En el ocaso de 2016 no infundía auténtico temor sino expectativa. Turbia o aciaga pero curiosidad al fin, hacía tiempo que el futuro líder del país más poderoso no despertaba tamaña inquietud. Sin embargo, tomaron sus bravatas en función del personaje que él mismo se inventó. Pocos lo creyeron dispuesto a cumplir sus amenazas porque no parecía un animal político sino un showman o un predicador cuyos mítines se colmaban de iracundos, de xenófobos y racistas radicales más una buena porción de supremacistas codiciosos con los que conectaba a través del código del resentimiento, el odio y el anhelo de revancha, emociones negativas de las que se hizo experto pues el descontento es perdurable, en toda sociedad siempre habrá una caldera de insatisfacción a punto de estallar. Ese es el reducto más valioso para el populista.Le adjudicaron una doctrina inflexible: reclama la victoria, nunca aceptes la derrota. La verdad es tu verdad porque es maleable. Ataca, ataca, siempre ataca. No admitas nada, niega todo. Deberás estar dispuesto a lo que sea con tal de vencer al adversario. Esas y otras perlas del Manual del Perfecto Tiburón lo convirtieron en un mito viviente desde la década de los 1980, cuando ya representaba al ideal de los entusiastas del capitalismo salvaje como, por ejemplo, Patrick Bateman, el antihéroe de la novela American Psycho de Bret Easton Ellis. No obstante, ese método él no lo inventó. Son preceptos del maestro que encarriló su ascenso público y empresarial: Roy Cohn, el leguleyo más temido de Manhattan, al que si bien no traicionó, en el final de su amistad le dispensó el trato infame que caracteriza a los malagradecidos o los desleales.El relato está en El aprendiz, la película de Ali Abbasi y escrita por Gabriel Sherman, filme inexplicablemente boicoteado por las distribuidoras y los streaming (solo puede verse en compra o renta en algunas plataformas), ya que a decir verdad, en la cinta no hay nada más sórdido o tremebundo que lo que el propio Trump ha demostrado como magnate o en el trono.El aprendiz es una biopic que se ajusta a la personalidad de un hombre que no disimula su xenofobia, el odio irracional a las instituciones democráticas, al poder judicial, a los medios de comunicación. Un personaje que usa el fantasma de la corrupción para atraer electores a su causa. Que polariza a la sociedad y, a su vez, la desmoraliza. Que enfoca sus baterías en sanciones económicas para amedrentar a los vecinos, fundamentalmente en lo que concierne a las fronteras. La embestida contra la migración es el peor de los bulos que le ha dado más popularidad: Make America Great Again es un eslogan vacío si renuncia a la mano de obra barata y a los tratados comerciales, mucho más vacío si no está dispuesto a romper con el negocio del narcotráfico en su propio suelo y lo delega únicamente en las rutas de trasiego. En unas cuantas semanas comienza una era recargada en la que, ahora sí, Donald Trump lanzará de lleno una política feroz. El aprendiz ya es un experto, por eso consiguió otro periodo en la Casa Blanca. No es buen augurio. Madeleine Albright lo avisó desde 2018: “No olvidemos que la visión de la vida de Trump como una jungla darwiniana con feroces peleas de perros no se corresponde en absoluto con este mundo nuestro tan interdependiente en el que muy a menudo hemos de unir fuerzas si queremos sacar el mejor partido a nuestros terrenos” (Fascismo. Una advertencia).Próspero y feliz 2025. Otro año en que viviremos en peligro. Adentro y afuera.AQ