Bendita infancia la nuestra sin rastro de pantallitas porque, para vencer el tedio, y desde el entusiasmo infantil, leíamos novelas y tebeos con voracidad homicida . Y los releíamos. Libros primorosamente encuardenados y tebeos a todo color representaban artículos casi de lujo que te regalaban en cumpleaños y navidades, así pues, los devorabas una y otra vez con feroz glotonería. A Karl May me lo metía en vena. Cómo disfrutaba, en el lecho, por las noches, gracias a las aventuras protagonizadas por Old Shatterhan y Winnetou. Y creo, aunque no estoy seguro, que en esas páginas fue donde encontré por primera vez la expresión «lengua bifurcada» para definir el carácter mentiroso del hombre blanco. Claro que, da igual hombre blanco...
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