Deporte frente al señor Parkinson: Alberto Estrada corre para fomentar la investigación sobre la enfermedad
Tras recibir el diagnóstico, el atleta chiclanero ha asumido la misión de ayudar a los demás
Una enfermedad rara como desafío: una bióloga sevillana investiga un mal que solo sufren 600 personas en el mundo
En una tierra con mucha guasa, a Alberto Estrada, que siempre ha tenido temblores en las manos, sus amigos le vacilaban sin vergüenza. “Estás tú como para robar panderetas, picha”. Todos se reían. Sus temblores se volvieron serios cuando se le sumó la rigidez, los dolores, las caídas. Y entonces llegó el diagnóstico. “Tienes Parkinson”, le dijo un día una doctora con cierta frialdad. Entonces no sabía nada sobre esa enfermedad contra la que ahora corre. No corre para huir. Al contrario. Corre para hacerle frente.
En casa de Alberto Estrada son cuatro. Su mujer Ana Montero, y sus hijos Darío y Ángela. Pero hace dos años se coló un señor sin permiso. “De repente en nuestra mesa se sentó el señor Parkinson. Hay días que ni lo notamos, no parece que esté. Otras veces nos lo trastoca todo y queremos que se vaya. La mayoría de veces está ahí, y hemos aprendido a convivir con él”.
Alberto, criado en Santa Ana, la zona alta de Chiclana (Cádiz), donde hay enormes pistas, siempre fue un niño deportista. “Hacía futbito, baloncesto, balonmano... todo lo que me echaban”. Algunos de sus familiares habían empezado un deporte, nuevo entonces, llamado triatlón que combinaba natación, bicicleta y carrera. Y le animaron. “Yo entonces no sabía ni nadar, pero me enseñaron y me enganché. Era un deporte muy desconocido, hasta el año 2000 no fue olímpico en Sidney, y había gente que lo confundía con el trial de las motos”, rememora con una sonrisa.
Se convirtió en triatleta en 1998. Tenía solo 15 años. Ahora tiene 41. “Hacer deporte en la naturaleza, al aire libre, en la montaña es una pasada. Siempre me ha apasionado el deporte de resistencia”. Tiene varios campeonatos de Andalucía y España a sus espaldas. Y, entre sus logros, haber culminado una carrera de Iron Man: tres kilómetros a nado, 180 de bici y 42, como una maratón, a pie.
Compaginó su trabajo de socorrista con el deporte y conoció a su mujer entre la pandilla. “Era 2007”, recuerda Alberto, “la vi de espaldas y me enamoré de ella a primera vista”, confiesa con ella delante. Ya llevan 17 años juntos, y en su carrera conjunta les acompañan dos niños, Darío, de 13, y Ángela, a punto de cumplir 11. Los dos, también deportistas. “Son nadadores”. Justo lo que más se le resistió al principio a su padre.
“Ser pareja de un deportista es muy sacrificado. Te da muchas satisfacciones, pero también disgustos”, explica Ana, su esposa. “Intentamos ser siempre un equipo, estar en las buenas y en las malas, cuando hay días de éxito, y cuando no”.
“Al menos me tocó la que tiene tratamiento”
Uno de los días más difíciles no fue intentando llegar a una meta. Fue en una consulta del Hospital de Puerto Real. “Yo siempre había tenido temblores en el lado izquierdo, que es el más dañado. Se metían conmigo los colegas. Y me decían tú estás como para robar panderetas, picha. Te pillan del tirón”. Después empezó el insomnio, las pesadillas, los espasmos nocturnos, la rigidez, las caídas. Fue cuando pidieron cita al neurólogo. Y se lo pintaron mal. Tenía síntomas de ELA, esclerosis múltiple o Parkinson. “Al menos me tocó la que tiene tratamiento”, suspira.
El 15 de septiembre en el Hospital de Puerto Real se lo dijeron. “Alberto, tienes Parkinson”. Le dieron el tratamiento y para casa. Se sintió algo desamparado. “Al final eres tú el que se tiene que buscar la vida. Tienes que encontrar el camino. Tuve que investigar si el deporte era bueno o no”. Y fue cuando se coló en la casa de los cuatro un señor que nadie había invitado.
“En los peores momentos te preguntas qué mal has hecho para que a ti te toque esto. Pero luego piensas que hay gente peor que tú”, explica Alberto. Su mujer asiente y defiende cómo el deporte les ha ayudado a afrontarlo mejor. “El cuerpo tiene memoria. Él se ha cuidado, ha aprendido a soportar el dolor en las carreras, a sobrellevarlo, y nos dimos cuenta de que esa enseñanza la podíamos compartir”. Y, tras asumir lo que le pasaba, vieron que tenían una misión: “ser un ejemplo para animar a otras personas”.
De ahí que crearan la página de Facebook ‘A mi manera con el señor Parkinson’, donde comparten sus reflexiones sobre la enfermedad y las pruebas deportivas a las que ha seguido presentándose.
“El deporte te da la dopamina que el Parkinson te quita”
Porque Alberto Estrada, con sus patrocinadores Scott y y Nutrinovex, no ha dejado de correr desde aquel 15 de septiembre de 2022. Ha participado en una carrera de 166 kilómetros por la sierra de Grazalema. 27 horas sin parar. Otra de 130, hace dos semanas, en el valle del Genal, en Málaga. 21 horas seguidas. “El deporte te da la dopamina que el Parkinson te quita. Sin él, creo que me volvería loco, no dejaría de llorar”.
Alberto protagonizará un documental, que se estrenará en enero, en el que le siguen en esa carrera de 27 horas. Y ya está planificando un viaje en bicicleta desde Chiclana a Galicia para hacer el camino de Santiago de Compostela, donde tratará de ayudar a la Fundación Degén, con sede en A Coruña, para recaudar fondos para la investigación en Parkinson. “Yo con un dorsal me transformo”.
Cada mensaje que reciben en su página de Facebook, cada vídeo que le piden para animar a otros, lo ven como un aliciente a seguir corriendo, a seguir luchando. Alberto acaba de recibir un premio en la Gala del Deporte del Ayuntamiento de su ciudad por haberse convertido en un referente.
La familia de Alberto creó unas camisetas con un rayo como un símbolo de su energía. Muchas veces las ven por las calles y se sienten orgullosos. “Hemos creado un ejército”, explica Ana satisfecha. El señor Parkinson sigue en su casa y Ana trata de normalizarlo como la que se le ha colado un vecino que nadie ha invitado. “Es una montaña rusa, hay veces que Alberto está bien y nos olvidamos de que está. Pero otras veces viene mal y tenemos que sobrellevarlo”. Y mientras Alberto sigue corriendo. Pero no para huir. Corre para encarar al señor Parkinson.