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De qué habla Europa cuando pide que la pesca en el Mediterráneo sea más sostenible

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Abc.es 
La polémica restricción de días en los que las flotas del Mediterráneo pueden salir a pescar en 2025 -de 130 días a solo 27- llega con un condicionante que ha puesto en primer plano de la actualidad un término ya manido, pero que, máxime tratándose de la pesca, no siempre se entiende: la sostenibilidad. Dicen las autoridades comunitarias que para que los pescadores afectados por la restricción puedan salir a faenar tienen que adoptar «medidas más sostenibles». Estas funcionarán como mecanismos de compensación. Es decir, a más cambios realizados en esta dirección, más días podrán salir a pescar. Podrían recuperar el total fijado para el año anterior, incluso. Esta sostenibilidad de la que habla Europa tiene que ver con el estado en el que se encuentran las poblaciones de peces que son capturados en la cuenca del Mediterráneo. Concretamente, de las especies demersales. Estas son las que viven cerca o en el fondo del lecho marino y, al menos en lo que respecta al ámbito de influencia español, son básicamente la merluza, la gamba blanca, la gamba roja, el langostino moruno, la cigala y dos tipos de salmonetes. Por ello, las nuevas exigencias afectan principalmente a la pesca de arrastre, cuyas artes 'peinan' el fondo del mar capturando lo que la red encuentra a su paso. Esta forma de captura, frente a la artesanal, tiene mayor peso en el Mediterráneo español si se tiene en cuenta el volumen de producto que ponen en el mercado. La cantidad existente de los citados ejemplares es vigilada por los comités científicos destinados a tal fin desde que se aprobara el plan de conservación y explotación sostenible de las poblaciones demersales del Mediterráneo occidental en el año 2019 y se empezase a aplicar al año siguiente. Con recursos especializados, tanto en el puerto como en el mar, estos expertos realizan los cálculos sobre las reservas de peces. El objetivo último es controlar que su índice de mortalidad no sea tan elevado que ponga en peligro su supervivencia a medio-largo plazo. Con los datos recopilados, establecen lo que se denomina el índice de rendimiento máximo sostenible (RMS). Éste se toma como referencia para poner en marcha las herramientas que eviten que las poblaciones de peces colapsen. Hasta ahora, la 'herramienta' empleada más relevante, tanto por su impacto para los trabajadores del mar como para el propio medioambiente, ha sido restringir los días en los que se puede salir a pescar. ¿Cuál ha sido el problema que se ha dado pasados cinco años desde la firma de este plan de protección de las especies? Que el estado de las reservas de estos peces es tal, que aplicando con una regla de tres las recomendaciones científicas para su supervivencia a largo plazo, el 'tijeretazo' se antojaba desmesurado: un 66% de disminución en los días de faena. Ahora bien, frente a la herramienta del recorte de días de pesca existen otras, también válidas para la sostenibilidad de las especies, que son las que ahora ha admitido Europa a cambio de aumentar los días en los que los barcos puedan salir a trabajar. El ancho de los huecos de las redes ha sido una de las medidas. La negociación con Europa se ha cerrado con que se podrán cambiar a mallas con 45 milímetros para la pesca costera y de 50 milímetros para la pesca en aguas profundas. Con solo cambiar esto, ha asegurado tras la negociación con la Comisión el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, se podría recuperar el 80% de los días de pesca. El polémico recorte quedaría así casi neutralizado. Julio Agujetas, responsable de responsable sénior de pesquerías Mediterráneas del sello de sostenibilidad MSC , explica a este diario que el cambio de las redes es una de las tres patas en las que se sustenta lo que se considera una práctica sostenible de pesca. Al incrementar los huecos, el arrastre deja escapar a un mayor número de ejemplares juveniles, con lo que se facilita la supervivencia de estos y, por lo tanto, las opciones de reproducirse. La otra gran actuación tendente a una pesca más sostenible, y a la que pueden optar los barcos españoles de arrastre directamente aludidos por las restricciones europeas, es el cambio en la propia instalación del arte de pesca. El arrastre tradicional, para mantener siempre la red abierta y que en ella entren los peces mientras el barco avanza navegando, tiene una puerta muy pesada que toca directamente con el fondo marino y arrastra, con lo que su impacto en el ecosistema es mayor. Esta es otra de las cuestiones que tiene en cuenta la sostenibilidad: el impacto que tiene la práctica de la pesca en el entorno, ya que puede afectar a otras especies que no son objeto de pesca como la posidonia, corales u otras especies. «Si se cambian las artes por las denominadas puertas voladoras se logra que la instalación quede flotando y no impacte sobre el fondo marino», explica Agujetas. Finalmente, el tercer factor determinante para la sostenibilidad de la pesca es la existencia de áreas restringidas, reservas marinas donde no se pueda pescar. Existen distintos grados de protección legal, pero el objetivo es que al estar limitada la actividad humana, las poblaciones de peces aumenten de tal forma que desborden y aumente de tal forma en el entorno que eleve ese índice de sostenibilidad citado anteriormente. «En España existen numerosas áreas que ha sido minuciosamente estudiadas para que sirvan de forma efectiva para la protección de los ejemplares, no para cubrir expediente», aclaran desde MSC. Se trataría de avanzar más en este sentido. La Red de Reservas Marinas de España, gestionadas por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), incluye hasta ahora 12 reservas marinas que abarcan más de 105.000 hectáreas protegidas, con una gestión que combina conservación, vigilancia, y sostenibilidad pesquera. De ellas, siete se encuentran en el Mediterráneo español. destacan, entre otras, las de Tabarca (Alicante), Cabo de Gata (Almería) o La Dragonera (Baleares). ​ Esta tercera faceta de la sostenibilidad, la existencia de reservas, tiene más que ver con lo que haga la Administración del Estado que con lo que puedan asumir los propios pescadores. Aunque, ante la reivindicación de tener que invertir más en el cambio de las citadas mallas admitidas por Europa, también jugará un papel relevante, ya que podrán habilitar o no ayudas para el sector. Para expertos como los miembros del citado sello MSC, el acuerdo «pone en valor» esas otras herramientas de sostenibilidad que van más allá de la restricción de días que se puede salir a pescar. Sin cambios, a largo plazo, sí que se correría el riesgo de desaparecer en un futuro como actividad porque es el estado de las poblaciones de peces, y los cálculos científicos realizados alrededor de estas, es que dicta qué nivel de captura es asumible. Que ahora Europa haya impuesto estas restricciones o condicionantes no significa que las flotas del mediterráneo no fuesen sostenibles hasta ahora. Las empresas, cuyo registro de actividad está controlado por el Minsisterio de Agricultura, Pesca y Alimentación, han cumplido con los estándares y reglamentos dictados hasta el momento. El condicionante que ahora cambia el contexto está, de nuevo, en el estado medioambiental del entorno que se quiere explotar de forma económica. Otra cosa distinta son los sellos de pesca sostenible que otorgan organismos como el citado MSC. Esta organización tiene un estándar basado en tres factores para dar el certificado que, voluntariamente quien desee, puede obtener tras una fase de evaluación a manos de una autoridad independiente. «No significa que solo sean sostenibles quienes tengan nuestro sello, pero sí hay pesquerías que certifican para garantizar a más la sostenibilidad sus capturas», explica el responsable de MSC. Estos factores están relacionados con el estado óptimo de las poblaciones en las que capture la pesquería que quiera certificar, que tome medidas para minimizar el impacto en el medioambiente que deja al faenar y, por último, que su gestión sea eficaz, con seguimientos de control, vigilancia, cumplimiento de normativa, procesos de toma de decisión, etc. Con el sello MSC solo hay tres pesquerías certificadas en todo el Mediterráneo. Una de captura de chirla en el mar Adriático, en Italia; otra de atún rojo en Francia y una tercera que está a caballo entre el Mediterráneo y el Atlántico, ubicadas en la ciudad de Tarifa, en Cádiz. Al margen de estos certificados, MSC trabaja en distintos proyectos con pesquerías españolas en las que, aunque no hayan llegado aún a certificar, están en el proceso de analizar qué mejoras podrían introducir en sus artes de pesca para respetar la supervivencia a largo plazo de las poblaciones de peces y, al mismo tiempo, del medio de vida de las localidades mediterráneas pesqueras.



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