Las negociaciones pesqueras en Bruselas han sido duras, muy duras , pero más duras están siendo las jornadas que están pasando nuestros pescadores del Mediterráneo y sus familias. Lo llevan siendo desde hace cinco años. Y el resultado del Consejo de Ministros de Pesca de la UE, que concluyó la semana pasada, no ha sido bueno para la flota pesquera de las cinco comunidades autónomas del Mediterráneo, una flota que ya está al límite y a la que cada vez se le complica más el futuro. Llevan años con ajustes, con paradas temporales, sufriendo recortes… Y a las puertas de una nueva Navidad va Bruselas y les regala un tablero de 'Hundir la flota'. La partida empieza con muchos barcos tocados –en los caladeros mediterráneos faenan un total de 3.400 barcos de la Unión Europea y la flota española de arrastre que pesca en ese mar está formada por 565 buques–. A todos ellos afectan las decisiones del último Consejo, que acordó reducir el 10 por ciento de las posibilidades de pesca de gamba roja y el 79 por ciento de los días de faena para los pescadores de arrastre, entre otras medidas. Bien es verdad que hay un mecanismo de compensación que permitiría recuperar muchos de esos días, siempre que se cumpla con los requisitos (nuevos cambios de mallas más grandes, nuevas vedas, ya sean temporales o definitivas, nuevos aparejos, etcétera) que se han establecido. Pero la aplicación de esas medidas requiere de un esfuerzo extraordinario y tiene un coste adicional para unos pescadores que, como ya he comentado, están al límite. La negociación comenzó con una propuesta radical del equipo saliente de la Comisión Europea, basada en un informe científico, realizado con datos de 2023, que no refleja la realidad de los caladeros a día de hoy, tal y como nos aseguran los científicos del Instituto Español de Oceanografía, es decir, sin haber tenido en cuenta las consecuencias positivas que las medidas aplicadas por la flota en los años 2023 y 2024 han tenido en la biomasa de las poblaciones de peces que capturamos, que se están recuperando cada vez más. La propuesta se realizó apenas una semana antes de la toma de posesión del nuevo comisario de Pesca y Océanos, el chipriota Costas Kadis, el cual ha heredado el regalo envenenado de su antecesor, el ahora eurodiputado por Los Verdes de Lituania Virginijus Sinkevicius. Si bien en el momento del inicio de la negociación España contaba con el apoyo de otros países como Francia, Italia, Chipre, Malta, Grecia o Portugal, que garantizaba una minoría de bloqueo, pronto Francia se volvió a descolgar (y ya van varias), deshaciendo la necesaria minoría de bloqueo. A partir de ahí, los ministros se vieron obligados a negociar los mecanismos de compensación arriba mencionados y que en tantos aprietos pueden poner a la flota española. Hay que recordar que el arrastre en el Mediterráneo se compone de pequeñas embarcaciones familiares, de entre doce y veinticuatro metros de eslora la mayoría de ellas, con una tripulación de tres a cinco personas en total. Están en el mar un máximo de doce horas, de lunes a viernes, y llevan al mercado una variedad de productos pesqueros muy necesarios para la alimentación saludable de las familias, para dinamizar la economía de los astilleros, de la industria auxiliar, de los bancos, de los seguros, de todos los proveedores de los equipos imprescindibles para poder salir a pescar, de las lonjas, de las fábricas de hielo, de los mayoristas, de los hosteleros y la restauración, y para atraer turismo, entre otros sectores económicos. En los caladeros mediterráneos, con el arte de arrastre, se capturan especies como la merluza, el salmonete, la bacaladilla, la brótola, el lenguado, el rape, el congrio, la gamba blanca, la gamba roja, la cigala, la galera, el langostino, la quisquilla, el pulpo, la pota, el chipirón, la sepia o el calamar, entre otras. Son especies que habitan sobre el lecho marino y requieren de un arte de fondo para su captura. La pesca de arrastre en el Mediterráneo genera alrededor de 17.000 puestos de trabajo, entre empleos directos (3.000) e indirectos (14.000) en España. Menos posibilidades de pesca, menos días de faena, menos pescado capturado, menos ingresos y más importaciones de países terceros que no se están apretando el cinturón a la hora de adoptar medidas de gestión de las poblaciones de peces, como sí hace la Unión Europea. En la UE tenemos los costes más altos (y con las subidas de impuestos y de cotizaciones sociales aprobadas por el Gobierno de España en los últimos años, más todavía), tenemos los estándares más altos, tenemos una obsesión medioambiental que está llevando al sector primario, y por supuesto al sector pesquero, a una situación crítica. Huelga decir que los pescadores son los primeros defensores del mar y su ecosistema; vivimos de él y nos importa más que a nadie su buena salud. Pero también queremos que siga existiendo un sector primario europeo y que no se ponga en riesgo la soberanía alimentaria de la Unión Europea. El acuerdo alcanzado en el Consejo de Agricultura y Pesca de la UE sobre las posibilidades de pesca en aguas del Mediterráneo de España, Francia e Italia para 2025 forma parte del Plan Plurianual de Pesca en el Mediterráneo Occidental, adoptado en 2019 por el Consejo y el Parlamento Europeo, a propuesta de la Comisión, y en vigor desde enero de 2020, un plan que desde su puesta en marcha ha representado un camino lleno de escollos para la supervivencia de la flota europea que faena en estas aguas, como consecuencia de las cada vez mayores restricciones de horarios, días de trabajo y zonas de pesca que impone. De hecho, en los últimos cinco años, el plan plurianual ya ha supuesto una reducción del 40 por ciento de los días de pesca, cierres de zonas y restricciones de artes, poniendo en la cuerda floja a nuestros pescadores, a nuestros armadores y a las comunidades que viven alrededor de la pesca en el Mediterráneo. Estamos todos de acuerdo en que hay que gestionar bien la pesca y las especies pesqueras en el Mediterráneo, pero también hay que proteger a nuestro sector pesquero , a los hombres y mujeres de la mar, a la saludable dieta mediterránea... Y para ello creemos que hace falta un cambio de rumbo en la política pesquera común y en la política medioambiental, un cambio que equilibre los tres pilares de la sostenibilidad: medioambiental, social y económico. Sabemos que puede hacerse y esperamos que la nueva Comisión Europea y el recién estrenado comisario de Pesca y Océanos, Costas Kadis, que ha tenido que bregar con la más fea, la herencia de su predecesor Virginijus Sinkevicius jugando a 'Hundir la flota', pongan nuevo rumbo y Europa avance hacia un mayor equilibrio entre la conservación de la biodiversidad, el uso sostenible de los recursos naturales, los intereses sociales y económicos de la actividad pesquera y la seguridad alimentaria del Viejo Continente.