Trump: la tormenta perfecta
Recientemente, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, indicó que su gobierno impondrá un 25 por ciento de aranceles a México y Canadá si antes no se resuelve - y quién sabe que entienda él por resolver - el problema migratorio y del tráfico de estupefacientes, principalmente del fentanilo.
Es un tanto extraño que haya colocado a México y Canadá en la misma categoría, pues la relación de estos dos países con Estados Unidos es muy diferente. Esto hace pensar que el mensaje de Trump se debió a una decisión que estuvo en ese momento motivada por una ocurrencia. Esto no quiere decir que estas amenazas no sean reales. Sí lo son, pues de eso habló durante su campaña.
No sabemos cuáles podrían ser las razones que lo motivaron para decirlo así y en este preciso momento. Quizás Trump quiere saber qué piensan sus interlocutores en ambos países o quiera comenzar negociaciones antes, incluso, de tomar las riendas del gobierno.
De cualquier manera, ciertamente causó la reacción inmediata de los jefes de Estado de sus dos vecinos del norte y el sur. Efectivamente, Justin Trudeau y Claudia Sheinbaum respondieron de manera diferente. Mientras el premier canadiense tuvo una llamada telefónica con Donald Trump, la presidenta mexicana le envió una carta pública al presidente electo estadounidense.
Ya veremos cuál estrategia funcionará mejor. De cualquier manera, no es buena señal que diversas figuras del gobierno canadiense hayan sugerido que le convendría a su país suscribir un tratado comercial bilateral con Estados Unidos sin México. No es improbable que Trudeau haya hablado ya de eso con Trump.
De cualquier manera, la respuesta de Sheinbaum a Trump fue la indicada, tanto en su premura como en su contenido. En su misiva, la presidenta le indicó al próximo presidente su voluntad de dialogar pero partir de las realidades de los problemas que él señaló. Por un lado, el gobierno mexicano ha hecho lo posible para evitar el flujo de migrantes hacia la frontera sur de Estados Unidos. Un esfuerzo que Trump no reconoce. En segundo lugar, el problema del fentanilo es fundamentalmente de la demanda que proviene de la sociedad estadounidense y de la oferta que se origina, al menos en parte, de otras naciones. Su solución dependerá de una negociación multilateral. En tercer lugar, el próximo gobierno de Estados Unidos tendría que reconocer el gran problema que representa para México el tráfico de armas del norte al sur.
La presidenta mexicana también mencionó acertadamente que México no se quedará con las manos cruzadas si Trump realmente pone en práctica su amenaza de imponer aranceles a México. Aunque ciertamente esto arriesga una guerra comercial que afectaría a nuestro país, no responder como nación soberana sería peor. En este punto, lo mejor es que los aranceles con los que pudiera responder México fueran estratégicos, de tal manera que afecten a ciertas regiones económicamente significativas de Estados Unidos.
Por supuesto que la principal labor a realizar en las próximas semanas será negociar una salida satisfactoria a esta crisis diplomática con Otawa y con Washington. A pesar de todas las diferencias que muchos tenemos con las políticas seguidas por el actual gobierno, la hora llama a la unidad, pues solo así podremos capear la tormenta que se avecina.