La última conspiración sobre periodistas
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Los medios de comunicación viven en un mundo en el que han perdido buena parte de la influencia política que tenían décadas atrás en Europa y EEUU. Al mismo tiempo, se enfrentan a una paradoja. Cada vez son más los que les acusan de ser los auténticos responsables de una situación política deteriorada por la radicalización de los bandos enfrentados. En España, tenemos una variante curiosa. Ante el hecho de que Pedro Sánchez continúa en el poder, voces de la derecha creen firmemente que los culpables son los medios progresistas o de izquierda. Tiene que haber una conspiración que explique su supervivencia cuando hace tiempo lo dieron por muerto y enterrado.
El último en unirse a esta tesis ha sido Ramón González Férriz en El Confidencial. Vaya por delante que he leído muchos artículos suyos y que creo que merece la pena leerlos con independencia de que esté de acuerdo o no con su mensaje. En este caso, me deja perplejo, pero no tanto como para desconocer de dónde proviene esa idea.
Férriz sostiene que “los medios de izquierdas deberían cumplir con su responsabilidad” (ese es el titular) y lanzarse contra Sánchez para que su dimisión sea inevitable. El ejemplo concreto que da es que El País y este diario “han acogido con escepticismo” la declaración de Víctor de Aldama ante el juez. O que no creen que las actividades de Begoña Gómez “sean muy reprobables”. Dejemos a un lado que la foto que ilustra el artículo es una de Wyoming, que no es periodista, entrevistando a Sánchez.
Es imposible subestimar la importancia de lo que dijo Aldama, pero también es necesario, al menos para un periodista, intentar separar lo plausible de lo delirante. Es normal que un preso encarcelado intente ofrecer información a la fiscalía que le pueda servir para recobrar la libertad. Y que engorde su papel en los hechos con el fin de que su testimonio parezca más valioso. Como imputado y a diferencia de un testigo, no tiene la obligación legal de decir la verdad al prestar declaración.
Lo que no es de recibo es tragarse todo lo que dice como si fuera una verdad irrefutable, incluido su delirante relato de la visita frustrada de Delcy Rodríguez a España en la que no pasó del aeropuerto de Barajas. Varios medios han dado la información sobre lo que dijo Aldama como si fuera un hecho confirmado. Ahora parece que el escepticismo, que siempre se ha considerado una virtud entre periodistas, es una especie de lacra en la profesión.
Como ha escrito Jordi Gracia en El País, “las múltiples cabeceras conservadoras de Madrid convierten en sentencia firme lo que apenas son indicios o declaraciones de una inconsistencia infantil”.
En la misma línea que Férriz, pero con un añadido más penoso, Diego Garrocho ha ido más lejos. El columnista de El País y antes jefe de opinión de ABC establece una curiosa comparación: “El final del aznarismo –11M– puso a prueba la credibilidad de muchos periodistas de derechas. Tengo la sensación de que el final de Sánchez hará lo propio con el periodismo de izquierdas”.
Es para morirse de risa con lo del 11M. Los dos periodistas que más apostaron por la teoría de la conspiración del 11M fueron Pedro J. Ramírez y Federico Jiménez Losantos. Nunca les pasó factura su intento reiterado de cuestionar la investigación policial y judicial con el fin de salvar la reputación de José María Aznar. Sus elucubraciones recibieron el apoyo del Partido Popular, empezando por su líder de entonces, Mariano Rajoy. Siguieron en sus puestos durante años a pesar de las reiteradas mentiras y manipulaciones que promovieron.
Y eso es exactamente lo que está ocurriendo ahora. También con Pedro J., que ha dicho que la Moncloa es como la Casa Blanca de Nixon. En realidad, con lo de manipular las pruebas del atentado de 2004, proteger a los culpables y presionar a los testigos para que cambiaran su testimonio, se podría decir que el director de El Español está más cerca de Nixon que cualquier político español.
Por utilizar una noticia de esta semana, veamos lo que ha ocurrido con el hermano de Pedro Sánchez. Ha sido imputado por varios delitos, lo que quiere decir que tendrá que declarar como tal en los próximos meses. Lo que ha salido en varios medios de derecha en los últimos meses es que este músico con muchos años de estudios en el extranjero y con un puesto de trabajo en la Diputación de Badajoz cuenta con un patrimonio millonario que no tiene explicación en una persona con ese empleo. Ahora resulta que el informe de la UCO descarta que tenga esa fortuna, empezando por los 1,4 millones en acciones del BBVA.
Lo cierto es que ahora está imputado, pero la carga sobre su reputación comenzó con todas esas informaciones que publicaron que era millonario, porque lo decían medios como The Objective, Voz Pópuli y El Debate, y replicaba encantado el PP. La sorpresa se reduce al saber que esa instrucción judicial procede de una denuncia inicial del grupo ultra Manos Limpias, el mismo modus operandi del caso Begoña Gómez. Recortes de prensa, Manos Limpias junto a otros despachos fabricantes de querellas y la búsqueda de un juzgado que decida que hay que investigar. Una y otra vez, vemos que esto último no es tan difícil.
Férriz pone como ejemplo las actividades de Begoña Gómez. En este caso, lo que se investiga no es si Gómez se aprovechó de su condición de esposa del presidente del Gobierno, sino si lo que hizo es delito. Vivir en La Moncloa ya es un privilegio. Pero lo que se ha dicho en los medios, incluido aquel con el que colabora Férriz, es que ella pudo cometer varios delitos con su trabajo como directora de una cátedra de la Universidad Complutense. José María Olmo, el redactor que publicó la primera información en El Confidencial, se tiró a la piscina y afirmó convencido en julio que es “probable” que Gómez haya cometido el delito de tráfico de influencias “más evidente y objetivo de la historia del Código Penal”. Para ser un delito tan evidente, la UCO no ha encontrado pruebas por ninguna parte y el juez Peinado tampoco, aunque no cabe duda de que lo está intentando.
Lo último es que se la investiga por un delito de apropiación indebida de un software generado en la Universidad Complutense (y también que tenía pocos alumnos en cada curso, como si tuvieras que ir a la cárcel por eso). Es un software por el que Gómez obtuvo un beneficio total de cero euros. Es lo que ocurre cuando robas algo, lo que por cierto la Complutense ha negado. Sacas un botín de cero euros y sales corriendo temiendo que te alcance la policía.
Los medios progresistas han informado de las graves denuncias de casos de corrupción, como el caso Koldo, o de la situación muy difícil en la que se encuentra el PSOE, en mi opinión, por la previsible imputación de José Luis Ábalos. También este viernes sobre la declaración de Juan Lobato, que al menos confirma que Moncloa contaba con los correos de la Fiscalía antes de que aparecieran publicados en los medios de comunicación (los correos, no su contenido del que se informó el día anterior). No han pedido la dimisión inmediata de Sánchez, como reclama el PP, lo que parece que los coloca en una posición intolerable, según algunos.
Por comparar, los medios de la derecha no le dieron relevancia a la guerra sucia contra Podemos, de la que esta semana hemos tenido otra confirmación en la declaración de un comisario y exresponsable de la lucha antiterrorista en la Policía en el Congreso. Restaron importancia al boicot de la renovación del CGPJ por el PP durante cinco años, que causó graves problemas en los tribunales, incluido el Supremo. Tampoco se inmutaron por las insólitas concentraciones de jueces en ejercicio delante de sus juzgados contra la ley de amnistía, lo que dejaba en no muy buen lugar su apariencia de neutralidad política. Periódicos como ABC publicaron artículos de opinión como el de Juan Manuel de Prada que pedía el asesinato y descuartizamiento de políticos. O, como en el caso del director de El Confidencial, decían que la gestión de la DANA de Valencia era “el 11M de Sánchez”.
Siempre hay gente que se descuelga con afirmaciones estrambóticas sobre el estado de la política española. Todas las semanas hay ejemplos de esto, gente que dice que la democracia está a punto de perecer en España. Será otra de esas cosas que los periodistas de izquierda están ocultando. Rubén Amón, columnista de El Confidencial y tertuliano de El Hormiguero, saca un libro para defender “la palabra y la conversación serena, sin presiones ni intimidaciones”. Comprobemos lo sereno que está. En la conversación, sale el tema del duelo televisivo entre El Hormiguero y la Revuelta, y Amón salta indignado: “Esta es una operación de despacho que ha sido censurada hasta por los consejeros de Televisión Española y que alude a un plan siniestro de Pedro Sánchez contra el programa que más le molesta”. Describe a Sánchez como un genio del mal, un “depredador” y un “vampiro”. Habría que añadir, teniendo en cuenta el éxito de La Revuelta, que es un programador televisivo de primer nivel, lo que es dudoso.
Para comprobar el contenido político del programa de Broncano, conviene recordar que sus hitos de esta semana son una entrevista con un piloto de Moto GP –que supuso una gran polémica con Pablo Motos– y la aparición triunfal de dos chavales de Murcia que responden a los apodos de Zorrorífico y Detective Murciano. Y Sánchez en La Moncloa moviendo los hilos de todo, según Amón. El nuevo Ernst Blofeld al frente de Spectra.
En lo que es un homenaje involuntario al sketch norteamericano de “Conservative voices are being silenced” (las opiniones conservadoras están siendo silenciadas), el periodista le pregunta: “Afirmas que vivimos en tiempos de censura. ¿De verdad hay censura? Tú tienes un altavoz en tres grandes medios distintos, publicas en una editorial enorme”. Obviamente, Amón no pilla la ironía y responde diciendo que la izquierda se ha vuelto “muy puritana” y sacando el tema de Alvise y Telegram.
Entender esa ironía sería motivo de traición para la prensa de derecha. Cuando el Gobierno publicó una orden ministerial con la que su Departamento de Seguridad Nacional asumía las competencias sobre la lucha contra la desinformación de origen extranjero, preferiblemente ruso, como había pedido la Comisión Europea, ¿cuál fue la reacción de El Mundo, ABC y La Razón? Titulares como “Moncloa amedrenta a la prensa con un ‘Comité de la Verdad’” y “El Gobierno crea un ‘Ministerio de la Verdad’ para vigilar a los medios”.
Y ahora cuéntame que es la prensa de izquierdas la que tiene un enfoque totalmente partidista y no informa de la realidad política.
La foto
Es la portada de The New York Times del 25 de noviembre. Algunos han criticado que en el titular no aparezca ninguna pista sobre quién ha dejado sin brazos a este niño. En este caso, se trata de un titular tipo reportaje con el que no se da toda la información esencial, a diferencia de una noticia, para conseguir una frase de mayor impacto para el lector. Se pueden encontrar innumerables ejemplos de titulares de noticias en medios europeos y norteamericanos sobre la destrucción de Gaza en los que se cuenta que han muerto palestinos sin dejar claro quién los ha matado.
En el plano simbólico, la imagen de esta portada es mucho más importante que esas críticas. Un lector habitual de un periódico sabe qué es lo que está pasando en Gaza. No es una catástrofe natural. No es una hambruna o una epidemia. Es una guerra de aniquilación en la que han matado a miles de niños y adolescentes de forma deliberada. Es un precio que el Gobierno israelí ha estado dispuesto a asumir sin ningún remordimiento.
Lo que es muy relevante es que un periódico como el NYT, que en general adopta un punto de vista claramente proisraelí, ponga esta foto en portada, y no es la única de este tipo que ha publicado. La realidad es que la imagen de Israel en Occidente ha sido destruida para siempre. No importa lo que digan o no hagan los gobiernos ante esta destrucción genocida. La gente sabe qué ha ocurrido y sabe que este es el tipo de genocida por el que se redactaron las Convenciones de Ginebra después de la Segunda Guerra Mundial. Para intentar que nunca más volvieran a producirse.
Elegí un mal día para dejar de esnifar pegamento
Es imposible reírse tantas veces en una película como con 'Aterriza como puedas' (1980). Quizá pasa algo parecido con 'Uno, dos, tres', de Billy Wilder, pero esta es una película con un guion muy estructurado y personajes claramente paródicos. 'Aterriza' es la mejor colección de excelentes chistes malos que se haya hecho en el cine. Ha muerto esta semana uno de sus tres directores, Jim Abrahams, que junto a los hermanos David y Jerry, tres don nadies de Milwaukee que sabían muy poco de cine, lograron convencer a Paramount de que les financiara la película, eso sí de muy bajo presupuesto.
A los principales actores, les dijeron que no importaba lo divertido que fuera el chiste, debían interpretar la escena totalmente serios, como si lo que dijeran fuera perfectamente normal. A alguno como Peter Graves (“Joey, ¿te gustan las películas sobre gladiadores?”), hubo que convencerle. En realidad, sólo aceptó el trabajo, porque su esposa y su hija le dijeron que era divertidísima.
La lista de escenas hilarantes es inmensa. Robert Stack entrando en el aeropuerto. Julie Haggerty, inflando el piloto automático. Elegí un mal día para dejar de esnifar pegamento. Las bofetadas a la pasajera que pierde los nervios.
Aquí se puede leer en inglés un artículo con los testimonios de sus tres creadores con un montón de información sobre el rodaje.
Un libro
Recep Tayyip Erdoğan ha dominado la política turca en los últimos veinte años, inicialmente como primer ministro entre 2003 y 2014 y luego como presidente. En su haber está la modernización de la economía de Turquía y el fin del dominio de la política del país por el Ejército. El precio ha sido muy alto y aparece bien reflejado en el libro 'Sentirán el aliento de Turquía en la nuca', escrito por Javier Biosca, compañero de la redacción, que acaba de publicar la editorial Península.
Su autoritarismo se fue acentuando según enlazaba mayorías absolutas en las elecciones hasta que el golpe frustrado de 2016 desencadenó una ola de represión que nunca ha cesado. El objetivo es el movimiento religioso de Gülen, al que Erdoğan acusó de haber organizado ese golpe después de años de infiltrarse en el aparato del Estado. Miles de personas fueron detenidas y decenas de miles perdieron su puesto de trabajo en la Administración y empresas privadas sólo por haber sido militantes de base de ese grupo que fue durante años un importante aliado de Erdoğan. Biosca explica cómo el Gobierno se ha dedicado a intimidar y en algunos casos directamente secuestrar a los miembros del movimiento gulenista que huyeron al exilio.