Chile-Unión Soviética: a 51 años del vergonzoso “partido fantasma”
Quizá si una de las últimas muestras de dignidad futbolera la dio la ya extinta Unión Soviética, cuando se negó a venir a Chile a enfrentar a La Roja en un Estadio Nacional convertido en un campo de concentración por los militares.
Fue un día como hoy, 21 de noviembre, pero de 1973, cuando tras el empate sin goles registrado en Moscú, los soviéticos se negaron a viajar, tras agotar las gestiones para que la FIFA cambiara la sede de ese partido, definitorio para el Mundial de 1974, en Alemania.
Todo armado
De nada valió que el dictador ordenara trasladar los presos, que se hacinaban en camarines y pasillos interiores, para mostrar un Estadio Nacional normal y ya sin atisbos de golpizas, torturas y fusilamientos tanto reales como simulados, otra forma de tortura.
Los soviéticos no llegaron y, sabiéndolo por anticipado, nuestra Federación de Fútbol organizó un partido amistoso frente al Santos brasileño y una previa que debe estar entre lo más picante y ordinario que se debe haber escenificado jamás en una cancha de fútbol.
El gol del ridículo
Los cinco atacantes, encabezados por Francisco Valdés, capitán del equipo, partieron desde el círculo central hacia el arco sur, tocándose entre ellos la pelota hasta que, invadida el área chica, el “Chamaco” -como decía un relator deportivo de la época- hizo inflar las redes de un balazo.
Los 15 mil asistentes al sainete aplaudieron a rabiar. Hubo algunos que hasta se abrazaron. Sólo unos pocos, acaso para testimoniar que no todo está perdido respecto de la condición humana, no pudieron ocultar el sonrojo que invadió sus rostros.
Y es que una mascarada como ésa no se había visto nunca en una cancha chilena, ni entre el partido entre el “Si me llaman voy FC” frente al “Tres pilitas de huano FC”.
Después del chiste, la goleada
Aquella tarde hicimos el ridículo por partida doble. Porque esos delanteros, que para anotar un gol fantasma se habían floreado, después, frente al Santos, dieron la hora y no la agarraron ni con la mano. Los “grones” nos encajaron cinco y nos dieron un baile a toda orquesta.
*Este artículo se publicó, originalmente, en elagora.net.