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Huyen de la violencia, pero no escapan de ella: mujeres migrantes en el Darién mexicano

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Camila, migrante nicaragüense, fue víctima de violencia sexual en México. Viajaba en un autobús de Nuevo León a Tamaulipas, cuando su vehículo fue interceptado por un grupo armado.Varios hombres los bajaron a la fuerza de camino a Reynosa, para llevarlos a una casa de seguridad, donde separaron a las mujeres:“En las noches llegaban y nos sacaban. Ellos nos violaban, después de uno venía el otro, no tenían piedad”, dice en un testimonio recopilado por la ONG Médicos sin Fronteras (MSF).“[Ahora] me estoy tomando un café y no logro sostener mis lágrimas al recordar lo que me pasó. Las psicólogas me han ayudado mucho, estoy en tratamiento y sé que aún me falta mucho para volver a ser la que era”.Tras 17 días en cautiverio, Camila fue liberada en la ciudad de Matamoros, luego de pagar un rescate del que se desconoce el monto. Casos como el suyo se han hecho cada vez más frecuentes.La violencia sexual contra las mujeres migrantes se ha multiplicado en el norte mexicano desde 2019, a raíz del endurecimiento de las políticas migratorias acordadas por Estados Unidos y México durante el primer mandato de Donald Trump y que se mantuvieron con Joe Biden.La exigencia de visas ha buscado contener a las huestes expulsadas por las crisis que detonó la pandemia en América Latina y el Caribe.Pero tuvo el efecto contrario. En lugar de dar marcha atrás, obligó a cientos de miles de hombres y mujeres a guardar largas estancias en México y a usar rutas clandestinas, ofreciendo un gigantesco botín a los grupos ilegales que las controlan.Según cifras de la Agencia de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, los encuentros con migrantes en su frontera sur se elevaron de casi 100 mil al mes en 2019 a más de 300 mil en 2023. Sin contar las caravanas que se apresuran a atravesar México antes de que inicie el segundo mandato de Trump, según MSF.“Cuando el nivel de crisis es potente y la desesperación es grande, las personas toman decisiones de riesgo [...] porque su necesidad de encontrar alternativas es muy alta, y efectivamente al [imponer] visas, lo que hicimos fue que las rutas, los costos, el proceso mismo se volviera muchísimo más complicado para el flujo, pero no lo detuvo”, diceel excomisionado del Instituto Nacional de Migración, Tonatiuh Guillén, reconocido sociólogo que renunció a su cargo en 2019.“Yo creo que esa es una de las grandes lecciones de estos años, desde 2019 en particular: las medidas de contención física o no física, como estas de política migratoria, no son factores de fondo disuasivos, como sí lo son las causas de expulsión y a esas son a las que debemos poner atención”, agrega.Para las mujeres en particular, la travesía del país azteca se ha convertido en un purgatorio y a veces, un verdadero infierno.La Secretaría de Gobernación pasó de registrar 37 casos de violencia sexual contra mujeres migrantes en 2021 a 275 en 2022, un aumento de 643.34%.La mayoría (181) ocurrieron en el estado de Chiapas, puerta de entrada para la migración proveniente del sur del continente. Aunque esto es tan solo la punta visible de una montaña de casos ocultos, advierten las ONG consultadas para este reportaje.Las rutas que siguen las mujeres migrantes en MéxicoEl paso por México se ha dividido históricamente en tres grandes rutas migratorias, señala la plataforma de datos y análisis sobre seguridad Lantia Intelligence, en un informe compartido por ‘Insight Crime’ en marzo de 2023, que coincide con el mapa hecho por la Organización Internacional para las Migraciones para evidenciar cuáles son los caminos más empleados por ellos para cruzar el país.La principal es la del Golfo, que entra por Belice o Guatemala y recorre el lado este del país hasta llegar a Matamoros o Nuevo Laredo, Tamaulipas.Aunque pareciera la ruta más corta, es peligrosa debido a la presencia de grupos armados como el Cártel del Golfo, el Cártel del Noreste y otros remanentes del sanguinario grupo Los Zetas. Así como numerosas células que han hecho de la violencia a la población civil una norma.En la franja central del país, otra ruta parte de la Ciudad de México hasta Ciudad Juárez, Chihuahua, donde la convivencia entre autoridades y grupos armados ha sido ampliamente documentada; priorizando el uso de migrantes con fines de explotación sexual o tráfico de drogas hacia Estados Unidos, que de secuestros o desapariciones.Y finalmente, la del noroeste, que llega a Tijuana o Mexicali en Baja California, o bien a Nogales, en Sonora, o Ciudad Juárez, Chihuahua.Pese a la presencia de grandes grupos criminales como el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación, esta ruta tenía fama de ser la “más segura”. Pero en los últimos años la mortalidad ha crecido de forma acelerada, ya que al peligro se suman las muertes por deshidratación que ocurren durante el paso por el desierto sonorense o los ahogamientos en el río Bravo.Para sobrevivir, muchas migrantes han “normalizado” la violencia sexual, que llegan en ocasiones a considerar como una “moneda de cambio” necesaria para asegurar su tranquilidad, afirma Beatriz Fuentes, directora del albergue Casa Fuentes, situado al poniente de la Ciudad de México, la siguiente parada de quienes ya atravesaron el embudo del sur del país.“Al momento de que entran a la capital el tipo de cambio es la agresión sexual [...]. Es algo muy grave”, advierte.Un sacrificio sólo para descubrir que, después del “oasis” de la metrópoli azteca, donde muchas migrantes sufren de todas maneras acoso, discriminación y condiciones de vida indignas, amontonadas en carpas insalubres cuando no consiguen lugar en los albergues, sigue el infierno del norte, una gigantesca zona, buena parte desértica y que colinda con más de 3 mil 215 kilómetros con Estados Unidos.Las mujeres migrantes se enfrentan al Darién mexicano“Yo le llamo el Darién mexicano”, dice el excomisionado Tonatiuh Guillén, en referencia a la peligrosa selva que separa al sur de Centroamérica. Porque es un espacio en el que se tiene “una colisión entre una gran oleada de personas, una gran necesidad de movilidad y, por otro lado, políticas muy severas. Y en ese escenario el mediador, entre comillas, es el crimen organizado [...], el gran ganador en términos económicos y de logística”. Además de lucrarse con el trasiego de migrantes, el secuestro, la extorsión y la trata de quienes quieren alcanzar el sueño americano, los grupos armados se benefician también de un ingreso proveniente de aquellos que tienen que esperar largos meses en el norte del país para una cita en la aplicación CPB One, con la cual obtener una entrevista en Estados Unidos, así como de las necesidades de quienes son detenidos y retornados a territorio mexicano, lejos de sus países.“Está claro que los cárteles están aprovechándose del creciente número de personas que son devueltas o que se ven obligadas a esperar en México debido a los acuerdos migratorios entre México y Estados Unidos", coincide Tyler Mattiace, investigador de la ONG Human Rights Watch.Sin embargo, es casi imposible evaluar la amplitud del negocio, en la medida en que (consultados por transparencia) la Fiscalía General de la República, la Secretaría de Gobernación y la Comisión Nacional de Derecho Humanos negaron tener estimaciones del volumen del negocio de la trata de migrantes en México. Lo que sí está claro es la violencia sexual que acarrea ese trasegar. En los últimos cinco años, el número de mujeres migrantes en situación irregular en México aumentó en más de 1,127% por ciento, al pasar de 4 mil 046 mujeres registradas por el gobierno federal en marzo de 2019 a 45 mil 633 en 2024, mismo mes, según la Unidad de Política Migratoria, Registro e Identidad de Personas de la Secretaría de Gobernación.Y en el camino, en la estancia en México, “[las mujeres migrantes] tienen riesgo de ser víctimas de violencia de diferentes tipos, del crimen organizado. Sobre todo, aquellas que entran al proceso migratorio de forma irregular y no tienen redes de apoyo [...], sufren asaltos y detenciones arbitrarias, hay desapariciones forzadas, violencia sexual y en ocasiones violencias por parte de servidoras y servidores públicos”, dice Nadine Gasman, expresidenta del Instituto Nacional de la Mujer de México.“Muchas de estas violencias se producen por la idea [errónea] de que la migración irregular es un delito”.El corredor de las Bermudas, otro peligro para las mujeres migrantesEl noreste, en particular, se ha convertido en una suerte de triángulo de las Bermudas en el que los migrantes desaparecen por docenas. El miedo a denunciar es tal que la Secretaría de Gobernación no registró ningún caso de violencia sexual contra mujeres migrantes en Tamaulipas entre 2022 y 2023, de acuerdo con el informe que DOMINGA obtuvo por medio de la plataforma de transparencia. A pesar de que, durante el mismo periodo de tiempo, MSF contabilizó 44 casos en 2022 y 107 en 2023 sólo en las ciudades de Matamoros y Reynosa. Cifras que siguieron aumentando en 2024. En ese corredor, “creemos que el aumento de violencia sexual que hemos visto en los últimos meses, específicamente contra mujeres migrantes, está relacionado también con el aumento de secuestros”, dice Karla Gutiérrez, gestora de asuntos humanitarios de MSF.Eso fue lo que le sucedió a Rosaura, migrante de origen venezolano cuyo nombre fue cambiado por cuestiones de seguridad y que fue secuestrada con la misma modalidad que Camila. Sufrió abusos sexuales durante una semana por parte de sus captores, en Piedras Negras, Coahuila, otro punto rojo en el mapa del noreste. “Algunas de nuestras pacientes nos cuentan que cuando son puestas en cautiverio son maltratadas, no reciben alimentación suficiente ni de calidad, y [...] la mayoría de ellas son víctimas de abusos sexuales y otros tipos de violencia”, detalla Gutiérrez.“No sólo son las consecuencias físicas, que van desde contusiones, traumatismos físicos, embarazos no deseados [...]. También desencadenan síntomas de ansiedad, depresión, estrés agudo, estrés postraumático, entre otros síntomas”.Quizá más que en el caso de otros delitos, las agresiones sexuales contra mujeres migrantes suelen pasar desapercibidas en la medida en que sus víctimas se sienten avergonzadas de contar lo que les sucedió y temen ser reenviadas a sus países de origen si se descubre su situación migratoria.Además, en ocasiones, los agresores son funcionarios corruptos coludidos con los grupos criminales, como lo revelan las capturas a policías y funcionarios de todo nivel cooptados por el crimen organizado, en un país en el que la cifra negra de delitos no resueltos o no denunciados alcanzó 92.9% en 2023, según el Inegi. En estados como Tamaulipas, el periodista Humberto Padgett llegó incluso a relatar en un libro la existencia de una “casta de narcogobernadores”.Mujeres migrantes, víctimas invisibilizadas en el fenómeno migratorioAhora que Trump está a punto de volver a la Casa Blanca, el panorama luce aún más sombrío. No está claro el destino del millón de indocumentados que el bando republicano ha prometido deportar, ante la amenaza blandida por el magnate de imponer a México aranceles de hasta 25% si no controla sus fronteras, según consignó The New York Times. Para Eunice Rendón, coordinadora de la organización Agenda Migrante, con la llegada del empresario neoyorquino “están en riesgo” las solicitudes de visas formuladas por mujeres y niñas migrantes víctimas de trata o violencia familiar. Esos temas “no le interesan” y podría incluso reducir “notablemente este tipo de apoyos migratorios, como ya pasó en su primer periodo en la presidencia”. Con el cierre de las garitas o deportaciones masivas, es posible “que se desorganice más la frontera”, añade esta especialista. “Por eso es importante fortalecer las vías de protección de estas mujeres”. A la pregunta de si la llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia podría cambiar algunas cosas, Mariana Aparicio, responsable del Observatorio de la Relación Binacional México-Estados Unidos, señaló que “no queda muy clara cuál será la estrategia, pero una mayor cantidad de migrantes en el país, sumada a la propia inseguridad que vivimos, forman un caldo de cultivo para que se mantengan estas violaciones a los derechos de mujeres y niñas que pasan por nuestro territorio”. Se suma también la falta de políticas públicas adecuadas y de información para que puedan acercarse con confianza a instituciones donde las ayuden, advierten fuentes consultadas. Para Miriam González, colaboradora del Instituto para las Mujeres en la Migración, en un país en el que se registran cerca de 10 feminicidios diarios y en el que las mujeres tienen “poco acceso a la justicia”, la violencia en general se recrudece hacia las migrantes porque “hay una invisibilidad de lo que están viviendo y tampoco hay políticas públicas enfocadas en atender las situaciones que viven”. La violencia de género es transversal a la experiencia migratoria de las mujeres. Huyen de ella, las acecha en el camino, las recibe en los países de destino, incluso a su regreso. Pero no es la única que sufren.“Estamos hablando también de violencia económica, psicológica, física, comunitaria, institucional”, una constelación de agresiones que incluye –por ejemplo– las ocasiones en que se les niega asistencia médica debido a su condición migratoria, o cuando se ignora estudiar de manera específica la solicitud de asilo de una sobreviviente de violencia de género.“Más que banalización, lo que hay en este país es una invisibilización de las mujeres migrantes, en términos de las violencias que viven”, sentencia González.​LHM/GSC



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