Lobato abre la «operación limpieza» de Moncloa
Juan Lobato terminó dimitiendo. Deja el cargo de secretario general del PSOE de Madrid después de horas de intensas presiones por parte de su partido y de entender que su posición numantina de resistencia estaba generando una «situación de enfrentamiento y división grave (...) que solo iba a dañar al PSOE en Madrid y a los avances en la unidad» que se habían conseguido en sus años al frente del territorio. Explicación oficial que oculta otras variables, como los oscuros movimientos de la guardia de corps de Pedro Sánchez en su contra o el descontrol absoluto en la federación socialista madrileña.
Se va, pero hay quienes apuntan que hay que estar atentos porque, según evolucione la batalla interna, puede acabar siendo una pieza a tener en cuenta en el postsanchismo. Que en el partido cada vez ven más próximo. Ayer, pasadas las dos de la tarde, y a través de una misiva, Lobato cambiaba el guion que él mismo había escrito apenas 24 horas antes cuando comparecía ante los medios para anticipar batalla. ¿Qué ha cambiado? En el PSOE apuntan a que ha sido consciente de su «soledad» y de que estaba en un «callejón sin salida». Pero no se trata de una renuncia total, al menos, por el momento.
Fuentes del PSOE-M dan por hecho que, después de dimitir como secretario general, Lobato dejará también su acta de diputado en la Asamblea, donde es portavoz del Grupo Socialista, y también su acta como senador. Una renuncia que no ha hecho efectiva hasta ahora. Esta decisión no la tomaría, previsiblemente, hasta el viernes. Varios dirigentes consultados por LA RAZÓN señalan que sus movimientos están orientados hacia su declaración como testigo, con obligación de decir verdad, ante el magistrado del Tribunal Supremo Ángel Hurtado, que investiga la filtración de los correos de la pareja de Isabel Díaz Ayuso. Si Lobato mantiene hasta ese momento su condición de diputado y senador también conservará el consiguiente aforamiento en el hipotético caso de que resultase imputado tras prestar testimonio.
En cualquier caso, en el PSOE-M no dan por concluida la carrera política de Juan Lobato, al que consideran «muy joven», aún con 40 años para abandonarla, habida cuenta de que siempre se ha caracterizado por ser un candidato perseverante y con tesón. Es más, consideran que podría volver a la arena política pasado un tiempo, ahora que los socialistas madrileños entienden que el de Sevilla será el último Congreso Federal de Pedro Sánchez y que el PSOE se prepara para afrontar lo que ya muchos vislumbran como la era del postsanchismo.
En la gestión del presente, en la que todavía es Pedro Sánchez el que pilota la estrategia, Lobato es la primera de varias piezas que comenzarán a caer. Aunque los planes de la dirección socialista se hayan torcido respecto al contexto en el que pensaban que se desarrollaría el 41º Congreso Federal, la idea de impulsar una «renovación profunda» a nivel territorial, resolviendo «las carencias y los liderazgos que no carburan» (explicación oficial) sigue plenamente vigente. No tanto porque se pretenda dar un mayor vigor electoral a estas federaciones, sino porque los «peones» orgánicos del presidente trabajan ya para colocarse o colocar a los suyos, a perfiles afines: ahí están los ministros Óscar López, Diana Morant o Pilar Alegría- ¿Objetivo? Seguir controlando el partido y la herencia que deje Sánchez.
Por otra parte, fuentes de la dirección exhiben el caso de Lobato como un aviso a navegantes, un mensaje a los críticos ante eventuales movimientos. De cara al cónclave de Sevilla, Ferraz y los territorios –también los no alineados– se han cuidado de firmar una paz momentánea para no aportar más ruido ni trasladar sensación de lío interno. Si esto todavía fuera posible. «Están todos muy callados. Va todo pactado», avanzan desde Ferraz. Pero una vez que se supere el federal, llegarán los regionales y ahí empezará la guerra orgánica. Nunca antes, desde que Sánchez recuperó las riendas de Ferraz en 2017, se habían escuchado tantos sables.
Ya no son «los dos de siempre» –como se refieren despectivamente a Emiliano García-Page y Javier Lambán, barones tradicionalmente críticos–, al menos hay siete territorios donde se anticipa el fin de ciclo. Algunos, «pedristas» de primera hora que han acabado cayéndose del caballo ante las maniobras de «desestabilización» que, denuncian, provienen de la dirección federal de su partido y de la Moncloa. La puerta de salida que abrió ayer Lobato la tiene también abierta Luis Tudanca. El secretario general del PSOE de Castilla y León fue el primero que se destapó con una maniobra frustrada para adelantar su congreso regional y tratar de blindarse en unas primarias. Se reveló en una entrevista en «Más de Uno» en Onda Cero, en la que denunció las artimañas de Ferraz y tras la que se sumió en un profundo silencio. Lo rompió ayer para trasladar un mensaje de apoyo a Lobato. No es el único territorio. También hay marejada en Aragón, Cantabria, Andalucía o Extremadura.