El 21 de noviembre no es una fecha cualquiera para los hermanos de la Amargura. No necesitan recordarla anualmente en el calendario porque la llevan grabada en el corazón hasta el final de sus días . En esta jornada, y en todas aquellas en las que la Virgen se encuentra en besamanos en el presbiterio de San Juan de la Palma, el fervor se concentra exclusivamente en Ella. Es un momento para ofrecerle besos, plegarias, dar gracias, pedir perdón o, simplemente, para compartir instantes únicos entre amigos y familiares bajo su mirada maternal. San Juan de la Palma es el templo de la Amargura que cada año por noviembre conmemora el aniversario de su coronación, y van 70 . Son de los días más importantes de esta hermandad que cuenta con la primera dolorosa coronada de Sevilla y la cuarta coronada de la ciudad, tras la Virgen de los Reyes, la Virgen de la Antigua y María Auxiliadora de la Trinidad, ésta última se coronó el mismo año que la Amargura. Para muchos cofrades, esta fecha marca el inicio simbólico de la cuenta atrás hacia la Semana Santa. Sin embargo, en medio de la intensa actividad que viven las hermandades actualmente —probablemente una de las etapas de mayores celebraciones en su historia—, es posible que este momento pase desapercibido. El besamanos se convierte en un encuentro íntimo y profundo entre los hermanos de la hermandad y la Virgen de la Amargura, dejando vivencias imborrables en el corazón de cada uno. Aunque cada devoto lo experimenta de manera personal y única, todos comparten un mismo motivo: renovar su fe y llevar a la Virgen como estandarte en su vida. Están quienes cada año eligen el mismo lugar, a la misma hora y en el mismo momento para postrarse ante la Virgen. También están aquellos que trabajan incansablemente para que todo salga bien, muchos desde el anonimato, ya sea en los cultos públicos o en la gestión interna de la hermandad. Y están quienes convierten la iglesia, sus alrededores y las dependencias de la corporación en un espacio de convivencia y devoción compartida. El pasado jueves, con el besamanos recién hermanas, tres hermanas se abrazaron delante de la Virgen de la Amargura . Una de ellas estaba con el pañuelo para limpiar su mano. En un emotivo abrazo, durante unos segundos, compartieron un momento de profunda devoción que quedará grabado en su memoria, mientras le dirigían sus plegarias. Hubo otro grupo de mayores que aprovecharon para ir al mercadillo de la Feria, pero antes pasaron por San Juan de la Palma para deleitarse ante una de las dolorosas más impactantes de la Semana Santa. Es el día de puro barrio. Cada instante en torno al besamanos de la Virgen de la Amargura es único. Desde la multitudinaria jura de nuevos hermanos, una hermandad que crece a pasos agigantados, hasta la función solemne del aniversario de la coronación, donde el templo se llena al punto de no haber espacio para una silla, y los fieles siguen la eucaristía incluso sin poder verla. Las mañanas varían entre lo íntimo y lo multitudinario. Así es el sábado, cuando los más pequeños ofrecen flores a la Virgen, sus padres lo viven aún más, es como ir pasando de etapa en la vida y ves como las vas tocando todas. Le sigue un encuentro de oración de los jóvenes , que atrae también a hermanos de otras edades. Y en la espléndida mañana del domingo, los mayores, algunos de los cuales fueron testigos de su coronación en 1954, se acercan con devoción a postrarse ante sus plantas, renovando un vínculo que trasciende generaciones. Así es la Amargura: el epicentro de una devoción que cada noviembre brilla con más intensidad que nunca. En este tiempo , cada hermano busca sacar el máximo provecho para acercarse a la Virgen , reviviendo momentos únicos que, aunque no regresarán, sienten la necesidad de repetir una y otra vez.