Más allá del impacto que tuvo en lo deportivo, dejando al
Barça ya a las puertas de los octavos de final de la
Champions y dando otro golpe sobre la mesa en
Europa ganando a un equipo que encadenaba 13 partidos sin perder en la máxima competición europea, el triunfo ante el
Borussia de Dortmund en el
Signal Iduna Park puso aún más de relieve que en el vestuario del
Barça son una piña. Cuando
Ferran Torres consiguió anotar su segundo gol que suponía el 2-3, no solo todos los jugadores que estaban en el campo acudieron a celebrarlo. También saltaron todos los que estaban en el banquillo, con el capitán
Raphinha a la cabeza, a pesar de que minutos antes había pedido el cambio por precaución al notar unas rampas. La comunión entre todos los jugadores, que la hicieron extensiva con los 3.400 culés que se dieron cita en el
Signal Iduna Park, fue total. “Somos una familia”, reconocía
Hansi Flick en la rueda de prensa posterior al encuentro. Los motivos de que se haya instaurado este buen rollo en el vestuario azulgrana son múltiples. Para empezar, y como ha sucedido en otras etapas en la historia del Barça, lo más importante es que la base del equipo sale de
La Masia.
Gavi, Fermín, Cubarsí, Lamine, Casadó, Balde... se conocen de niños y sienten los colores como nadie, algo que contagian al resto. A ellos se suma que los veteranos como
Lewandowski, Raphinha, De Jong, Iñigo o Koundé tengan muy buena sintonía con los jóvenes. Los cuidan, aconsejan y protegen.
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