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¡Ya! Ese poderoso adverbio interjectivo, que insufla dolor

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“La libertad es el derecho de decirle a la gente lo que no quiere oír”

George Orwell

Los giros de la lengua, se encuentran atados a la gnosis, al desarrollo de la conciencia colectiva, de allí que no en vano los “límites del lenguaje, son los límites del pensamiento” (Wittgestein, 2007), las fronteras de aquello que se dice son los vórtices de la lengua, así pues, el adverbio ya, tiene varias interpretaciones sintácticas, es un complemento para verbos y adjetivos en tiempos pasados, “ya hemos vivido  esto”, usado en sentido enfático es un poderoso comando que incardina la imperiosa necesidad de cumplir con algo, de exigir algo o procurar una inmediata solución de una solicitud, precisa su pronunciación la necesidad de tomar una decisión. Como interjección coloquial indica algo que no es tomado en cuenta, que se cae en ello y representa la suma de bienestar o de malestar.

Ya, es un adverbio y una interjección, que explica el final de un ciclo, también es una disyunción lógico distributiva, “ya en las ciencias o en el arte” , permite ser usada como adverbio, para apoyar a alguien o a una situación, “ya te entiendo”, este adverbio monosilábico, contiene una gran carga “ilocutiva en el lenguaje”, (Austin, 1962), esa característica ilocutiva, se la impele el hecho de acotar en los terrenos de la lógica los hechos del habla afortunada, pues con el habla toda una sociedad puede demostrar su infortunio,  “un habla infortunada es el resultado de una sociedad pobre en el léxico, limitada y escindida del lenguaje” (Austin, 1962).

Nuestra adolorida Venezuela, ha sido victima de un cuarto de siglo de horrores, de los más infames empellones de la historia, somos un país en extinción, un ex país, un fardo sangrante, en el extremo septentrional de la América Latina, de la tierra de gracia de colon hemos devenido círculo infernal del Dante, en el séptimo de esos espirales en dónde subyace el mal de los males, la traición, la vileza y la crueldad.

De ser la cuna de Bolívar, pasamos a ser una “cuna vil de esperma en la cual se procrean toda suerte de vicios” (Artaud.A, 2014), nuestro Himno Nacional, antes impoluto símbolo patriótico se ha limitado a un canto cuartelesco, a una canción pronunciada por el caudillo de cara pintada, “quien irrumpió en nuestra historia de manera abrupta” (Mendoza & Montaner C. & Vargas Llosa, 2014), legándole un poder espurio, por manido e irregular a uno de sus acólitos más perversos, perversidad connatural a su absoluta  ausencia de luces y agravada por sus complejos derivados de su torpeza, una suerte de Tiberio del Caribe, un ser gris, grande en proporciones, pero enjuto en virtudes, en bondad y en estética para el bien, en sus manos hemos sido algo más que una argamasa para toda suerte de tropelías, sus atropellos, van desde el terror infligido en los oscuros años 2014 y 2017, hasta el hecho consumado de darle un golpe de Estado a la voluntad popular, pues lo consumado el 28J no es más que el quiebre de la institucionalidad democrática, una hórrida perversión, “un hecho que busca torcer la legalidad de las formas políticas e imponer la violencia en el ejercicio del poder” (Linz, 1978).

Son veinticinco años, de flagelación, veinticinco años de darnos golpes con un sarmiento en la espalda desnuda de una sociedad, atada cual Agripina la Mayor a los pilares del palacio de Capri de Tiberio, una sociedad humillada, crucificada, en estado de continuo terror, de miedo a ser enterrado en vida en las entrañas del monstruo policíaco de un Estado mutado en ergástula oscura, en mazmorra del olvido, usando de nuevo el adverbio interjectivo ya, en su forma temporal de futuro “ya veremos, lo que se ocurre en esas madrigueras del terror”, estamos seguros de que existirá conjunción en símil horror, con lo que se vivió en la liberada Damasco.

El tema es que esas prácticas de tortura, le fueron enseñadas, instruidas y transmitidas a nuestros órganos policíacos, esa lección fue aprendida y aprehendida, desde los más viles intersticios del alma, entraron por las fisuras del espíritu, hablando de fisuras este régimen felón, traidor, tramposo y usurpador se encuentra fisurado, en la ratio técnica de los sistemas esta fisura permite que la estructura se demuela a sí misma, esa fisura es grieta de colectiva evidencia.

Sin embargo, la grieta no supone, inflexión en el horror, este persiste, se mantiene indemne, marmóreo, es más tiende a agudizarse, “las tiranías suelen hacerse más crueles en estos momentos de la transición” (O’Donel, G; Schmitter,P, 1998), esos duros tiempos del horror homicida de la dictadura, del canibalismo de Saturno que devora a sus hijos, es la conducta esperada de estos tiempos de las fracturas de las tiranías, ello no implica que estemos en la marcha triunfal, para ello debemos seguir haciendo lo que se viene haciendo, quitándole el miedo al miedo, enfrentándole y suprimiéndole, su absurda capacidad de causarnos compelimiento de la voluntad, anestesia del alma o parálisis del valor.

Estos tiempos nos compelen a gritar, con clara e inteligible voz: ¡Ya!, un ya en su uso de interjección potente y palmaria, de poner un límite a tantos golpes, a tantas vejaciones, a la suma repetida de toda suerte de violencias desde las verbales, hasta las físicas, el ¡Ya! de la madre suplicante, del hijo desesperado, del niño amenazado, el ¡Ya! de la farsa romana en la cual se ha convertido esta sociedad, que le pone luces de Navidad al horror impuesto, ese ¡Ya! que es comando ascendido desde la súplica para quien nada pierde, desde el miedo y el límite de las emociones, se puede lograr el valor y la fuerza, para luchar por el hecho de existir.

Finalmente, el adverbio ¡Ya!, supone inmediatez, esta situación es innominada, por insoportable, inaguantable, absolutamente endeble, ellos lo saben y ese adverbio ¡Ya! debe ser una advertencia de lo ya visto en Siria, no todos huyeron en el avión, el terror se colude para ejercer el mal, mas no para solidarizarse y escapar en rauda huida. ¡Ya basta!, estamos hartos, cansados y solo imploramos en este adviento al venidero verbo, que se haga carne y se vayan los crueles, que no nos traiga nada, solo se lleve de esta su tierra tanta consustanciación de perversidad y maldad.

A los presos y víctimas de este horror, a los jóvenes sin escuela, a los enfermos sin medicinas, a las familias de luto, suscribo estas líneas y esta columna, para ustedes y para mí el ¡Ya! asume su sentido de adverbio e interjección y nos aproxima a la libertad, a un mundo más justo y plural, un ¡Ya! de inmediato amanecer y regreso.

Referencias

Artaud.A. (2014). Heliogabalo o el anarquista coronado. Buenos Aires: Arginauta.

Austin, J. (1962). Cómo hacer cosas con palabras. Massachusetts: Universidad Harvard.

Linz, J. (1978). The Breakdown of democratic regimes. Virginia: Johns Hopkins University Press.

Mendoza, A., & Montanaer C & Vargas Llosa, A. (2014). ültimas Noticias delnuevo idiota Iberoamericano. Caracas: Editorial Planeta.

O’Donel, G; Schmitter,P. (1998). Transiciones desde un gobierno autoritario. Conclusiones tentaivas sobre las democracias inciertas. Buenos Aires: Paidós.

Wittgestein. (2007). Laberintos del lenguaje. Toledo: Universidad Castilla la Mancha.

 

X @carlosnanezr

IG @nanezc  

La entrada ¡Ya! Ese poderoso adverbio interjectivo, que insufla dolor se publicó primero en EL NACIONAL.




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