Estas semanas se cena hasta con quien no te apetece. Es lo que tiene diciembre, que termina por devorarte a ti también. Madrid se viste de premios y galas, de cenas y comidas de empresa, de amigos, de obligaciones y efemérides extrañas que se recuperan como cada año al terminarse. Para mi diciembre tiene dos fechas obligadas: la entrega del Gistau y el día que mi padre y yo nos comemos unas angulas. Lo del premio ya se ha consumado. Encima para Peláez, que tiene la prosa en la vista y el juicio en la mirada. No recuerdo cuál de sus columnas me ha gustado más este año. Probablemente la que todavía no ha escrito, como dice mi amigo, Andrés...
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