La Sra. D, por Rafael Belaúnde Llosa
Dina Boluarte, militante del partido marxista, leninista, mariateguista Perú Libre, fue incluida en la fórmula presidencial como candidata a la segunda vicepresidencia, detrás de Pedro Castillo y Vladimir Cerrón. Esto, presumiblemente, por orden del mandamás del partido, el Dr. Cerrón.
Poco antes, la Sra. D había provisto su cuenta de ahorros para hacer ahí la colecta y pagar la caución impuesta por el Poder Judicial al presidente de Perú Libre. Era, pues, una persona de la casa y de confianza. Cuando el JNE tacha la candidatura de Cerrón a la primera vicepresidencia, la Sra. D ocupa ese expectante lugar.
Con el triunfo de Pedro Castillo, la Sra. D fue nombrada ministra de Estado. Se convirtió en una de las más locuaces y fervientes defensoras del gobierno. Incluso anunció que, ante una eventual vacancia del presidente Castillo, ella renunciaría en el acto, lo que a su vez conllevaría a elecciones generales.
A la caída de Castillo, la Sra. D no renunció, juró el cargo (en estricto apego a la ley). Presionada por la opinión pública, amagó con el adelanto de las elecciones, pero pronto llegó el arreglo subalterno con varios grupos parlamentarios que veían, en el entendimiento Ejecutivo-Parlamento, la posibilidad de promover sus intereses particulares.
Esto, a su vez, le dio a la Sra. D la posibilidad de —sin importarle el destino económico, político y social del Perú— seguir ostentando el cargo de presidenta del Perú y, tal como hemos visto, usufructuar “frívolamente” del poder, adjetivo que podría cambiar a “ilícitamente”, dependiendo del curso que tomen las investigaciones fiscales por varios casos de corrupción.
Así, con la alianza de facto entre la Sra. D, la Sra. K, Cerrón, Acuña y Luna, hemos llegado a esta cohabitación. Entre la gangrena y el pus, las instituciones y poderes del Estado vienen siendo avasallados, la lucha contra el crimen y la corrupción obstaculizada, y el desarrollo económico y social del país lanzado a la deriva.