Si la caída del tirano Bashar al Assad trae consigo múltiples hechos positivos mirados desde un enfoque concreto, esto no debería obviar que la acogida y el blanqueo de la imagen de quienes lo derrocaron conllevan enormes efectos negativos de carácter universal en lo político, social y cultural. Esta acogida incluye, en el marco de las relaciones ideológicas e internacionales, una respuesta positiva a los planes de Estados Unidos en el nuevo Oriente Próximo, un colonialismo de carácter imperial impuesto a partir de la Segunda Guerra Mundial, como heredero del orden europeo en la región, aunque con nuevas metas y medios. Lamentablemente, algunos países europeos no son capaces de deshacerse de esta herencia, por lo que no hacen otra cosa...
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