Español bozal: el legado lingüístico de los esclavos africanos
La población esclava africana que llegó a Hispanoamérica en tiempos coloniales no solo logró aprender el idioma en una situación extrema, sino que lo enriqueció
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Esta crónica es un viaje en el tiempo y la distancia. El trayecto nos lleva a uno de los episodios más vergonzantes de la historia de España, el de la esclavitud. Aunque resulte complicado, intentemos ponernos en situación: estamos en un país de Hispanoamérica durante la época colonial, en el barracón de una mina o de una plantación azucarera, por ejemplo. Allí malviven, hacinadas, cientos de personas. Son esclavos africanos y necesitan aprender la lengua de sus amos. Así nace el habla bozal, una suerte de español marginal, muy rudimentario.
Detengámonos primero en la palabra bozal. Este término se refería, con desprecio, al negro nacido en África que no había adquirido casi nada de cultura europea a finales del siglo XV o principios del XVI. Al trasladar la terminología esclavista a las colonias hispanoamericanas, la palabra bozal empezó a usarse también, de forma más específica, para nombrar a los esclavos nacidos en África que hablaban castellano con dificultad.
Conocida también como media lengua, el habla bozal era, resumiéndolo mucho, el lenguaje reducido del que aprende español por primera vez, en condiciones difíciles y sin lograr un dominio completo de la gramática ni de la pronunciación. “En los barracones de esclavos, el africano prácticamente no tenía contacto con los hablantes nativos. Su contacto era con capataces o mayorales, que solían ser personas de raza mixta y no todos eran nativos, así que esta distancia lingüística con el español se mantenía”, cuenta a Archiletras John M. Lipski, lingüista y profesor estadounidense, especialista en el tema.
Algunos investigadores sostienen que el habla bozal podría haber sido una lengua estable y, de alguna manera, ser precursor del español caribeño de hoy. Germán de Granda, filólogo español ya fallecido, postulaba que “no era impensable que el habla que sirvió de vehículo de comunicación normal entre los moradores de los barracones de esclavos importados de África hubiera pervivido, de generación en generación, por un proceso de continuidad ininterrumpida, renovado en cada nuevo caso de incorporación de negros bozales”.
Sin embargo, hoy en día esto no resulta fácil de demostrar. Lipski sostiene que el tiempo –dos generaciones (entre 1820 y la abolición de la esclavitud en torno a 1880)- no es suficiente: “Sí creo que aportó varias características al habla. Es posible que los africanos no fueran el origen del cambio de consonantes o de la pronunciación de estas, pero sí que contribuyeron a ello. Mi perspectiva es que el africano le daba un empujoncito a otras características que ya existían”.
Las hablas bozales estuvieron bastante extendidas, sobre todo en las islas de Cuba y Puerto Rico, lugares a los que continuamente llegaban nuevas remesas de esclavos directamente de África. Lipski suma Perú y los puertos de Buenos Aires y Montevideo a la lista y añade que “lo interesante de estos países es que había escritores negros que comentaban y reproducían el habla bozal y no lo hacían de forma paródica porque eran de su misma raza. En cambio, los textos de los escritores blancos imitaban el lenguaje solo para burlarse”.
Santeros en trance y canciones
Para Lipski, un testimonio muy valioso fue el de la escritora cubana Lydia Cabrera. Nacida en una familia de latifundistas, escuchaba de pequeña a los africanos y, “como si se tratara de una antropóloga autodidacta, recogió en varios libros abundantes testimonios basados en conversaciones con negros bozales. Tuve la suerte de conocerla y, siendo ya una señora de 90 años, todavía podía reproducir de manera bastante auténtica su lenguaje”.
Cuba proporciona también otras pistas de este ‘español africanizado’ gracias a la santería. Concretamente, a través del lenguaje ritual de palo mayombe afrocubano. Al parecer, los santeros, cuando están en trance, dicen que reproducen el habla de los antepasados, que es el bozal.
Asimismo, en la música cubana hay muchas canciones de la primera mitad del siglo XX que sí tienen características de esa habla. Por ejemplo, el verbo son: “yo son, nosotros son”. Otra forma es elle, en vez de él o ella.
¿Bozal en la Península?
Nos queda la duda de si el habla bozal penetró en la Península Ibérica, y la explicación del profesor Lipski nos convence: “Es poco probable que estuviera presente en España. No había barracones, no había haciendas. Trabajaban más que nada en el servicio doméstico o como ayudantes de algún artesano”.
Según recoge en sus investigaciones, parece ser que el español bozal peninsular fue un fenómeno transitorio que no reunía las condiciones sociodemográficas para convertirse en algo más. En general, los negros nacidos en España adquirían el español de las regiones donde vivían, aunque es posible que se hayan mantenido algunos elementos en el habla de los negros más marginados -por ejemplo, en los infames barrios negros de Sevilla- o en las actividades de las cofradías de negros.