La paciente, Towana Looney, pasó por el quirófano justo antes de Acción de Gracias. Gozaba de mejor salud que otros que han recibido órganos porcinos hasta la fecha y abandonó el hospital 11 días después de la intervención.Looney regresó el viernes para someterse a una serie de tratamientos de infusión intravenosa. Incluso antes del trasplante, tenía altos niveles de anticuerpos que dificultaban encontrar un riñón de donante humano compatible.El caso será seguido de cerca por la comunidad de trasplantes, ya que el éxito puede acelerar el inicio de un ensayo clínico, acercando los trasplantes porcinos a la realidad y ayudando a resolver la escasez de suministro de órganos.Desde el trasplante, Looney ha dejado de recibir diálisis, dijeron los médicos, y su tensión arterial, obstinadamente alta durante décadas a pesar de un coctel de medicamentos, ya está controlada.El riñón que recibió empezó a producir orina incluso antes de que ella se despertara de la operación, y los análisis de sangre muestran que está eliminando creatinina, un producto de desecho, de su organismo.En una entrevista la semana pasada, antes de que la ingresaran de nuevo en el hospital, era un manojo de energía.“Nunca me he sentido mejor —expresó Looney, de Gadsden, Alabama, describiendo lo fácil que le resultaba hacer las tareas domésticas o preparar una comida, tareas arduas cuando estaba en diálisis—. Antes hacía una tarea, me sentaba a descansar y luego iba a hacer otra. ¡Ahora hago varias cosas a la vez!”.Su apetito, disminuido durante años por las náuseas que suelen acompañar a la diálisis, también volvió de manera formidable, y Looney puede comer comidas completas, no solo tomar sopa, dijo. (Le gusta la comida de hospital, una peculiaridad que atribuye a tantos años que pasó internada).Ya estaba planeando viajes —Disney World ocupa un lugar destacado en la lista— que ahora puede hacer sin preocuparse de encontrar servicios de diálisis mientras viaja.Las próximas semanas son críticas, explicó Robert Montgomery, director del Instituto de Trasplantes Langone de la NYU, quien codirigió la operación con Jayme Locke, cirujana de trasplantes que solicitó hace dos años la aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés) para realizar la operación de Looney.En aquel momento, Locke era directora del Programa de Trasplantes de riñón incompatible de la Universidad de Alabama, en Birmingham.Los obstáculosEncontrar un riñón humano compatible para Looney fue un reto debido a los anticuerpos de su sangre, dijo Locke, y añadió: “Esta era en muchos sentidos su única opción”.Más de 100 mil estadunidenses con enfermedades graves o insuficiencia orgánica están en listas de espera para recibir un órgano de un donante humano. La gran mayoría —más de 90 mil— espera un riñón.Pero hay una aguda escasez de todo tipo de órganos. Cada año se trasplantan menos de 30 mil riñones, procedentes de donantes fallecidos o, en algunos casos, de personas vivas.Los pacientes en lista de espera representan solo una fracción de los más de 550 mil que están en diálisis. Muchos pacientes no cumplen los requisitos para entrar en las listas de espera, que seleccionan cuidadosamente a los candidatos porque los órganos escasean.Incluso los que cumplen los requisitos a menudo ven cómo se deteriora su salud mientras están en diálisis; solo la mitad sobrevive más de cinco años.Los pacientes de raza negra, como Looney, constituyen 35 por ciento de los que se someten a diálisis, a pesar de representar solo 13.5 por ciento de la población, en parte debido a factores de riesgo como las altas tasas de hipertensión, diabetes y cardiopatías.Si se consiguiera modificar genéticamente a los animales para que sus órganos tuvieran menos probabilidades de provocar una respuesta inmunitaria feroz en el cuerpo humano pueden ser una fuente importante de órganos vitales para las personas que necesitan trasplantes.Los xenotrasplantesLooney es la quinta paciente que recibe un órgano de un cerdo modificado genéticamente en Estados Unidos desde 2022, y solo la tercera que recibe un riñón. (Dos hombres han recibido corazones porcinos; ambos murieron poco después).El procedimiento experimental fue aprobado por la FDA en el marco de su programa de acceso ampliado o uso compasivo, que permite utilizar productos no aprobados cuando los pacientes padecen enfermedades potencialmente mortales.El riñón procedía de un cerdo con 10 modificaciones genéticas. Lo proporcionó Revivicor, filial de United Therapeutics Corporation, una de las dos empresas que producen cerdos modificados genéticamente para el trasplante de órganos.Los cuatro pacientes anteriores que recibieron los llamados xenotrasplantes, o de un órgano procedente de un animal, estaban mucho más enfermos, y sus opciones de tratamiento eran limitadas. Los anteriores receptores de órganos murieron a los pocos meses.Richard Slayman, de 62 años, de Weymouth, Massachusetts, fue el único receptor que pudo abandonar el hospital tras la operación. Padecía insuficiencia cardiaca congestiva y murió de un aparente episodio cardíaco menos de dos meses después de la operación.Looney estaba lo bastante sana como para figurar en una lista de espera para un riñón de donante humano y, de hecho, estaba en un lugar alto en la lista, porque ella misma había sido donante de órganos. Había donado un riñón a su madre en 1999, lo que le daba preferencia.Entonces tenía unos 20 años y estaba sana. Pero cuando estaba embarazada de su segundo hijo, en 2002, Looney desarrolló un trastorno potencialmente mortal llamado preeclampsia, que la dejó con una hipertensión incontrolable tras el parto.La hipertensión daña los riñones. En 2016, los médicos dijeron a Looney que tenía que empezar la diálisis, y una trabajadora social la convenció para que se apuntara en la lista de espera al año siguiente.Looney había visto un noticiario de televisión sobre las primeras investigaciones sobre el uso de órganos porcinos para humanos, y le cautivó la idea.“Acudí a mi asistente social de diálisis y le dije: ‘Llama a quien tengas que llamar y averigua cómo puedo entrar en este programa’”, compartió Looney.Durante los años siguientes descubrió que las probabilidades de encontrar un riñón de donante humano compatible eran extremadamente bajas. Tenía unos niveles inusualmente altos de anticuerpos nocivos, lo que hacía probable que su sistema inmunitario rechazara un órgano.Hace unos dos años, Locke se puso en contacto con Looney, tenía la intención de encontrar mejores soluciones para los pacientes con insuficiencia renal, que está muy extendida en Alabama y afecta desproporcionadamente a los residentes de raza negra del estado.Fue el inicio de una conversación que duró casi dos años, mientras la médica buscaba un permiso especial de la FDA para realizar el xenotrasplante a Looney, quien estaba ansiosa por empezar.“Dije: ‘Vale, ¿dónde firmo?’ —recordó Looney — Pero ella me dijo: ‘Esto es territorio nuevo. No sé lo que puede pasar y muchas cosas pueden salir mal’. Le dije: ‘OK, ¿cuándo vamos a hacerlo? Y ella repasó todos los detalles y lo que podría volver a ocurrir’”.El diálogo continuó de forma intermitente durante meses: “Hablábamos todos los días, y cada día me decía: ‘¿Estás segura?’ Y yo le decía: ‘Estoy segura. Lo tengo claro’”, explicó Looney.El mes pasado, mientras Looney estaba sentada en su silla de diálisis durante su tratamiento matutino, sonó su teléfono. Era Locke, quien le preguntó: “¿Qué te parece volar a Nueva York?”.Locke le explicó que la operaría con Montgomery, el mentor que la había formado.“Yo dije: ‘¿Pero y la Navidad? ¿Y Acción de Gracias?’ —recordó Looney— . “Ella me dijo: ‘Va a ser el mejor regalo de Navidad que hayas recibido nunca’. Yo dije: ‘Sí, señora, lo será’”.c.2024 The New York Times Company