Por los senderos de la locura
Cada vez son más los prosélitos de la 4T que empiezan a caer en la cuenta acerca de a quiénes llevaron al poder.
Se asombran al ver que sus enemigos históricos, es decir la corrupción, la injusticia, las mafias y el gasto público en frivolidades se perfilan como los vencedores de la lucha que ellos apoyaron.
Para una prosélita como Sabina Berman, es incorrecto que se publicite una fotografía en la que aparecen, muy sonrientes, Adán Augusto López, Gerardo Fernández Noroña y Miguel Ángel Yunes en una combi.
Tampoco le gustó que Layda Sansores nombrara secretario de Desarrollo Económico al exsenador panista Jorge Lavalle, que trae un brazalete para estar al alcance de la policía por supuestos sobornos en Pemex dirigido por Emilio Lozoya.
Peor aún, que luego del nombramiento Layda sea recibida en Palacio Nacional y se difunda una foto en que ella y la presidenta Sheinbaum posan mejilla con mejilla y amplias sonrisas en el rostro.
Ni ella ni nadie de los prosélitos de la 4T (que sin militar en Morena pusieron su pluma y su cara al servicio del obradorismo), tendría que asombrarse al ver esas estampas que retratan a los ganadores de las elecciones.
Ya habrán visto el pleito que le echó el líder de los senadores de Morena, Adán Augusto López, al líder de los diputados de ese partido, Ricardo Monreal.
Estamos hablando de una acre y pública discordia entre los dirigentes del partido gobernante en el Senado y en la Cámara de Diputados.
¿Por qué es la estridente disputa?
¿Fue por discrepancias en las reasignaciones presupuestales, en que uno opta por fortalecer a la educación superior sobre la básica?
¿Por la orientación en el gasto en salud?
¿Fue por visiones ideológicas distintas sobre el gasto público?
No. El pleito es por lana.
El tabasqueño se enojó porque le recortaron un poco los caudales de dinero que él maneja, y exhibió facturas dudosas del zacatecano en su paso por el Senado.
Esos son los líderes que los prosélitos de la 4T llevaron al poder.
Ya habrán visto, también, que el titular del Instituto Nacional de Migración en el sexenio de López Obrador, responsable de que fueran quemados vivos 50 migrantes centroamericanos en una cárcel ilegal en Ciudad Juárez, declaró que Solalinde, el cura favorito de AMLO, es “pollero” (que trafica con migrantes).
También habrán leído la advertencia de ayer de la Presidenta, luego de que un funcionario federal celebró su boda en el Museo Nacional de Arte: “Nada de lujos y parafernalia”, ordenó.
¿Y dónde estaba ayer la Presidenta cuando tronó los dedos contra esos disparates?
En una gira por el sureste, donde inauguró otro tramo del Tren Maya y recordó a los servidores públicos una frase de López Obrador: “No puede haber gobierno rico con pueblo pobre”.
¿No les asombra eso?
El gobierno se enriquece con un tren de 515 mil millones de pesos, que pierde dinero, y para pagar ese lujoso capricho, se utilizan recursos que deberían destinarse a superar la pobreza: atención a la salud, mejor educación y crecimiento económico.
Carlos Elizondo, en su artículo de ayer, le puso números al oropel del dispendio de la 4T, donde se retrató la Presidenta: “Entre los 515 mil millones de pesos gastados en el Tren Maya y los 123 mil millones del México-Toluca se han erogado 638 mil millones de pesos. El costo de los intereses de esa cantidad que es parte de la deuda pública es de 50 mil 402 millones de pesos por año, dada la tasa promedio para 2025 de 7.9 por ciento”.
El tren de la locura, además del dispendio, ecocidio y fuente de enriquecimiento de los que llamaron “la mafia del poder”, es un lodazal de corrupción para beneficio de los nuevos ricos de la 4T.
Y qué tal los mafiosos de la 4T que gobiernan los estados. ¿No se asombran de ello los prosélitos del morenismo?
México está a un asesinato de ser Estado fallido.
¿Aún no se percibe?
El país paga con sangre y muertes la frivolidad del presidente López Obrador que por seis años dio manga ancha a los grupos criminales.
La presidenta Sheinbaum y Omar García Harfuch están literalmente rodeados de políticos que hicieron acuerdos con el narco y grupos criminales de otros giros, para ganar elecciones o hacer dinero, y terminaron dominados por ellos.
Con esas compañías no hay ninguna certeza de que el actual gobierno logre frenar la bola de nieve que se hace más grande cada semana.
Hay gobernadores morenistas que comparten el mando en sus estados con los grupos criminales y son inamovibles por su relación con López Obrador.
Apenas arranca el sexenio y los cárteles ya le cortaron la cabeza al alcalde de una capital estatal, a un diputado federal y a un magistrado que fue presidente del Tribunal Superior de Justicia de Guerrero.
Con este paso, cualquier día nos encontraremos con la noticia de que mataron a un gobernador, a un secretario de Estado, a un embajador, o a un dirigente de la oposición partidista o de la sociedad civil.
México no podría eludir el estigma de Estado fallido de ocurrir una desgracia así.
La mirada de las autoridades de Estados Unidos, de las que se van y de las que llegan, está puesta en México y su descomposición.
Con los ejércitos de propagandistas que tiene a su lado, Sheinbaum va a perder la batalla importante: recuperar el control del país.
Todos le venden humo.
El Poder Judicial, que necesitaba mejorarse, está destruido.
Quedará subordinado a la arbitrariedad del partido que ha llevado a México al borde de la ingobernabilidad, y en manos de los que con su actividad criminal nos conducen a ser los ciudadanos indefensos de un Estado fallido.
Eso y más comienzan a ver los prosélitos de la 4T.
Dejaron su nombre y su elevada o escasa reputación atada a vividores que llevan al país por la senda de la locura, que llega a quién sabe dónde, menos a un país más próspero, justo y libre.
Cuando reflexionen sobre las ruinas de su prestigio, les quedaría bien cierto tango de Gardel:
“Mire si no es pa’ suicidarse que por ese cachivache (la 4T) sea lo que soy…”