En un artículo anterior abordamos el perfil del arquitecto Álvaro González Saz (1883–1936) como técnico que fue del Servicio del Catastro de la Riqueza Urbana en la Delegación de Hacienda de Toledo (1911-1936), arquitecto municipal (1929-1931) y «segundo arquitecto» de la Diputación en 1918. Fuera de la esfera pública también firmó distintos trabajos privados hasta su trágica muerte en 1936. Su producción puede asignarse a la «arquitectura nacional» nacida de la ola regeneracionista tras el desastre del 98 que rehuía los eclecticismos extranjeros. El Pabellón de España proyectado por Urioste para la Exposición Universal de París de 1900, con elementos platerescos y renacentistas, fue un modelo que inspiró el llamado «estilo español». Rucabado, Bellido, Vicente Lampérez y Aníbal Álvarez fueron algunos arquitectos que lo defendieron con éxito en el primer tercio del XX. En Toledo, González Saz adoptó esta corriente al proyectar la Audiencia Provincial de Toledo (1929) y con desigual peso en sus obras particulares. De ellas quedan ciertos ejemplos (lógicamente ya retocados), otros en estado de abandono y alguno, víctima de la piqueta, ya es puro recuerdo. Uno de los primeros encargos en Toledo fue la fachada mudéjar del edificio ubicado en la cuesta de Carlos V, esquina a la travesía de Barrio Rey, propiedad del concejal Eugenio Ortiz Pedraza. El proyecto, que ya lo abordamos con detalle en otro artículo (15/09/2024) , se redactó en 1915, siendo inaugurado en junio de 1916 como Hotel París. En 1918 cambió el uso hotelero por el de Telégrafos hasta 1933 y luego sucesivas sedes administrativas. González Saz aplicó en la fachada una sinfonía de arcos de herradura y ornatos resueltos con ladrillo. Por esta y otras obras, al ingresar en la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, en 1918, el académico Aragonés de la Encarnación le señaló como un «enamorado del arte clásico». Para el empresario Jerónimo Sierra proyectó, en 1918, una panificadora junto al histórico Taller del Moro en el espacio que hoy es el jardín del palacio de Fuensalida. Primero eliminó los restos de una anterior vaquería y creó una nave bajo una armadura metálica y tres hornos giratorios alimentados por carbón con sus respetivas chimeneas. El proyecto lo aceptó la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, aunque la prensa lamentó que al artístico «salón» islámico se le agregase una moderna fábrica. Desde la guerra civil, hasta 1958 aproximadamente, el obrador lo utilizó la Intendencia militar, pasando, en 1964, al Ministerio de Educación Nacional. Tras el derribo se afrontó la rehabilitación del Palacio de Fuensalida y del Taller del Moro. De 1919 y 1920 son dos proyectos de viviendas en Pontezuelas (en el camino del Valle) y en la carretera de Piedrabuena. Ambas de una planta, con cubierta a dos aguas y corrales anejos sobre suelo municipal, cedido bajo un modesto canon anual, siguiendo el modelo generalizado por otros colegas en la Vega Baja, Solanilla, el paseo de la Rosa o los cerros de San Antón y San Blas. Más singular fue una fábrica encargada por la Sociedad Harinera de La Sagra , junto a la estación de Pantoja-Alameda, inaugurada en octubre en 1921. Allí articuló un largo edificio con un núcleo central de cuatro plantas para la maquinaria y, a ambos lados, dos alas simétricas de usos complementarios. Una sucesión de arcos de medio punto recorre la planta baja. La mampostería exterior la enmarcan juegos de ladrillo con molduras diversas y azulejería de Sebastián Aguado . El conjunto muestra hoy un lastimoso aspecto tras años de abandono. En 2004 se inició un expediente para la declaración como Bien de Interés Cultural de Castilla-La Mancha. Otro trabajo, hacia 1920, le llevó a la finca Higares (Mocejón), propiedad de los duques de la Vega. Trazó la mansión y la capilla con castizos perfiles medievales, al igual que otras pudientes familias por entonces alzaban palacetes en sus dehesas y cigarrales. En 1929, González Saz, al servicio del Banco de Ahorro y Construcción , planeó en Los Yébenes una gran casa para el industrial Cayetano Gallego y las estancias precisas para atender la línea de autobuses que explotaba con la capital. En el centro de Toledo también aparecen otras obras. En 1923, en un estrecho solar, propiedad del marqués de la Torrecilla, en Belén, 10, habilitó una tienda en la planta baja y una vivienda repartida en tres niveles volados sobre la acera como sólidos miradores con vistosos azulejos de Angel Pedraza Moriz. Del mismo año es la completa reforma de una gran finca entre Arco de Palacio y Nuncio Viejo, propiedad de Dolores Navarro, esposa de Francisco Ledesma. El inmueble tenía un local comercial con ventanales y dos plantas de viviendas que regularizó totalmente. En los alzados empleó yeso y escayola en unas pilastras corintias y en los dinteles de los balcones. Los livianos miradores poligonales de la esquina acentúan el empaque del edificio. En 1955 la nueva propiedad de la finca era la compañía de seguros La Vasco-Navarra, que añadió una planta más y situó el escudo de la empresa en el chaflán. Un peculiar trabajo de González Saz fue la reforma de los restos del antiguo convento de Trinitarios descalzos, frente al colegio de María Cristina, propiedad de Mariano Alba, comandante de la Sanidad militar, para adecuarlo a casa-cuartel de la Guardia Civil. Para ello el instituto armado había convocado un concurso a fin de arrendar un local donde alojar el acuartelamiento con pabellones para jefes, oficiales y sesenta efectivos. En diciembre de 1925 se inauguró oficialmente la instalación que allí persistió hasta 1936. Otro proyecto único, firmado con su colega del Catastro Luis Ferrero Llusiá, fue el confiado por el industrial Maximino Guerrero para levantar, en la calle de la Sinagoga, el Cine Moderno (1929), cerrado en 1973 y luego derribado. Muy cerca, González Saz reformó dos fincas familiares en 1932. Junto al Cine Moderno, en la calle de la Sinagoga, amplió la casa del procurador Pablo Riesco Alonso para repartir tres amplias viviendas en cuatro niveles. En la fachada ideó sobre la puerta una moldura barroca que no se realizó, como tampoco un mirador de fábrica que cambió por un cuerpo vertical de miradores metálicos. En la calle de la Granada, 2, con vuelta a Hombre Palo, renovó el domicilio del abogado José Esteban-Infantes sobre el local de una farmacia, regularizando las plantas superiores para viviendas. En la fachada empleó ornatos de escayola y miradores metálicos que conjugan con el inmueble de la familia Navarro Ledesma que trazó en la acera opuesta en 1923. Puede decirse que este enclave reúne los últimos proyectos del olvidado arquitecto Álvaro González Saz.