Un rostro magullado, la frente arañada, una herida en la nariz y los labios en carne viva. La imagen de Pep Guardiola, el entrenador del Manchester City, tras el partido contra el Feyenoord, hablaba por sí sola . Es cierto que la situación fue tensa, pues el equipo neerlandés acabó empatando un partido que a priori parecía controlado por los de Guardiola . Sin embargo lo que realmente hizo saltar las alarmas desde el punto de vista mediático fue lo que el propio Guardiola comentó sobre sus lesiones que, según aseguró, habían sido provocadas por «una uña afilada» y, especialmente, el comentario irónico que siguió a esa explicación: «Quiero hacerme daño». La frase generó tal controversia que el propio Guardiola tuvo que aclarar después a través de la red social X que con ese comentario no quiso trivializar un tema tan serio como las autolesiones o los daños que pueden llegar a infringirse en algún momento algunas personas con problemas de salud mental. Conviene aclarar, por tanto, y como precisa la psicóloga Ana Belén Medialdea ( @anapsicologamadrid ), que existe una diferencia clara entre las personas que se autolesionan de forma frecuente y quienes acaban dañándose a consecuencia de situaciones de tensión , nervios o incluso falta de control. Así, la psicóloga explica que la principal diferencia radica en la intencionalidad y en la función del acto. Así, en el caso de las autolesiones frecuentes la psicóloga explica que suelen tener una finalidad emocional. «Las personas que se autolesionan buscan aliviar un malestar interno intenso , ya sea para gestionar emociones como la tristeza, la ansiedad o el vacío emocional», aclara. En estos casos, la experta explica que autolesión se convierte en un patrón repetitivo que actúa como una estrategia de regulación emocional. En cuanto a los daños relacionados con nervios o presión lo que sucede, según aclara Medialdea, es que se trata más un acto impulsivo, muchas veces inconsciente, que ocurre en un momento de alta tensión, como rascarse o morderse durante un episodio de estrés, por ejemplo. La intención en este tipo de situaciones no es hacerse daño deliberadamente, sino liberar la presión acumulada , aunque pueda tener consecuencias físicas. Comparte esta opinión la psicóloga Lara Ferreiro ( @psicologa_laraferreiro ), quien hace referencia específica al caso de Guardiola explicando que se trata de una autolesión "no suicida" cuyo objetivo es calmar la ansiedad y bajar la presión que está viviendo. Así, la experta explica que esto no significa que pueda haber un trastorno detrás, pues no está intentando causarse un daño importante como sucede en los casos graves, con un problema mental detrás, en los que incluso pueden llegar a provocarse la muerte. En ambos casos, como plantea Medialdea, por su parte, las emociones juegan un papel crucial, pero el trasfondo y la frecuencia distinguen una conducta de la otra. ¿Qué suele haber detrás de este tipo de acciones? La psicóloga Ana Belén Medialdea explica que las autolesiones en contextos de estrés suelen ser una respuesta al desbordamiento emocional . Y revela que detrás de este comportamiento puede haber: - Necesidad de aliviar tensión : El dolor físico puede desviar momentáneamente la atención del sufrimiento emocional. - Falta de herramientas de regulación emocional : La persona puede no saber cómo gestionar su estrés de manera saludable. - Sensación de control : En situaciones de alta presión, dañarse puede dar una falsa sensación de control sobre algo (su propio cuerpo) cuando todo lo demás parece incontrolable. - Este tipo de conductas no necesariamente implica un trastorno mental, pero sí refleja una dificultad para manejar el estrés de manera efectiva. Las autolesiones son muy frecuentes en perfiles exigentes. Según Medialdea, es algo que se ve a menudo en consulta y se da en personas que se autolesionan para liberar tensión porque, de alguna manera, esas prácticas también les inducen un cierto «placer prohibido», como por ejemplo morderse las uñas, quitarse los 'padrastros', o incluso comer para vomitar... En este sentido la psicóloga explica que existen ciertos rasgos o situaciones que aumentan la probabilidad de que surjan: - Personas altamente autoexigentes : Aquellas que se presionan excesivamente para rendir y pueden llegar a somatizar el estrés. - Personas impulsivas : Quienes tienen dificultad para detenerse y pensar antes de actuar, reaccionando de manera física ante la tensión. - Quienes reprimen sus emociones: Personas que no expresan o procesan sus emociones de forma saludable pueden acumular tensión hasta que esta se libera de manera inadecuada. - Contextos de alta presión: Profesionales como entrenadores, deportistas o personas en posiciones de liderazgo pueden estar más expuestos a estas conductas debido a la constante demanda de resultados. Algunas de las señales de alarma que pueden llevar a pensar que se debe consultar a un psicólogo son: - Frecuencia: Si el daño ocurre de manera reiterada o se convierte en un hábito. - Intensidad: Cuando las lesiones son graves o van más allá de rasguños accidentales. - Impacto emocional: Si la persona se siente avergonzada, culpable o incapaz de controlar estos impulsos. - Aislamiento: Cuando evita hablar del tema o empieza a ocultar las marcas. En este sentido la psicóloga explica que se mide evaluando el impacto en el bienestar general y la funcionalidad de la persona. Por ejemplo, si estas conductas afectan su desempeño laboral, social o emocional, es momento de buscar ayuda profesional. El tratamiento que aplica Ana Belén Medialdea se basa en la terapia breve estratégica, que se enfoca en interrumpir el patrón problemático y proporcionar herramientas prácticas. Algunos pasos incluyen: - Identificar cómo está funcionando el problema: Comprender qué desencadena el daño y qué lo refuerza. - Crear alternativas funcionales: Desarrollar estrategias concretas para canalizar el estrés, desde el modelo de terapia breve estratégico tenemos una serie de prescripciones paradójicas que nos permiten cambiar el efecto «sedante o placentero» que pueda llegar a tener esa conducta en algo que sea «tortuoso» para que la persona pueda canalizar el estrés de un modo más funcional, sin lesionarse ni dañarse. - Trabajar con las emociones subyacentes: Ayudar a la persona a reconocer y expresar sus emociones antes de que lleguen al punto de desbordarse. - Intervenciones específicas: Por ejemplo, si la autolesión se percibe como una forma de control, se enseña a la persona a recuperar esa sensación de control de manera sana. En cuanto a las estrategias que pueden ayudar a calmar los nervios en situaciones tensas y con ello evitar hacerse daño, destaca las técnicas de regulación emocional: - Espacios de desahogo emocional: Hablar con alguien de confianza o escribir lo que se siente puede reducir la necesidad de expresarlo físicamente. - Rutinas de autocuidado: Establecer pausas para descansar, practicar ejercicio moderado y cuidar la alimentación ayuda a prevenir la acumulación de estrés. - Planificar momentos de estrés: Si se anticipa una situación tensa, prepararse mental y físicamente puede reducir el impacto. Lo importante, según argumenta la psicóloga, es aprender a reconocer las señales de alarma internas antes de llegar al punto de autolesionarse, adoptando estrategias adaptativas. Y, sobre todo, acudir a un profesional para que pueda estudiar el problema y ayudar a esa persona con la técnica específica que se adapte a cada caso.