Con medio centenar de películas a lo largo de su carrera, Woody Allen ha dejado una huella indeleble en el cine mundial. Su más reciente proyecto, Golpe de suerte (Coup de Chance), marca un hito personal: se trata de su primera película filmada completamente en francés y, según sus propias palabras, posiblemente la última. Aunque no piensa en un retiro total.En entrevista con MILENIO, desde su amada Nueva York, Allen compartió detalles de su nueva película, en la que París, la ciudad que tantas veces ha retratado en sus historias, vuelve a ser el escenario de su mirada; pero más allá del idioma y la geografía, la película es un recordatorio de su amor por el cine europeo que ha influenciado su visión como cineasta.“Es mi película número 50, y me quise dar una pequeña recompensa haciéndola en francés, porque siempre quise hacer una en otro idioma. Y como era mi cinta número 50 y tenía la opción de hacerla en inglés o en cualquier otro idioma, pensé en hacerla en París y en francés, porque posiblemente sea mi última película”, explicó Woody Allen.“Soy un gran fanático de las películas francesas y siempre quise hacer una; así que la hice —dijo el cineasta del otro lado de la pantalla—, París es una gran ciudad, comparable a Nueva York, son las dos metrópolis más grandes en las que he estado. Si tuviera que vivir en una ciudad diferente sería París, me siento cómodo y la disfruto”.La vida, la muerte, el amor, el sexo y la religión han sido temas recurrentes en la filmografía de Allen. Con Golpe de suerte, el cineasta transita por la infidelidad, el crimen y por supuesto, la suerte. Fanny (Lou de Laâge) es una joven que tiene un matrimonio que la satisface económicamente, pero no en lo sentimental, pronto, su vida da un giro radical.“Algunas historias terminan con el personaje feliz y algunas no. Esta chica tuvo una vida muy triste en cierto sentido, tuvo un marido de quien se divorció y luego se casó con la persona equivocada, tuvo una aventura que no salió bien, tuvo un tiempo difícil. No sé qué le pasará después de esto, tal vez haya aprendido algo o tal vez cometa otro error”, dijo.Una carrera marcada por la comediaLa comedia ha sido el pilar de su carrera, aunque siempre aspiró a ser un cineasta “serio”, su talento natural lo empujó hacia otro lado. Su filmografía está impregnada de un humor que, lejos de ser superficial, revela las tragedias cotidianas y las contradicciones humanas. Es un reflejo de su lucha interna por encontrar seriedad en lo cómico y viceversa.“Siempre quise hacer películas serias, muy dramáticas, películas pesadas, pero mi talento natural me llevaba a otra dirección y cada vez que trabajaba, la comedia me resultaba más fácil. Cuando empecé a hacer películas, comencé haciendo comedias porque me resultaba más fácil. Cuando intenté hacer cosas más serias, no era tan bueno en ello”, explicó Woody.Siguió sobre esa idea una y otra vez a lo largo de los años, “las personas que me han influenciado han sido grandes cómicos y también cineastas serios, y mis películas han salido como una combinación extraña de lo cómico y lo trágico, también lo serio. A veces funciona y a veces no, pero así es como las cosas han evolucionado a lo largo de los años”, agregó. Piensa en el retiroAunque podría estar acercándose al final de su carrera, Woody Allen no piensa alejarse del todo. La idea de retirarse no le atrae, pero sí la posibilidad de cambiar de ritmo, dejando atrás el set de filmación para dedicarse por completo a la escritura: “he pensado en la idea de no hacer películas”, dijo el director de Annie Hall, Match Point y Medianoche en París.“No quiero levantarme temprano en la mañana e ir a algún lugar donde haga frío o calor y trabajar durante meses, prefiero quedarme en casa escribiendo. Nunca me retiraría y haría nada, eso sería aburrido, pero estaría muy feliz de quedarme en casa y escribir libros u obras de teatro; podría ser algo que haría. Sin duda es una consideración viable para mí”, agregó.El cine de Woody Allen es puente entre la risa y el drama y aunque él mismo se considere un escalón por debajo de los grandes maestros que admira como Fellini o Bergman, su legado es innegable. Su capacidad para encontrar humor en lo más oscuro y significado en lo absurdo lo ha convertido en una voz única en la historia del cine de las últimas décadas.“He hecho 50 películas, algunas buenas, más malas que buenas, pero nunca he hecho una gran película y no me pongo en la misma clase que esos cineastas. Soy realista, creo que soy un buen cineasta, pero ellos son grandes artistas; yo estoy un peldaño por debajo, he hecho algunas respetables, pero nada que se acerque a las suyas”, comentó.