¿Fin del modelo alemán?
El motor económico de Europa, Alemania, se encuentra en una situación de estancamiento prolongado sin precedentes en las últimas tres décadas. Desde el año 2019, el PIB trimestral de la economía alemana ha mostrado un crecimiento nulo o incluso decreciente, marcando un lustro de absoluta parálisis económica. La situación actual incluso supera en duración al periodo de estancamiento de principios de los 2000, de la que sólo se salió con profundas reformas estructurales.
Según las proyecciones del Bundesbank, la economía alemana seguirá estancada en los próximos años. En 2025, el crecimiento esperado es de un exiguo 0,2%, mientras que para 2026 y 2027 apenas se anticipan incrementos del 0,8% y 0,9%, respectivamente. Esto implicaría un crecimiento acumulado de apenas el 2% en ocho años, una cifra insignificante que refleja la gravedad del problema.
Entre las principales causas destacadas por el Bundesbank para explicar este estancamiento se encuentran: 1. El aumento de los costes energéticos tras la interrupción del suministro barato de gas ruso. 2. Las exigencias de la transición verde, que han erosionado la ventaja competitiva de Alemania en la fabricación de vehículos de combustión interna. 3. El cambio demográfico, con una población más envejecida que reduce la demanda de bienes industriales. 4. La creciente regulación empresarial, que incrementa los costes operativos de las compañías. 5. La incertidumbre política interna, con un gobierno debilitado e incapaz de articular un programa de reformas claro. 6. El aumento del proteccionismo global, que afecta a una economía altamente dependiente de las exportaciones como Alemania. Y 7. La competencia de mercados emergentes, como China, que está ganando terreno en sectores clave como la automoción y la ingeniería mecánica.
La respuesta del Banco Central Europeo ante este problema ha sido bajar los tipos de interés para estimular el endeudamiento y el consumo. Sin embargo, esta política monetaria resulta ineficaz frente a problemas de raíz estructural. La reducción de tipos no puede compensar la pérdida de competitividad, la carga regulatoria o los desequilibrios demográficos que afectan a la economía alemana.
En ausencia de reformas profundas que aborden los elevados costes energéticos, las rigideces laborales y la excesiva regulación, el estancamiento persistirá. Alemania, y por extensión la eurozona, necesitan rediseñar su estructura económica para adaptarse a un entorno global cambiante. Sin estas transformaciones, el futuro económico de Europa seguirá marcado por el estancamiento y la falta de dinamismo.