Agua es vida: la lucha por la supervivencia
Tres activistas, tres países… una misma lucha por la supervivencia. La necesidad de mantener el planeta a salvo y cuidarlo, en tanto vivimos de él. Tres realidades que denuncian la codicia desenfrenada, el aprovechamiento de los recursos naturales para beneficio económico, sin importar si el precio es la vida humana misma.
Berta Cáceres, de Honduras; Alberto Curamil, de Chile y Francisco Pineda, de El Salvador, son nombres reales. Son personas que no dudaron en arriesgar sus vidas con tal de liderar procesos de enfrentamiento contra los megaproyectos hidroélectricos, forestales y mineros en sus comunidades.
Los tres abogan por la integración de los pueblos para vencer el capitalismo, el colonialismo y el racismo. No les ha sido fácil. Algunos viven con miedo, reciben amenazas a diario, pero no claudican. Berta, por ejemplo, líder lenca, protectora de los ríos, fue asesinada en 2016. En 2021, un directivo de la empresa DESA fue declarado coautor de su muerte. Su legado perdura.
Las tres historias son contadas en el documental Agua es vida, dirigido por el estadounidense Will Parrinello, quien ha realizado este tipo de audiovisuales por más de tres décadas, premiados en numerosos festivales. La obra cuenta con el guion de Sarah Kast, la fotografía de Vicente Franco, el sonido de Carlos Arias y la banda sonora de Christopher Hedge.
Esta coproducción hondureña, salvadoreña, chilena y de Estados Unidos tuvo su presentación especial en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano el viernes último, en el habanero cine La Rampa, con la presencia del líder mapuche Alberto Curamil y la hija mayor de Berta, Olivia Marcela Zúñiga Cáceres. Emotiva ocasión en la que una vez más se constató cuánto conmueven estas historias de lucha por causas justas que ganan aplausos y apoyo en todo el mundo.
Agua es vida —cuya duración es de 90 minutos— ha recibido el premio al mejor documental en el Festival de Mill Valley, el premio al mejor largometraje en el Festival de Cine y Medioambiente del Caribe (Isla Verde), el premio especial del jurado al Espíritu de Activismo en el Festival de Cine Verde de San Francisco, y estuvo en la selección oficial del Festival Latino de Chicago, el Festival de Florida y el Festival de Cine y Medio Ambiente (EcoZine).
En esta segunda oportunidad para encontrarse con el público cubano, la productora María José Calderón, quién además asumió la edición, conversa con Juventud Rebelde.
«El documental lleva un recorrido de casi un año por diferentes festivales y en cada uno hemos vivido experiencias enriquecedoras. Volver a Cuba es maravilloso, porque es muy importante para nosotros presentar el documental en lugares donde las personas se conectan con las temáticas. Sabemos que así sucede en este país, por eso estamos felices y agradecemos cada muestra de afecto y admiración recibida».
—Como productora y mujer, ¿cuánto te ha aportado Agua es vida?
—Fui parte del proyecto durante cuatro años. Comencé como productora local en Chile y podría contar muchas anécdotas. Lo más difícil siempre es lograr financiar una película, y más aún si se trata de una como esta, que critica políticas de gobiernos.
«Nadie hace documentales por el dinero o por la fama, nuestro gremio lo sabe. Hacemos documentales por la necesidad de contar o recordar historias, mover conciencias, motivar, ofrecer algo que pueda servir de inspiración. Cada vez que mostramos la película
el público lo agradece, se emociona.
«Me quedo con todos los desafíos vencidos, porque a pesar de los retos tenemos las victorias. En el ámbito profesional ha sido muy bueno para mí, y también me quedo, en lo personal, con la fuerza que dejan estas historias.
«Se contagia esa fuerza. Las tres historias revelan estrategias de comunidades que decidieron organizarse y ello demuestra que la unión hace la fuerza. Son fuertes las historias, todas, y la de Berta, que se mantiene viva con sus hijas, más aún. Me ha inspirado mucho».
—El documental es, entonces, un acto de resistencia por parte del equipo de realización. Es una contribución a esa lucha. ¿Cómo lo defines tú?
—Agua es vida es la historia de esas tres personas que no eligieron ser activistas, pero la vida así lo quiso, porque decidieron luchar por lo que creen. Dan su vida por defender el agua, los ríos, los recursos naturales, que son bienes comunes de todos, y que en algunos países han sido privatizados. Sus vidas pueden ser similares a las de muchos hermanos indígenas en Latinoamérica, que han defendido los derechos sobre el agua, la madre tierra y la humanidad.
«Contamos la historia real de cómo proyectos mineros e hidroeléctricos amenazan las fuentes de agua en América Latina. Defendemos en la película la lucha de esos pueblos por proteger su forma de vida y el derecho al agua, que se ha convertido en una cuestión de vida o muerte. Es nuestro aporte porque entendemos que es injusto y que no se puede tolerar la ambición desmedida de grandes consorcios por encima de nuestras vidas y del futuro de la humanidad.
«Los tres activistas recibieron el Premio Ambiental Goldman, conocido como el Nobel ambiental, y han cumplido sanciones penales, y en el caso de Berta —declarada Heroína Nacional por el Congreso Nacional de Honduras— hasta la muerte le llegó.
«Entonces, nuestro documental contribuye a crear conciencia sobre la difícil situación de los pueblos indígenas de estas naciones y sobre los derechos humanos que defienden sus líderes. Ellos son los que protegen el planeta en medio de una crisis ambiental que sigue creciendo. Es una herramienta de denuncia».
La hondureña Berta Cáceres (al centro), fue una gran defensora del medio ambiente. Foto: Fotograma del documental