El día que Camilo José Cela llamó "subnormal profundo" al presidente de Cantabria por la disputa del manuscrito de su primera novela
El escritor reclamó en los tribunales el original de 'La familia de Pascual Duarte' que había regalado a José María de Cossío y acabó por escribir otro de su puño y letra que se custodia en la Casona de Tudanca
La Casona de Tudanca, un singular museo bibliográfico en un pueblo de montaña de Cantabria, presume de tener el manuscrito de la novela 'La familia de Pascual Duarte' de Camilo José Cela. Las 200 cuartillas cuadriculadas que empleó para escribir su primera gran obra. Pero, en realidad, no es el original. Aunque sí está escrito de puño y letra por el escritor gallego, hace algunas décadas el Premio Nobel de Literatura se llevó el suyo y dejó una copia, después de un dilatado rifirrafe político y judicial en el que Cantabria, a petición de Miguel Ángel Revilla, estuvo a punto de nombrar al novelista persona non grata. Fue tal la indignación que algún responsable cultural llegó al delirio de proponer enterrar el manuscrito para la posteridad en un lugar oculto de las brañas más altas de Sejos, para que no saliese de la comunidad autónoma.
El escritor tuvo en sus inicios algunas dificultades para publicar 'La familia de Pascual Duarte'. En los años cuarenta, José María de Cossío, un influyente intelectual muy relacionado, le consiguió editor. Cela, en agradecimiento, le regaló el manuscrito de la novela con una dedicatoria: “Al culpable máximo de que esto haya llegado a publicarse”. Cossío lo depositó en la biblioteca de su hogar cántabro, un casona de estilo montañés en el pueblo de Tudanca. Un recóndito paraje del valle de Polaciones con medio centenar de vecinos donde residía entre mayo y octubre. Una casa que visitaron nombres propios de la literatura y la cultura como Miguel de Unamuno, Rafael Alberti, Gerardo Diego o Gregorio Marañón. Allí recibió y guardó el manuscrito junto a otros de Miguel Hernández, Federico García Lorca o Jorge Guillén, además de más de 3.000 textos originales y cartas de Dámaso Alonso, Manuel Azaña, José María de Pereda o el propio Unamuno, entre otros, en una imponente biblioteca de 25.000 volúmenes.
En otoño de 1961, el escritor se arrepintió de su donación y escribió a Cossío pidiéndole que se lo devolviera con el pretexto de dejárselo a su hijo, que entonces tenía 15 años, “a falta de más sustanciosa herencia”. “Ha llegado el momento de que le haga a usted una petición muy rara que, sin embargo, sabrá entender y hasta explicarse: ¿Quiere regalarme –o, mejor dicho, regalar a mi hijo Camilo José Cela Conde– el original de 'La familia de Pascual Duarte'?”, trasladó.
Cossío le respondió desde Tudanca un mes después: “No tengo razón para ocultarle que me disgusta profundamente su petición, y en ello no puede usted ver sino la estima subidísima en que tengo el manuscrito y en que tengo a su autor, y un poco también la vanidad de exhibir una amistad que tanto me satisface y me honra, al mostrarle a mis amigos”, escribió. Así, le propuso una solución: que le permitiera tenerlo como depósito hasta su muerte “que voy frisando con los 70 y siento la llamada inevitable de la tierra”. A cambio, él se comprometía a dejar constancia del reconocimiento de la propiedad a Cela Conde. “Yo dejaría con el autógrafo una papeleta de mi puño y letra haciendo constar que tal manuscrito lo tengo en depósito y que es propiedad de su hijo”, explicó en una carta.
El incidente en la UIMP
Pero el papel nunca apareció. Cuando en 1977 murió el autor de la enciclopedia de 'Los toros', el patrimonio de Cossío pasó a manos del Gobierno de Cantabria, entonces Diputación. Nadie encontró documento alguno que avalase tal acuerdo. Tras un luto de dos años, Cela decidió reclamar formalmente el manuscrito después de intentarlo por vía indirecta a través de algunos intermediarios, como el propio ministro Rodolfo Martín Villa. Pero la Diputación fue dando largas. El conservador de la Casona de Tudanca, Rafael Gómez, aseguró en la prensa que nadie oyó hablar nunca a Cossío de aquella promesa, ni siquiera sus más estrechos colaboradores: su secretario personal y el párroco, ni su albacea y amigo Ignacio Aguilera, director de la Biblioteca Menéndez Pelayo. Todos ellos coincidieron en que Cossío nunca tuvo voluntad de devolver el manuscrito. Los periódicos también publicaron que, al parecer, Cela solo tenía como prueba una carta mecanografiada que unicamente expresa una intención y que resulta extraña, por cuanto Cossío siempre escribía a mano su correspondencia.
El asunto acabó en los tribunales. Precisamente en ese momento de falta de acuerdo, en el verano de 1982 Cela visitó la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) y declaró públicamente que la UCD de Cantabria “es un espécimen de histéricos llegados al sumum y el presidente de la Diputación de ustedes es un subnormal profundo”.
“Mientras el señor Cela no demuestre con documentos que esta cesión que nos reclama fue voluntad del admirado don José María, de la casa de Tudanca no saldrá ningún documento. Ya puede obsequiarme con toda clase de tacos, que con tanta facilidad reparte Cela por donde pasa, que no cederé”, respondió el insultado, José Antonio Rodríguez, primer presidente de Cantabria tras la aprobación del Estatuto de Autonomía de la Comunidad Autónoma.
“Usted se mea fuera del orinal”
Las palabras de Cela desataron una enorme polémica. “Con estos sujetos, por muy candidatos al Premio Nobel que sean, hay que cortar por lo sano”, espetó en un comunicado el Partido Regionalista de Cantabria (PRC) de Miguel Ángel Revilla, ya por entonces, protagonista político. El PRC, entonces tercera fuerza política en la Asamblea (ahora Parlamento autonómico), pidió declarar a Camilo José Cela “persona indeseable en Cantabria”. ADIC, la Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria, también se dirigió al escritor en un comunicado: “Si detrás de sus palabras se esconde la mala leche que le produjo la negativa de darle el manuscrito de su obra maestra, creemos que usted se mea fuera del orinal”.
Al hilo del creciente enfado de los cántabros, Cela trató de recular. “Ustedes, los de Santander, se han puesto muy nerviosos y han sacado las cosas de quicio. Nunca he pretendido insultar a nadie, simplemente he hecho un diagnóstico que después una cuadrilla de histéricos ha interpretado a su manera”, se defendió. Tiempo después, el escritor y el presidente de Cantabria terminaron haciendo las paces en una cena en Madrid. El gallego se disculpó por los insultos.
En 1983, el juzgado de primera instancia de Santander dio la razón a Cantabria, pero Cela recurrió ante la Audiencia Territorial de Burgos y obtuvo una sentencia favorable. Ante la posibilidad de que la Comunidad llevase el caso al Supremo, hubo una iniciativa de arreglo amistoso. El escritor se comprometió a escribir otra vez la novela de su puño y letra. Lo hizo con precisión, en el mismo papel cuadriculado de cuaderno escolar con 175 hojas numeradas en seis cuadernillos, procurando que tuviera las mismas líneas e idénticos párrafos –“y faltas de ortografía si las hubiera, que no las hay”–, con la salvedad de que 48 años después –advirtió– ni su letra ni su firma “podían ser las mismas”. Tardó dos meses en cumplir el encargo.
Pacto entre caballeros
Así, tras nueve años de disputas, se selló un pacto en el despacho del presidente de la Cantabria, que ya era otro. Ángel Díaz de Entresotos le entregó el manuscrito a Cela para que lo copiase. “Este original cuando fue escrito no tenía el menor interés. Era, simplemente, la obra de un muchacho que contaba por entonces 25 años”, expresó nada más recibir aquellos papeles amarillentos.
En todos esos años, el manuscrito estuvo custodiado en la Casona de Tudanca, en aquel entorno aislado, en las montañas, el refugio donde Cossío y sus amigos intelectuales leían y reflexionaban sin más distracción que la contemplación de la propia naturaleza. La única vez que salió de allí fue cuando el responsable de la casa-museo lo llevó a la Biblioteca Nacional, protegido en su estuche de piel verde, donde lo microfilmaron. También hicieron fotocopias que son las que utilizan los investigadores que quieren trabajar sobre él.
El autor de 'La colmena' cumplió su palabra y en 1991 otro presidente, esta vez Juan Hormaechea, recibió la copia del original de manos del que, años más tarde, coronó su trayectoria literaria con el Premio Nobel de Literatura, el escritor que estuvo a punto de ser persona non grata en Cantabria.
Coincidiendo con la resolución del litigio, Círculo de Lectores editó dos ediciones facsimilares de los dos manuscritos de 'La familia de Pascual Duarte'. Del primero, escrito en 1942, se distribuyeron 980 ejemplares numerados y firmados por Cela, y otros 1.000 del segundo, que en su mayoría fueron regalados a instituciones culturales y universidades.
La copia que atesora Cantabria tampoco es exacta al original. Falta la marca que dejó la ceniza del cigarro de Cela sobre el título de la novela, aquel día de 1941 en el que empezó a escribir la primera página de la novela que le lanzó a la fama. Por su parte, el manuscrito original tampoco ha podido borrar el sello de la Diputación que algún metódico funcionario estampó alegremente en la portada y en la primera página con burocrática naturalidad.
Años después le preguntaron al hijo de Cela por el desenlace: “¿Le entregó su padre el manuscrito?”. “No me dejó tenerlo en las manos más que 30 segundos”, respondió.