Ya hace tiempo que la bufanda se ha impuesto al periodismo en demasiadas ocasiones. Aquí y allá. El antagonismo
Barça-Madrid lo contamina casi todo y, de un tiempo a una parte, hay dos personajes ligados nostálgicamente al
Barça que ponen a tono a la prensa merengona. Sus proezas son minimizadas y sus fracasos, cuando los hay, son motivo de titular y regocijo. No hace falta llegar a formar parte de la central lechera para desearles todos los males futbolísticos a
Guardiola y a
Luis Enrique. La noche del martes, a presentadoras de televisión y locutores de radio se les notaba la sonrisa mal disimulada por el triste papel del
City y del
PSG en Europa. Los de
Pep, que ganaban por 3-0 al
Feyenoord a quince minutos del final, vieron como les empataban a tres por tres errores impropios. Una remontada de tal calibre es algo insólito en la historia de la
Champions, más aún si se trata de un pequeño
David jugando en terreno de
Goliat. Si además el equipo de Manchester viene de otro hecho jamás visto como son las cinco derrotas consecutivas, los enemigos toman pan y mojan. Lo del
PSG en la
Champions es, ciertamente, una historia para no dormir. Un equipo que aspira a llegar lejos está a punto de quedar apeado, con tan solo 4 puntos en 5 encuentros. Solo ganaron al
Girona y de milagro. Pero, ¿por qué tanta inquina con
Guardiola y
Luis Enrique? La explicación es clara. Porque hicieron dos
Barças imbatibles, campeones del triplete en 2009 y en 2015, y con un futbol que fue referente en todo el mundo. Además,
Guardiola se ha significado por la independencia de Catalunya y
Luis Enrique es un traidor que dejó el
Real para venir al
Barça. Y todo esto todavía escuece.
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