de tres años después de aquel tremendo y persistente chaparrón de ceniza, lava y miedo que salían del cráter de Cumbre Vieja, decenas de familias siguen viviendo en contenedores que el paso del tiempo ha convertido en cochambrosos, indignos habitáculos insalubres, mientras sus moradores ven con perplejidad cómo el Gobierno disemina...
Ver Más