La vida de
Ana Guerra siempre ha estado muy ligada al deporte. “Cuando era pequeña, practicaba gimnasia rítmica, también hice equitación durante algunos años y jugué a vóley”, recuerda al llegar al
Hotel Torre Melina Gran Meliá de Barcelona. Sin embargo, tuvo que dejar esta última disciplina por la música. “Soy flautista y tenía que proteger mis dedos. En ese momento jugaba de central y me tiraban todas las pelotas. Cuando me lesionaba, perdía dos semanas de clases de flauta. Era incompatible”.
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