Jorge Aragón: “Boluarte debe de tener sus días contados, pronto será menos necesaria para el Congreso”
El politólogo Jorge Aragón, profesor de la Universidad Católica (PUCP) e investigador del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), considera que la presidenta Dina Boluarte y su Gobierno, por su impopularidad, dependencia del Congreso y acercamiento a convocatoria electoral, se enrumban a una fase de mayor inestabilidad y declive.
—Datum registró que Boluarte tiene un 3% de aprobación. ¿En nuestra historia de presidentes, es quien recibe mayor desaprobación?
—Desde que se mide la aprobación presidencial, no recuerdo aprobación tan baja o desaprobación tan alta. Desde que hay registro, sí es la presidenta menos aprobada por la ciudadanía.
—¿Con tanto rechazo, qué gobernabilidad puede tener?
—Su aprobación refleja bien la sensación de que este Gobierno hace tiempo no gobierna. Sus decisiones son intrascendentes para lo que el país necesita. El único proyecto de este Gobierno es mantenerse y su energía está invertida en eso. La mejor expresión es el ministro del Interior, que no dirige y su función es contener denuncias, salvar su pellejo, proteger a la presidenta de investigaciones. Un país así tiene futuro incierto y poco provisorio. Estamos retrocediendo.
—¿Cómo ha visto las protestas durante APEC? ¿La ciudadanía despierta o todavía?
—Es un proceso largo. No estamos en una nueva fase en que la población empieza a arrinconar al Gobierno. Una explicación es el costo al país del 2022 y el 2023: cómo la protesta fue reprimida, con tanta violencia. Ha sido complicado volver a armar una ola de protesta como aquella. Lo interesante es que la protesta se mantiene, empieza a hacerse más notoria y puede adquirir una nueva dimensión. Lo hace con el tema de seguridad. Es un cambio importante: ya no es la agenda de elecciones anticipadas, el “que se vayan”, sino “nos están matando”. Empero, aún no logra articularse un gran momento de protesta social que haga que finalmente el Gobierno pueda dar un paso al costado, todavía estamos un poco lejos.
—¿Su agenda se amplía a quienes podrían estar más cerca de la llamada coalición en el poder, hacia la derecha?
—Absolutamente. La protesta del 2020 contra Manuel Merino fue más marcada por la lógica de Lima y ciudades grandes. Las del 2022 y 2023 fueron masivas de sectores rurales, ciudades pequeñas, relacionada con la coyuntura de la destitución de Pedro Castillo. La protesta reciente es un poco más urbana y tiene como tema central la seguridad. Hay un recambio, pero no se logra articular una protesta mucho más completa, cohesionada y con una demanda más política.
—Al comparar la aprobación de presidentes, contrasta con Martín Vizcarra, quien como Boluarte ascendió de la vicepresidencia, pero tuvo popularidad. ¿Por qué la diferencia?
—Vizcarra es político curtido, que entiende mejor el contexto y, con todos sus problemas, tenía capacidad de plantearle al país una idea, más o menos conseguir acuerdos mínimos para algunos temas y mucho mejor reclutamiento de sus funcionarios. Boluarte llegó en una carambola y no tiene nada de la ambición de hacer política. Su agenda es ella y su vanidad, frivolidad, además del negocio de la política.
—¿Podría Boluarte haber seguido la fórmula de enfrentar al Congreso en vez de someterse?
—En principio sí, pero era muy complicado. El vínculo de Vizcarra con el Congreso era menos fuerte. Podía plantarse y buscar futuro político. Dina ni tenía intención ni posibilidades. Hubiera podido optar por un gobierno diferente, pero faltó voluntad. No tenía ganas de hacer política en ese sentido. Además, desde el día uno está complicada con varias investigaciones menudas y turbias. Vizcarra debe responder en sus casos, pero Dina comienza mucho más dependiente del Congreso.
—Cerrón dijo que en abril más o menos la sacan, Patricia Chirinos habla de vacarla. Hay voces. ¿Cómo ve ese escenario?
—Bastante probable. Luego de convocar a elecciones, puede ser vacada. La mayoría congresal puede buscar un arreglo más directo, como que no la necesita. Si hubiera renunciado antes, abría un periodo electoral más difícil de prever, ahora la cosa está más encaminada y la tentación será muy alta de no estar asociado a un gobierno tan malo. Desde esa perspectiva, varios levantarán la bandera de “la sacamos por mala”. Sí creo que los días de Dina están contaditos.
—Del Congreso se elegiría otro presidente. ¿Hay quién?
—Es una colección de diferentes liderazgos: fujimorismo, Acuña… No sería tan fácil, pero la tentación de deshacerse de este Gobierno de cara al proceso electoral podría hacer que se busque una figura tolerante. Tendría que ser alguien que les garantice conducción del país del modo más conveniente posible al proceso electoral. Su proyecto trata de influir en este.
—¿Cómo prevé ese proceso electoral con tantos partidos?
—Un terreno incierto. Tanta fragmentación y sobreoferta no se vieron. Si el 2021 tuvo muchos partidos y votaciones chicas en primera vuelta, se puede replicar: la lógica en esa fase difícilmente es agruparse sino tratar de sacar el ticket del balotaje. Puede dar un Congreso más fragmentado. Esto se contrapesa con una votación más alineada. La profunda insatisfacción con esta clase política podría llevar a buscar una figura para encauzar el proceso político.
—¿Ve más posibilidades en los extremos o moderados?
—Por la fragmentación, hay espacio para los extremos y uno puede ir a segunda vuelta. Se puede recomponer, no sé si al centro, pero al menos con una figura que represente, al menos momentáneamente, alternativa a esta clase política, aunque tampoco hay garantía de nada.
—En la derecha, Keiko dice que buscará candidatura de consenso sin pasar del 10%.
—Con 10% se está en posición de no buscar muchos consensos, porque se puede llegar a segunda vuelta. El panorama político en el Perú está tan venido a menos que las posibilidades de que surjan bloques a la derecha o a la izquierda son lejanas.
—¿La experiencia Castillo mató chances de la izquierda?
—La izquierda como Perú Libre tendrá poco futuro. La más seria que se plegó a Castillo momentáneamente también viene descolocada. Puede aparecer otra figura en ese lugar.
—¿Ya el 2025 traerá novedades más claras al respecto?
—Sí, y también más de lo mismo. Tal vez, la novedad más grande sea que Dina será menos necesaria y la campaña electoral empezará a mover las cosas.