Pan | Por Ana García Bergua

Un libro francés que leían mis hijas mostraba la vida de un edificio a diferentes horas del día, por afuera y por adentro. Me parecía fascinante esa manera de seguir la vida cotidiana y mostrarla a los niños, pero lo que me gustaba más, no sé por qué, era que uno de los inquilinos de ese edificio era panadero y llevaba vida de vampiro: dormía durante el día y por la noche bajaba al sótano a hornear el pan que la hija vendía al día siguiente. Ahí pensé que no todos los trabajos nocturnos son ingratos, pues el de hacer pan tiene algo de generosidad.Se cuece el pan en la noche y en la mañana lo tenemos ya horneado, humeante, cálido y crujiente. Ese pan recién hecho que tomamos en la mañana con el café es la verdadera bendición, no sé las otras. Pan que invita a la mordida afectuosa con su costra dorada y el interior suave, el pan que es una promesa de comunión entre los humanos y cuya carne de migajón o de maíz es semejante a la nuestra: comer pan tiene algo de abrazo. Con él comienza Octavio Paz su poema de “La vida sencilla” de 1945: “Llamar al pan y que aparezca/ sobre el mantel el pan de cada día”. Y en otra parte dice: “saber partir el pan y repartirlo/ el pan de una verdad común a todos,/ verdad de pan que a todos nos sustenta,/por cuya levadura soy un hombre,/ un semejante entre mis semejantes…” López Velarde ya hablaba de la verdad y el pan en la “Suave patria”: “Tu verdad de pan bendito”, dijo, más lo del santo olor de la panadería que ya sabemos.En un poema del Estravagario, “Caballos”, Neruda pinta una imagen muy curiosa: “El aire blanco como un pan mojado”, refiriéndose quizá a la humedad, al aire previo a la lluvia. El pan como la pureza y la verdad sigue ahí. Y la ausencia de pan es terrible, como en el poema de Borges sobre el hambre que dice: “Hay otra diosa de tiniebla y de osambre/ Su lecho es la vigilia y su pan es el hambre”. O como las migajas que tanto Hansel y Gretel como Pulgarcito van dejando en el camino cuando sus padres tratan de perderlos. Curioso que en ambos cuentos pase lo mismo. Primero los niños arrojan piedritas y siempre regresan, pero llega el día en que sólo tienen migas de pan. Los pájaros se las comen y los niños se pierden de camino a la casa del ogro o de la bruja. El vínculo del pan, frágil, se ha roto. Pero el vínculo del pan resurge cuando los presos en las películas reciben un serrucho escondido en una hogaza de pan (o incluso en un pastel), no sé a quién se le habrá ocurrido primero, pero es algo genial. Noble pan, amigo nuestro, espero no tener que dejarte nunca. Y les deseo mucha salud a los amables lectores, felices fiestas. Que el pan de la verdad y la alegría no falte en este 2025. AQ