Caer en el marco de la derecha
Valencia bien vale una misa, una vicepresidenta, dos ministros y lo que haga falta con tal de callar a una derecha que confunde los oficios católicos con los homenajes de Estado, parece sentir nostalgia de los tiempos del nacionalcatolicismo de la dictadura e ignora que España es un país aconfesional por obra y gracia de esa Constitución que tanto abraza
Valencia bien vale una misa, la presencia de una vicepresidenta, dos ministros y lo que haga falta con tal de no dar un argumento más a la derecha para su implacable crítica. Cualquier excusa es buena para atizar al Gobierno: que el titular de Cultura no asista a los actos de reapertura de Notre Dame es “intolerable”, pero si son los reyes quienes declinan la invitación no pasa nada. Se ignora y punto. “El Gobierno no está a la altura de la sociedad a la que debe servir”, escribió el domingo Alberto Núñez Feijóo en su cuenta de X, quien no dijo una palabra sobre el plantón de Felipe VI y Letizia.
En el reino del bulo, la información no contrastada y el todo vale, ya hay quien ha puesto en circulación que fue Pedro Sánchez, el anticristo y el autócrata, quien vetó la asistencia de los monarcas a la capital francesa. Hubiera bastado con comprobar, en fuentes oficiales, que las invitaciones cursadas por El Elíseo eran personales e intransferibles y que Zarzuela no ha querido dar ninguna explicación sobre la ausencia de los reyes en un acto que nunca estuvo en la agenda oficial de la Casa Real.
Cuando la verdad ya importa poco y la comunicación política se basa en el cortoplacismo, no hay tiempo para la pedagogía, la reflexión y el argumento. Quizá por eso antes de que el PP, que ya andaba en ello, pusiera a funcionar a pleno rendimiento la máquina del despropósito declarativo sobre la falta de respeto institucional o sobre quién sí o quién no acudiría por parte del Gobierno este lunes a la misa en Valencia por las víctimas de la DANA, la Moncloa anunció la presencia no de uno ni de dos, sino de tres miembros del Ejecutivo, además de asistencia de la delegada del Gobierno en aquella Comunidad.
No era un acto oficial, ni un funeral de Estado como algunos hicieron creer, sino una decisión unilateral del Arzobispado para honrar la memoria de los afectados por la DANA a la que, por cierto, no fueron invitadas todas las víctimas, como denunciaron ellas mismas. “Los que quieran participar y no hayan recibido invitación que se dirijan a su párroco o sacerdote más cercano para solicitar la acreditación”, replicaron las autoridades eclesiásticas, que se cercioraron, eso sí, de la presencia de los reyes y de algunos políticos.
Así que en vez de explicar que España es un estado aconfesional, que ninguna religión tiene carácter estatal y que los poderes públicos están obligados a tener en cuenta las creencias religiosas de toda la sociedad, el Gobierno ha sucumbido una vez más al marco de la derecha y ha enviado a la misa a María Jesús Montero, a Ángel Víctor Torres y a Diana Morant como representación gubernamental creyendo que así se libraría de la andanada.
Ni por esas. Nada es suficiente. Ahora la tacha es que Pedro Sánchez no acudió a una cita que nada tiene que ver con el Estado. Solo cuando la estulticia muta a ignorancia se puede desdeñar que España es un país aconfesional por obra y gracia de esa Constitución que algunos tanto abrazan. Ya es hora de que este país se libre de los tics del nacionalcatolicismo que durante el franquismo lograron la unión estrecha entre política y religión e instalaron que el destino del país se identificaba con el catolicismo. Estamos es el siglo XXI, vivimos en democracia y la Carta Magna dice lo que dice, por más que el popular Elías Bendodo diserte a modo de pontífice para decir que ha sido “el clamor popular” lo que ha hecho rectificar al Gobierno para asistir finalmente a la polémica misa o que Pedro Sánchez no se ha atrevido a ir porque “le da pavor salir a la calle”, ya que tiene “el rechazo amplío de la ciudadanía”.
Sánchez está obligado a asistir cuando se trate de un acto de Estado, y no porque se le antoje a Bendodo o al Arzobispo de Valencia. El Gobierno debería no caer en la trampa de sus adversarios con una sobrerrepresentación en Valencia por aquello del qué dirán. Y los grupos parlamentarios ya están tardando en retomar el debate tantas veces aplazado sobre la laicidad y la reforma de la Ley de Libertad Religiosa de 1980. Sin miedos y sin cortapisas. ¿Alguien ha preguntado acaso qué religión practicaban las víctimas de la DANA? Pues eso. Ni sermones, ni sotanas.