Hay que convencer, no vencer
¿Se imaginan que no hubiera marcas en la cerveza? Que cuando fueras a un bar tuvieras que tomarte la que te sirvieran o que en el supermercado la máxima lección fuera el tamaño de la bebida. O algo más estrambótico. ¿Que todos los coches fueran iguales? O que no se pudiera elegir una marca de pasta. Solo el genérico. Una barbaridad me dirán. Pues esto lo vamos a tener gracias a la ministra de Sanidad Mónica García. El día 13 finaliza el plazo de consultas a su «Plan Integral de Prevención y Control del Tabaquismo 2024-2027», aprobado antes de verano, alejado del consenso, y lo peor, de la realidad. Pero, lo aprobará por decreto. Espero que en el Gobierno se lo tomen en serio y tomen medidas, pero no majaderías. Y eso, con su permiso es una majadería.
Todos estamos de acuerdo, fumadores irredentos como yo incluidos, en avanzar en materia de regulación anti tabáquica y en la necesidad de proteger a los menores de los productos de tabaco o de nicotina. Ahora bien, hay medidas que lejos de conseguir el objetivo sanitario, tienen consecuencias indeseadas y además son un despropósito.
La gran medida es la eliminación de la marca añadiendo advertencias sanitarias en la mayor parte de la cajetilla. Que se hagan esas advertencias está bien pero el fumador no se fija en ellas a la hora de comprar el producto, que no se equivoquen los no fumadores «paridores» de la idea. En segundo lugar, se eliminan todos los elementos característicos de la marca, afectando la identificación del producto y la diferenciación entre productos. Para que se hagan una idea irán a comprar un voltaren y se llevarán un genérico. No fumarás Malboro o Camel, ni siquiera Ducados. Fumarás caja verde, negra o arco iris.
¿Y con esto pretenden que se reduzca el consumo de tabaco? Pues no lo tengo tan claro. Un informe de ANDEMA, la asociación que defiende los derechos de las marcas en España, considera que la cajetilla genérica es una expropiación de facto de las marcas y supone un grave precedente para otros sectores como alimentación o bebidas. Pero, lo más significativo es que en Francia ya en 2017 –hace siete años– el responsable de sanidad decía «el empaquetado neutro no ha contribuido a la disminución de las ventas oficiales de tabaco». O sea, se fuma más. Por tanto, no estaría de más que el ministerio analizara las experiencias internacionales que existen a la hora de impulsar estas medidas.
Además, las cajetillas genéricas aumentan la picaresca y la falsificación. Francia, otra vez, registra tasas de consumo ilegal del 47%, mientras que supera el 30% en Australia, Irlanda o Reino Unido, según datos de la consultora KPMG. Conociendo la facilidad española, muy española, de hecha la ley hecha la trampa, me auguro a afirmar que dejaremos a Francia en mantillas y entraremos en el top ten.
Si nos fijamos en el impacto en el sector industrial, los datos son también para dar una vuelta al asunto. De momento hemos visto que aumenta el consumo, que aumenta la falsificación y tenemos en puertas un tercero: el impacto económico. La industria tabaquera se concentra en Extremadura, Canarias y Cantabria. Extremadura, principal región de cultivo y donde se produce la primera transformación de la hoja de tabaco, genera 100 millones de euros y sostiene más de 2.100 empleos locales. En Canarias y Cantabria, donde se concentra la manufactura, el tabaco representa el 12% y el 1,8% del PIB industrial, respectivamente. En conjunto, el sector contribuye con más de 3.710 millones de euros al Producto Interior Bruto (PIB), mantiene 57.400 empleos y aporta 9.500 millones de euros en ingresos fiscales al año, según un estudio de la Mesa del Tabaco presentado en la patronal CEOE. La idea de la ministra podría costar hasta 460 millones de euros y 6.000 empleos, sin olvidar el ecosistema de empresas asociadas también se vería afectado, como las industrias proveedoras de servicios de marketing, papel, cartón y artes gráficas, que verían muy directamente afectada su actividad.
Hay un chiste que dice si hay que ir se va, pero ¿ir pa na? Pues eso. No se reduce el consumo, aumenta el fraude y se deja tocado el sector industrial, la pregunta es ¿la medida es correcta o contraproducente? Algo así también sucede con otra de las medidas «estrella» del decreto. Si el cigarrillo electrónico es una forma de desenganchar del cigarrillo tradicional, el ministerio ha decidido eliminar los sabores. Hombre, eliminar los que enganchan a los críos me parece correcto pero dejar sin alternativa a los fumadores me parece miope. Parece que alguien en el ministerio se ha empeñado en ir de victoria en victoria hasta la derrota final. Apunte final. Soy fumador y en estas cuestiones les doy un consejo. No se trata de vencer porque tengo el BOE, se trata de convencer.