Recuperar la basura para recuperar la ciudad
No se trata de señalar lo que no funciona, sino de entrar en la arena, asumir la responsabilidad y, con valentía, construir lo que es necesario, incluso frente a la incertidumbre y el riesgo.
En un mundo donde los desafíos urbanos crecen a la par de las ciudades, Guadalajara ha decidido enfrentar uno de los problemas más visibles y controversiales: la gestión de residuos. Durante casi tres décadas, este servicio estuvo en manos privadas, bajo la promesa de eficiencia y modernidad. Pero, como sucede con demasiada frecuencia en los sistemas concesionados, las promesas quedaron incumplidas y las desigualdades persistieron.
Ahora, con una decisión que se siente más como un retorno que como una revolución, Guadalajara busca recuperar el control de un servicio que nunca debió haberse alejado de su propósito original: garantizar equidad, transparencia y calidad para todos sus habitantes.
La gestión pública y su propósito histórico
Los municipios no nacieron para externalizar servicios, sino para garantizar que estos lleguen a todos por igual. Este principio, tan fundamental como las primeras luces de la democracia local, se debilitó en las últimas décadas bajo el influjo del paradigma privatizador. En Guadalajara, esta corriente llevó a la concesión de la gestión de residuos a Caabsa Eagle en 1994, un contrato que, según sus críticos, representó más los intereses del negocio que los del servicio público.
Las fallas del modelo se documentaron durante años: colonias enteras sin cobertura adecuada, una falta casi absoluta de políticas para el reciclaje y una opacidad que minó la confianza ciudadana. Sin embargo, lo que más duele de esta historia es cómo estos problemas afectaron principalmente a los más vulnerables, aquellos que viven en los márgenes de la ciudad y que dependían de un sistema que les falló.
La transición hacia lo público: una decisión con costos y promesas
El anuncio de la presidenta municipal de Guadalajara, Verónica Delgadillo, de poner fin a la concesión y asumir directamente el servicio de recolección de residuos es tanto un acto de valentía política como una admisión de la urgencia de un cambio. Esta transición, que incluye la adquisición de 160 camiones recolectores, se enfrenta a las críticas habituales: ¿será sostenible? ¿Incrementará la deuda municipal? ¿Puede un gobierno local manejar un sistema tan complejo?
Las preguntas son válidas, pero no deben desviar la atención de lo esencial: el modelo concesionado ya no era funcional. Si bien los costos iniciales son altos y los desafíos logísticos significativos, la historia nos muestra que estas transiciones, si se manejan correctamente, pueden transformar ciudades.
Lecciones de París y Barcelona
No estamos ante un experimento aislado. Ciudades como París y Barcelona ya han recorrido este camino, demostrando que la remunicipalización puede ser no solo efectiva, sino también profundamente transformadora. En París, recuperar el control público del agua permitió reducir tarifas y reinvertir en proyectos sociales. En Barcelona, un modelo público de residuos aumentó las tasas de reciclaje y redujo los vertederos.
Lo que estas experiencias enseñan es que la clave del éxito radica en la planificación estratégica y la participación ciudadana. Guadalajara, con herramientas como “Mirada Pública” y “Visor Urbano”, tiene la oportunidad de construir un modelo basado en la transparencia y en la confianza de sus habitantes.
El papel de la ciudadanía
En el corazón de este cambio está la ciudadanía. La remunicipalización no es solo un asunto administrativo, sino un acto político que busca devolver el poder a las personas, garantizando un servicio que, por demasiado tiempo, fue ineficiente y desigual. Esto no significa ignorar los riesgos, sino abordarlos con la convicción de que la prioridad no son los negocios, sino las necesidades de las personas.
Antes del fin
Guadalajara no está reinventando la rueda; está regresando a sus raíces. La remunicipalización de los residuos es una apuesta por lo público en un mundo que a menudo olvida el valor de lo colectivo. Los desafíos iniciales serán significativos, pero las oportunidades son mayores: construir un sistema sostenible, equitativo y transparente que sirva de ejemplo no solo para México, sino para el mundo.
El camino será difícil, pero necesario. Porque, al final, recuperar la basura no es solo una cuestión de logística. Es una cuestión de dignidad, justicia y visión.